Solidaridad
¬ Augusto Corro jueves 20, Sep 2018Punto por punto
Augusto Corro
Necesitamos convertirnos en especialistas en materia de prevención de terremotos.
Ya sabemos, hasta la saciedad, que vivimos en una zona sísmica y que no tenemos otro camino que prepararnos para enfrentar ese fenómeno de la naturaleza.
A un año de los sismos de septiembre, tenemos que aprender de nuestros errores, para que no vuelvan a ocurrir.
La sociedad debe participar en todo lo relacionado con una nueva cultura antisísmica.
Las autoridades deben ser más exigentes en la calidad de las construcciones, para que soporten los movimientos telúricos de alta densidad.
En las escuelas y en los hogares se debe entender el peligro que se corre en un temblor.
En esos lugares se debe concientizar a las personas para que siempre se encuentren en condiciones de salir lo mejor librados de un terremoto.
Por ejemplo, es una obligación atender los llamados de las autoridades para la participación en los simulacros cuantas veces sea necesario.
Tener en casa los instrumentos auxiliares para esas horas o días fatídicos cuando, a raíz del sismo, se cancelan los servicios de energía eléctrica y se pierde comunicación con el exterior, etc.
Nos dimos cuenta que la atención a los damnificados es lenta y mínima. El gobierno debe apartar, como en una especie de cuenta de ahorro, el dinero suficiente para atención de los damnificados.
Que ya no se repita lo de siempre, que pasan los años para que los afectados regresen a sus casas una vez que vivieron amargas experiencias en los campamentos. También es muy importante que el dinero que se consigue, en donaciones o aportaciones del propio gobierno, se maneja con transparencia y honestidad absolutas.
Que el dinero de las donaciones no se destine a gorras o mantas de la propaganda política, como ya ocurrió.
Como señalamos arriba, un renglón importante es la calidad de las construcciones. Que los planos de los nuevos edificios sean revisados rigurosamente, con el propósito de cumplir las normas de seguridad.
Que no sean las “mordidas” las que alteren los requisitos de la construcción. Finalmente, que los programas de reconstrucción, en caso de llevarse a cabo, que se apliquen lo más rápido posible, con el fin de hacer menos difícil la vida de los damnificados.
Ya se comprobó que los mexicanos tenemos un espíritu de solidaridad ejemplar, pues así quedó demostrado en los diferentes sismos que nos sacudieron últimamente.
Es el caso de los jóvenes que sin medir el peligro decidieron auxiliar en el rescate de personas atrapadas en edificios destruidos por los terremotos del 19-S. Existe, pues, una profunda voluntad de hacer las cosas sin egoísmo alguno, con una idea de cooperación total, sólo que es menester encauzarla, correctamente, para obtener mejores resultados, con el único propósito de salvar vidas y hacer menos pesado el vía crucis de la tragedia.
CRECE LA PESADILLA
En este espacio comentamos ayer el horror de transportar más de 150 cadáveres en la caja de un tráiler con refrigeración.
El vehículo fue abandonado en un terreno baldío en Tlajomulco, Jalisco.
Pues resulta, que no son únicamente 150 cuerpos humanos sin vida, sino que hay que sumar otros 150 que también carga otro tráiler. Supuestamente son más de 300 cuerpos sin espacio para depositarlos.
En Jalisco se desató la violencia en los últimos meses. La ola de asesinatos dejó sin cupo las instalaciones forenses. Como las autoridades no cuentan con inmuebles apropiados para depositar los cadáveres, recurrieron a la renta de camiones con refrigeración para resolver el problema temporalmente.
El peregrinar de los tráileres que en ningún lado son aceptados, los lleva a un peregrinaje marcado por el mal olor que despiden los cuerpos en mal estado.
Son cadáveres de personas no identificadas que tienen como destino una fosa común.
En México llegamos a una etapa de barbarie por parte de las hordas de la delincuencia. El asesinato ya es una práctica que acumula un alto índice de criminalidad.
Las autoridades de todos los niveles: municipal, estatal y federal fueron rebasadas por el crimen organizado.
Se llegó a tal grado, como ocurre en Jalisco, que las autoridades ni siquiera tienen espacios para depositar los cadáveres.
Decenas de asesinatos no son investigados. Nadie sabe la identidad de las 300 víctimas.
¿Quién privó de la vida a tantos seres humanos? Nadie lo sabrá.