El dolor humano
¬ Augusto Corro lunes 17, Sep 2018Punto por punto
Augusto Corro
Las cifras de personas desaparecidas y asesinadas nos muestran que en México se vive en lo más profundo de la violencia y la impunidad, amparadas por la corrupción.
Las leyes no se aplican. ¿Por qué no las hacen valer? ¿Y los impartidores de justicia? ¿Los hay? ¿Por qué llegamos a esta situación de barbarie que vivimos?
De acuerdo con el Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas entre 2007 y junio pasado se registraban 35 mil 410 desaparecidos en todo el país.
Hasta octubre de 2017, sumaban 234 mil casos de homicidios y feminicidos en los últimos dos sexenios.
El mes de julio pasado fue registrado como el más violento desde 1997. En 2017 ocurrieron 671 feminicidios. La sociedad mexicana en los últimos 12 años entró en una aguda descomposición en la que se perdieron valores como el respeto por la vida humana. Ahí están las masacres de personas, las desapariciones de cuerpos humanos en ácidos, los decapitados y los linchamientos.
¿Hubo mayor horror y dolor en México? Las tragedias de quienes perdieron a sus familiares o no los encuentran fueron escuchadas por el presidente electo Andrés Manuel López Obrador, durante el foro para la pacificación y la reconciliación nacional.
Ojalá que el próximo gobierno federal escuche los reclamos de justicia de miles de personas que no encuentran a sus familiares desaparecidos. La tarea será ardua, difícil, sobrehumana, pero tendrá que hacerse.
La inseguridad capitalina
A las autoridades locales y federales que se van nunca les interesó combatir a la delincuencia, menos ahora.
Los hechos delictivos cada vez son más y los criminales los llevan a cabo en cualquier lugar. Saben que nadie los perseguirá.
Y en caso de ser detenidos cuentan con las extrañas conductas de sus defensores de los derechos humanos.
Alrededor de las 22 horas en la Plaza de Garibaldi, un lugar turístico tradicional de la capital mexicana, tres sujetos rociaron de balas una “chelería” donde bebían cervezas varios sujetos.
El saldo fue de 5 personas muertas, entre ellas, dos hermanas y personas presuntamente relacionadas con la narcodelincuencia.
El hecho en sí es reprobable y se agrega a la ola de violencia desatada por los narcos de “La Unión de Tepito” y la “Antiunión de Tepito”.
La Ciudad de México se convirtió en el paraíso del mal. Ante esa guerra de ajustes de cuentas y asesinatos, las autoridades poco o nada hacen para detenerla o erradicarla.
Con la masacre de la Plaza Garibaldi se le apuntó una raya más al tigre. ¿Qué más da? Ya tenemos ganada la fama de que la capital mexicana carece de paz y seguridad.
¿A respirar tranquilos?
A nadie le sería extraño que el gobierno de la IV Transformación enjuicie y castigue a los funcionarios que colocaron a México entre los primeros lugares de la corrupción.
Los nombres de los presuntos saqueadores del erario los conoce todo el mundo. Estos, seguramente, ya no duermen tranquilos.
Aunque no se sabe cuál será la determinación que tome presidente electo Andrés Manuel López Obrador durante su sexenio. Por ejemplo, el fin de semana dijo que la controvertida política, Rosario Robles, es “chivo expiatorio”.
La exsecretaria de Desarrollo Social y actual titular de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), fue acusada de malos manejos de recursos en las dependencias citadas. Ya en otra ocasión, ante una tempestad de críticas, el propio presidente Enrique Peña Nieto le dijo: “Rosario, no te preocupes”. Al referirse al tema de la funcionaria, el presidente electo, López Obrador, dijo que ella es un “chivo expiatorio” y que las acusaciones en su contra “son un circo”. ¿Así o más claro?
Los niños asaltantes
Hace varios días se denunció la presencia de niños asaltantes en el periférico, conocidos como “Los Diablitos”. Los menores según se informó desempeñan sus acciones delictivas bajo las órdenes de un adulto ex presidiario.
En aquella ocasión se dijo que esos niños en otras ocasiones ya fueron detenidos y llevados ante las autoridades correspondientes, quienes los dejaron en libertad debido a la protección de la ley para menores.
La policía se encargó de vigilar las zonas donde delinquían los pequeños que se alejaron una temporada de sus actividades delincuenciales.
Sin embargo, el viernes se informó que ya regresaron. Un testigo grabó la escena donde Damián, de 13 años; y Ronaldo, de 12; asaltaban a un automovilista, en la delegación Miguel Hidalgo. Tras el hecho, los menores huyeron. Usted, amable lector, saque sus propias conclusiones sobre la nula atención de las autoridades a los niños que se dedican a delinquir. ¿Habrá alguien que se preocupe por sacar a los menores de esa clase de vida y los reoriente en causas positivas?