El Congreso libre
¬ Mauro Benites G. viernes 14, Sep 2018Municiones
Mauro Benites G.
Después del espectáculo violento, cerril y vulgar en la Cámara de Diputados con las nuevas legislaturas, y el lamentable bochorno de este comentarista, mismo que me hace reflexionar teniendo en mente una cuestión. Estos tristes espectáculos aportan algo a la democracia. El origen de los partidos que tienen una relación estrecha con el sistema representativo y, por ende, con la práctica parlamentaria inglesa del siglo XVII. En el caso de América, al igual que en Inglaterra, su aceptación y conformación no fue del todo considerada como provechosa para el desenvolvimiento del Estado. Recordemos, por ejemplo, las posiciones que en Norteamérica tuvo Alexander Hamilton frente a estas instituciones.
Tanto él, cómo James Madison lo plantearon en uno de los artículos de El federalista: “Entre las numerosas ventajas que ofrece una unión bien estructurada, ninguna merece ser desarrollada con más precisión que su tendencia a suavizar y dominar la violencia del espíritu de partido”.
El antecedente inmediato de un partido político en México, fue el que integraron los defensores del independentismo en las primeras dos décadas del siglo XIX. Posteriormente a ello, surgieron los grupos monárquicos y republicanos, centralistas y federalistas, conservadores y liberales. Pero el origen más próximo tuvo que ver con las diferentes logias masónicas que desarrollaron actividades en México.
La masonería llegó aquí desde el siglo XVIII, a través de una de las cuatro logias existentes en España, la de Cádiz, y se instauró en 1808 la primera logia del Rito Escocés. Debido a la frecuente persecución de que fue objeto, se disolvió y sus integrantes fueron encarcelados y perseguidos por el famoso tribunal de la Santa Inquisición. Algunos como Primo de Verdad murieron en la cárcel.
Más tarde, en 1813 regresó la del Rito Escocés y en 1816 se iniciaron las del Yorkino que contaron un fuerte respaldo de Guadalupe Victoria, buscando un contrapeso de la primera. Con el apoyo de Nicolás Bravo, las logias adquirieron un gran desarrollo. La fuerza que tuvieron en el contexto político y cultural del recién país independiente fue sumamente importante, porque a través de estas se genero gran parte de las discusiones en torno a la situación nacional del momento; a ellas pertenecieron grandes personajes, pero también trajeron consecuencias. Como muchos de sus integrantes eran miembros de los diferentes gobiernos, las discusiones y la inmovilidad impregnaron al amparo estatal mexicano. El temor de Hamilton y Madison en torno a la formación de facciones, no pudo tener una comprobación mas exacta que en esas luchas intestinas que al interior de los grupos se dieron.
La trascendencia de las logias en el acontecer nacional debe volverse a plantear y analizar profundamente para escribir una perspectiva mas de la historia nacional, sobre todo la que se refiere al siglo XIX.
Mire el amable lector la coincidencia: en nuestro país para 1853, el periódico “El Universal” recordó: Antes de la caída del presidente Mariano Arista, había cuatro partidos: el conservador, el moderado, el santanista y el puro: hoy en el siglo XXI, los partidos, a fuerza de subdividirse y multiplicarse, se han venido a desaparecer porque se han debilitado: y son tribus, que no tienen ideología ni el concepto de amor a su país ya no quedan más que dos bandos, el que quiere que la Constitución se reforme a su conveniencia personal y el que se empeña o subsista el sistema con todos sus vicios”.