Seguridad y paz
¬ Augusto Corro miércoles 12, Sep 2018Punto por punto
Augusto Corro
El presidente Enrique Peña Nieto reconoció que durante los seis años de su administración no logró el objetivo de recuperar la paz y la tranquilidad en todos los rincones del país.
Y la verdad sea dicha: nunca lo iba a lograr. Sin estrategia, difícilmente lo conseguiría. De nada le sirvió el ejemplo de la lucha fallida de su antecesor, Felipe Calderón.
¿Cuáles son los rincones de México donde no hay paz ni tranquilidad? Muy difícil saberlo, pues la espiral de violencia se extendió por todo el territorio nacional.
Durante su sexenio fueron asesinadas más de cien mil personas. La cifra de desaparecidos superó los 37 mil. Ante esta realidad, era imposible esperar un informe positivo del mandatario Peña Nieto.
¿Qué sigue? Mantener la esperanza de que algún día podamos gozar de paz y tranquilidad. Tendrán que pasar varios años para conseguirlo.
Desde que llegó a la Presidencia de la República, Peña Nieto sabía en qué condiciones tan deplorables se encontraba México, debido a la guerra fallida de Felipe Calderón, su antecesor, contra la delincuencia organizada.
Se combatía a los cárteles de la droga infructuosamente. En vez de destruirlos, los convertían en múltiples grupúsculos de delincuentes que ampliaban sus actividades a los asaltos, secuestros y toda clase de crímenes. Fue determinante la participación del Ejército y la Marina para detener parcialmente la ola de violencia. Soldados y marinos tuvieron que cubrir la falta de policías en casi todo México.
Ni los presidentes municipales, ni los gobernadores se distinguieron en el combate a los narcotraficantes. Al contrario, entidades se suponían libres de esos males, en los últimos años encabezaron la lista de los más peligrosos. Un informe presidencial no puede ofrecer resultados positivos, cuando la población vive aterrorizada por la inseguridad y la violencia y la tragedia se encuentran a la vuelta de la esquina.
LA FRIVOLIDAD
¿Hasta cuándo funcionará sin problemas la alerta sísmica? En la última prueba fallaron 47 altavoces.
Además, las autoridades informaron que son obsoletos 757 altavoces de los 12 mil 354 que hay en la Ciudad de México, y que ya se inició el trámite para reemplazarlos con un costo de 142 millones de pesos.
Sin duda, los responsables del buen funcionamiento del sistema de alarma sísmica no tienen el conocimiento, ni saben de la importancia de contar la alerta de terremotos, que puede salvar vidas. Cómo hacerles entender a esos funcionarios frívolos que México se encuentra en una zona de temblores y que es necesario aplicar todas las precauciones para enfrentar los embates impredecibles de la naturaleza.
Es necesario empezar a implementar una cultura contra los terremotos, como ocurre en otros países. Es importante ir más allá de los simulacros.
Contar también con la alarma o alerta sísmica que ayude a ponerse a salvo cuando se anuncie el sismo.
Las autoridades deben ponerse las pilas y responder con más seriedad la responsabilidad de mantener en buen servicio los altavoces, que prestan ayuda para sortear los peligros de un terremoto, como ya lo experimentamos.
LOS LINCHAMIENTOS
La semana pasada se registraron, por lo menos, dos linchamientos en diferentes lugares de México. Uno se registró en Puebla y otro en Hidalgo.
Esa forma de venganza irreflexiva, que no es otra cosa, nos lleva a pensar que México inició su cuenta regresiva a la barbarie.
Es reprobable la conducta salvaje de un pueblo donde la justicia desapareció hace varios años y que nada se espera de ella. En los hechos recientes estuvo presente el rumor de que en varios estados se estaban registrados los robos de niños.
Es decir, que los robachicos actuaban a su antojo fue el mensaje que llegó a personas que saben bien que si ellas no actúan para salvaguardar sus intereses, nadie lo hará.
Y en materia de justicia, tienen la amarga experiencia de que nadie acudirá a atenderlos. De ahí, que cuando se presentan los casos de los linchamientos, ni siquiera lo piensan dos veces para actuar, sin pensar en los resultados. Por ejemplo, en más de un caso, los linchados eran personas que llevaban una vida ordenada. Fueron víctimas del rumor que vuela de boca en boca.
En un ocasión, los victimados fueron dos jóvenes encuestadores; recientemente, se trató de dos campesinos ajenos a cualquier delito.
En México vivimos tiempos complejos derivados de la corrupción y la impunidad. La sociedad no confía en la aplicación de la justicia, porque nadie lo hace. De ahí que tengamos que presenciar hechos escalofriantes, como sucede con los linchamientos, que, por ahora, no se sabe como evitarlos.