Impunidad total
¬ Augusto Corro martes 11, Ene 2011Punto x Punto
Augusto Corro
En la administración pública mexicana nadie rinde cuentas de su gestión. En algunos casos, a los gobernadores se les acusa de manirrotos para cobrar venganzas; pero en lo general, el borrón y cuenta nueva es lo que prevalece. Los errores o faltas cometidos por los funcionarios públicos son tapados, ocultados y trivializados por esa gran maquinaria que mueve la impunidad.
Oídos sordos y ceguera son elementos que forman el fuero que protege a los políticos que delinquen, a aquellos que se pasan las leyes por el arco del triunfo, conscientes de que nunca serán alcanzados por el brazo de la justicia.
De ahí que México se encuentre entre los países más violentos del mundo. Los encargados de gobernar, de cumplir con funciones públicas, terminan sus periodos de responsabilidad sin informar realmente como actuaron y cuál fue su desempeño. Y nadie se atreve a exigirles cuentas. ¿Recuerda usted, amable lector, a un gobernador que se encuentre en la cárcel por ratero o asesino? En varios años, solamente un mandatario estatal fue castigado por sus relaciones con el narco: Mario Villanueva Madrid. Y nadie más.
En el presente, en Zacatecas, la ex gobernadora Amalia García enfrenta acusaciones por malos manejos en la economía, pero tenga usted la seguridad que el problema no crecerá. Se nota un ajuste de cuentas entre partidos políticos que terminará con un abrazo de cuates.
En Oaxaca, el gobernador Gabino Cué Monteagudo también revisa las cuentas que dejó el ex gobernador priísta Ulises Ruiz Ortiz. Sin embargo, en ese renglón, el ex mandatario podrían salir bien librado y no así en su actuación política, pues durante su permanencia como máxima autoridad estatal se desató la violencia contra los derechos humanos, se registraron asesinatos y la injusticia fue el eje de su gobierno.
¿Alguien tendrá el valor y los arrestos suficientes para llevar ante la justicia a un sátrapa? Seguro que no. La impunidad sobrepasará cualquier intento de juzgar a uno de los peores gobernadores que padeció Oaxaca. El tiempo y los partidos políticos se encargarán de que las trapacerías de Ulises Ruiz Ortiz pasen al archivo de casos olvidados, pues nadie le exigió cuentas.
Y en el gabinete presidencial actual, también se puede presumir que la impunidad es una forma importante de hacer política. Por lo menos, así quedó demostrado en los recientes cambios de funcionarios.
Con el propósito de reforzar a Ernesto Cordero, secretario de Hacienda, como su delfín para la justa presidencial del 2012, Felipe Calderón Hinojosa realizó cambios en su gabinete y designó a Dionisio Pérez-Jacome como nuevo titular de Comunicaciones y Transportes en lugar de Juan Molinar Horcasitas, quien regresará a cumplir funciones partidistas.
Felipe Calderón tiene la total libertad de manejar sus piezas como mejor le convenga. Lo que no se vale es que los miembros de su gabinete no rindan cuentas cuando dejan sus cargos, ya sea por incompetencia o porque van a cumplir otros encargos políticos.
Molinar Horcasitas ha sido uno de los funcionarios más criticados e impugnados por su desempeño al frente del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) y como responsable de la SCT, donde hubo un sinnúmero de conflictos. Pero como si se tratara de un burócrata impoluto, recibió el premio de trabajar en la zona oscura (transas) del Partido Acción Nacional (PAN) en la que tiene experiencia de sobra, ya lo demostró en las elecciones del 2006.
Así, un miembro del gabinete panista que siempre olió a cárcel, es removido del cargo como si el incendio de la guardería ABC, subrogada del IMSS, en el que perecieron 49 niños, hubiera sido cosa de fuego, refleja que la impunidad otra vez cobra una importancia relevante. En cuanto se conoció de la responsabilidad de Molinar Horcasitas, quien fungía como director del IMSS, se apostó a que nada afectaría al “distinguido” panista. Del desastre en que dejó la SCT, sólo basta con echarle un vistazo a la situación en la que se encuentra la empresa Mexicana de Aviación.
Durante los gobiernos panistas, los contubernios entre el gobierno en el poder y los partidos políticos se protegieron para no exigirle cuentas a nadie.
Los gobernadores convertidos en virreyes hicieron cuanto les vino en gana. Los presupuestos económicos para sus pueblos sólo sirvieron para comprar conciencias que los mantuvieran en el poder.
SOCIEDAD AFECTADA
Las acciones del crimen organizado no sólo siembran terror entre los mexicanos, también los orillan poco a poco al aislamiento. Los asesinatos, secuestros, levantamientos y extorsiones tienen al país sumido en el miedo.
Ante tal número de atrocidades y el baño de sangre permanente, los ciudadanos se repliegan en casa, según una encuesta del INEGI que dio a conocer el diario “Reforma”.
Realmente, no se trata de una información nueva, sin embargo, tiene una relevancia considerable porque reconfirma que la sociedad es víctima de las acciones del crimen organizado cada vez más sanguinarias.
Ante la ola de criminalidad la gente ha alterado sus hábitos: ya no sale de noche, no lleva dinero en efectivo, no usa joyas, no permite que sus hijos salgan a la calle, no visita parientes o amigos, evita salir a caminar y reduce el uso de taxis o los viajes por carretera. Poblaciones en las que existía la tranquilidad, ahora se encuentran convertidas en frentes de batalla: narcos contra narcos o fuerza pública contra el crimen organizado.
En las ciudades o pueblos, las rejas en puertas y ventanas son parte importante del paisaje y se convierten en una solución práctica de protección, de seguridad, ante la incapacidad de respuesta de los gobiernos.
Y como señaló Sergio Américo Lastra, integrante del Observatorio Ciudadano de Seguridad de Ciudad Juárez: “No queda más que refugiarse, y es una desgracia para la sociedad porque los delincuentes son los que deberían estar tras las rejas”.
Por ejemplo, en otros lugares, contestar el teléfono lleva a pensarlo varias veces, principalmente cuando se trata de llamadas con números desconocidos, porque se tiene miedo a ser víctima de algún extorsionador.
Y no olvidar el terror de los conductores ante el incontrolable robo de coches.
Pero lo peor y más difícil es abandonar sus casas y sus propiedades ante el miedo de morir a manos de sicarios del crimen organizado.