Réquiem de la corrupción
Freddy Sánchez martes 4, Sep 2018Precios y desprecios
Freddy Sánchez
La corrupción es la corrupción y punto.
Lo único que hace la diferencia en cualquier caso, son las circunstancias y la identidad del corrupto y corruptor.
Y, obviamente, eso amerita ser visto con distintas ópticas.
Porque la verdad sea dicha: hay corruptos y corruptelas de diversas clases, en disímbolos estratos sociales.
Así que una verdadera “limpia” de deshonestidades en el ejercicio público, cuya autoría sea de los políticos o tecnócratas, además de actores de la sociedad civil, (empresarios y contratistas) debe combatirse como lo prometió Andrés Manuel.
Como se barren las escaleras de arriba para abajo y no al revés ni mucho menos aparentando actos de saneamiento que son parte del encubrimiento y la práctica común de uno y mil comportamientos amorales.
Esos mismos que son propios de una corrupción descarada e imperante en México desde tiempos inmemoriales.
Por ello es menester deslindar responsabilidades comenzando por los de la cúpula entre los que se dejan corromper y los que corrompen, que ya habrá tiempo de que la escoba barra los escalones intermedios y los de más abajo hasta limpiar toda muestra de corrupción en las actividades públicas y privadas.
En donde es común la práctica de dar y recibir dádivas, a cambio de bienes o servicios, autorizaciones, permisos y concesiones, porque en México casi todo gira en torno a la corrupción inhibiendo una conducta ética de la mayoría.
Además de que, tristemente, disuade actuar invariablemente conforme a derecho, sin el afán de propiciar favoritismos al pretender el torcimiento de la ley, especialmente cuando se trata de cobijar componendas entre dos tipos de sinvergüenzas: los que dan y los que reciben beneficios de la corrupción.
Así que el compromiso de Andrés Manuel López Obrador contra toda conducta que afecte la buena marcha institucional, provocando injusticias y abusos contra la gente, a causa de la corrupción, deberá cumplirse a cabalidad.
Y en ese contexto, hay que decirlo fuerte, para que se oiga muy bien: es preciso tener bajo la mira a los únicos que pueden ponerle freno a la inmoralidad pública y privada en territorio nacional en los tratos futuros entre autoridades y particulares.
Es decir a los tres mil 330 nuevos servidores públicos para el siguiente periodo sexenal, que recibieron el nombramiento por el voto popular mayoritario, en primer lugar el presidente en turno y todos sus subalternos de primer nivel, además del resto de los elegidos.
Y es que si las principales figuras del gobierno federal, los gobiernos estatales y municipales, los encargados de cargos legislativos, además de cualquiera que ocupará puestos electorales, rechaza todo intento de corromperlo, por más que haya quien lo intente, no habría nadie que lo permita.
Un ideal que requerirá de acciones contundentes por parte del gobierno de Andrés Manuel, poniendo especial énfasis en castigar en primer lugar a los de casa, que se desempeñen en altos cargos de la burocracia, y en general a los personajes que se ubiquen en la parte más alta de la escalera de mando.
Con la inclusión, naturalmente, de los magnates de los negocios, (entre más poderosos y más ricos mejor), los lideres sindicales, gobernadores, diputados, senadores, asambleístas y en general “los pollos gordos” de la política que persistan en creer que eso de combatir la corrupción como en sexenios anteriores, sólo será “flor de un día” y a la larga “puro cuento”.
Cosa que habrá que probar que no será así.
Y entonces comenzará a todo vapor y ciertamente lo que en el curso de pocos años tendría que ser el réquiem de la corrupción.