Oposición rastrera
Freddy Sánchez jueves 30, Ago 2018Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Cuántos, en la lucha por el poder, no se han “llenado la boca” autoproclamándose creyentes y actores de una oposición leal.
Así que una pregunta obligada para ellos y ellas: ¿lealtad a sus ideales partidarios o los intereses creados de ocasión? Dos aguas en las que parecen nadar los “peces gordos y los pececillos” de la política en México.
El surgimiento de Morena como el partido mayoritario nacional, incorporó en sus filas a una muchedumbre de leales a ideologías, programas y proyectos partidistas, absolutamente diferentes a los que postula el instituto político creado por Andrés Manuel López Obrador.
Dónde quedó pues la lealtad a las gestas correligionarias del pasado. En especial de aquellos que no tuvieron empacho alguno en cambiar radicalmente de posturas ideológicas, pasando de la derecha, la izquierda o el centro hasta ubicarse en una faceta inimaginable en su divagante palmarés partidario.
Quizás por ello se cree que ser leal a las costumbres, tradiciones y credos religiosos o políticos, definitivamente, está pasado de moda. Los tiempos que corren llevan a un continuo reacomodamiento de las convicciones, donde quiera que quepan o en su defecto a cambiar de convicciones.
De ahí que los leales a sus antiguas creencias de plano son marginados. O despreciativamente ignorados en los altares que antaño fueron consagrados para la fe de las ideologías de una sola pieza. No remedos o revoltijos ideológicos que sirven como disfraz de las insanas inclinaciones de muchos políticos amantes sólo de la ideología de sus conveniencias personales.
Todo indica, justamente por lo anterior, que la lealtad a los pensamientos de otras épocas (en la mente de políticos con firmes convicciones de carácter social y humanista), es algo caduco.
Porque cambiar de estafeta como de ideología y aspiraciones políticas, está de moda.
Tal parece pues que la suposición aquella de que “el que se mueve no sale en la foto” fue sustituida por la nueva fórmula de “moverse y hacer grilla” dentro y fuera de los partidos políticos hasta saciar los apetitos personales de poder donde quiera que esto se haga posible.
Eso explica la insurgencia interminable de desleales, tránsfugas y mutantes partidistas que apenas ven un nuevo “hueso que roer” (mejor o igual al que tienen) y no dudan en el dar salto a otro lado, dejando atrás “el barco que se hunde”. Al menos en lo que a sus ambiciones personales se refiere.
La virtual desolación que hoy viven los partidos de la Revolución Democrática, Acción Nacional y el Revolucionario Institucional (lejos de reponerse del colapso en que los dejó la elección de julio pasado), acredita un hecho irrefutable: en esos tres institutos políticos sigue “oliendo” a la descomposición propia de un cadáver insepulto.
Eso no quiere decir que nunca más volverán a ser competitivos dichos partidos, puesto que en política lo único cierto es que si los pequeños pinos pueden crecer como árboles gigantes, las grandes torres en cualquier momento se caen.
Así que otra gran interrogante quedaría por formular: ¿cuánto durará el colosal éxito de Morena, atrayente de políticos, empresarios, intelectuales, deportistas y particulares de distintas posturas sociales?
El nuevo nicho de poder por ahora sigue atiborrándose de afiliados de distintas corrientes ideológicas, deseosos y practicantes de diversas formas de vida, intelectuales e intelectualoides, libertadores y libertarios, los retrógrados y los de avanzada, políticos honorables y auténticos pillos. El tiempo será pues el que defina el futuro del partido de Andrés Manuel.
Y quienes de ahora en adelante en realidad aspiren a ser opositores a Morena, más que obligados están a refundar sus organizaciones, refrescar y reforzar sus principios ideológicos y sobre todo evitar convertirse en una oposición rastrera.