Abogados de universidades públicas para desplazar a los amaestrados en el extranjero
Francisco Rodríguez jueves 23, Ago 2018Índice político
Francisco Rodríguez
Desde que el viejo Hegel comparó a la ley con el mitológico Búho de Minerva —que extiende sus alas sobre la sociedad al crepúsculo del día, cuando las costumbres ya estaban establecidas— el carácter conservador del Derecho se entendió por encima de su función transformadora. Lo del enciclopedista era una buena alegoría. El derecho es una realidad, factor de cambio.
Haciendo tabula rasa de todas las obligaciones, modalidades, acepciones, teorías, conceptos, definiciones y de toda la parafernalia que se ha escrito sobre el Estado, que de ser un Leviatán súper poderoso lo hemos convertido en un ente cargado de pasivos patrimoniales, nos quedamos…
… con los conceptos presocráticos que desde la Hélade mediterránea definieron los filósofos jónicos: el Estado es la obra superior de la cultura. Esta apreciación milenaria no es menor y nos lleva siempre a considerar que la única justificación de existir del Estado es brindar seguridad y justicia, en la amplia acepción de los términos.
Esto supone que la ley está en los fundamentos mismos del Estado. No puede haber organización política si no hay una sólida estructura de cimientos jurídicos y de defensa del orden entre sus gobernantes. No se puede vivir en una democracia sin estabilidad, producto de leyes e instituciones que la hagan cumplir.
El tiempo pasado en México ha presenciado el resurgimiento de cierto pesimismo sobre la validez y la magnitud de la fuerza del Derecho, de la capacidad de la norma jurídica para transformar el orden social, de la eficiencia de la ley para imponer contenido popular a las decisiones que buscan reorientar la vida en comunidad.
Es esa corriente de pensamiento, gracias a la cual han desfilado pandillas de econometristas, administradores de empresas, capataces de relaciones industriales de universidades privadas, y hasta huizacheros de quinto talón al frente de los poderes de la Unión, la misma que no se explica por qué, por ejemplo…
….una medida desconcentradora de funciones administrativas, un plan nacional de moralidad, remodelar las funciones educativas, el programa cultural, etcétera, tengan que pasar forzosamente por un refrendo legislativo, y al no entenderlo, recrimina a los responsables de la Administración el hecho de que todos los problemas deban ser resueltos con fundamento en la ley.
En el otro extremo se encuentran quienes, por artificiosas amnesias, han pretendido olvidar el papel nacionalista y revolucionario que en México ha desempeñado la norma jurídica. El proceso mental para negarlo ha sido sencillo: tratan de desconocer que se debe vivir en Estado democrático y social de Derecho.
Ambas tendencias se resisten a recordar que la norma jurídica ha sido agente decisivo de la trasformación nacional. En México no se debe ignorar que el Derecho hizo posible reformar el sistema de tenencia y explotación de la tierra y procurar el acceso de los campesinos al riego.
No debe olvidarse que nuestro sistema jurídico de control sobre los recursos naturales hizo posible expropiar el petróleo y el azufre, la electricidad y los carburantes sólidos, líquidos y gaseosos. No debe olvidarse que es el mismo que ubica el interés público por encima de las modalidades de la propiedad privada.
Debemos tener presente que la norma jurídica, y sólo ella, hizo posible regular la emisión única de moneda, estructuró un amplio sistema de crédito agrícola y ejidal —que es menester rebobinar— fortaleció la seguridad social, estableció los cimientos antiimperialistas de la educación popular, nacionalizó los ferrocarriles, el servicio público de banca y crédito…
… creó legislaciones obreras, sanitarias, de vivienda popular, sociedades financieras de interés colectivo, un cúmulo de decisiones traicionadas por los mercachifles de la administración que llegaron a empoderarse sin un gramo de emoción social. Se frustró un arsenal de instrumentos institucionales para avanzar como sociedad organizada.
Los abogados formados en las universidades públicas están muy lejos de pensar que el Derecho sea un poder en sí mismo. Todo lo contrario. Son los que saben que su contenido político, la definición de sus fines concretos, la orientación de su ideología social, se derivan de las necesidades estructurales y de las diferentes etapas por las que transita la vida en común.
Tampoco puede ubicarse al Derecho por encima del Estado, ni en la pretensión autocrática o totalitaria de identificar ciegamente los fines del Derecho con las tendencias políticas de los aparatos administrativos. Creen en la permanente renovación de la ley, porque el conservadurismo atenta contra los intereses populares.
En cambio, los econometristas y operadores del capitalismo neoliberal no cuentan con las herramientas indispensables para regular y controlar una estructura social afectada por el aumento vertiginoso de la población, la crisis mundial y la exigencia de una distribución más justa del ingreso nacional. Es imposible, rebasa sus modelos conductuales.
La innovación jurídica debe suponer el desbordamiento de los cauces normativos tradicionales. Las transformaciones que encarna el nuevo Derecho no deben ser compatibles con el sistema de gobierno empleado para el control social de la etapa cancelada.
Quien se resista a que el Derecho prime sobre la actuación ocurrente y desorganizada es todo aquél que pretenda que la realidad se adapte a sus caprichos. Eso ya no puede ser, no debe ser. Debemos vivir en un régimen de leyes, en un Estado donde nadie tenga más que sus merecimientos.
Por todo eso, bienvenida la inclusión en los cuadros del primer nivel del gobierno electo de los abogados egresados de las universidades públicas populares. Ha sido una decisión sensata que marca el principio del fin de los impostores al frente de las riendas del poder.
La función de los consejeros jurídicos del nuevo régimen será inapreciable. Ellos deberán poner las pautas a los otros poderes para que refuercen la percepción de un gobierno electo para impulsar la transformación decisiva del país.
Ahora sí, a deshacer los entuertos pendientes en el Poder Judicial de la Federación. Existen pendientes vergonzosos a los cuales ha de imprimirse velocidad y sensatez para que acompañe al Ejecutivo, en su ritmo, en su rumbo, al tono que demanda la sociedad mexicana.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: A raíz del anuncio de AMLO de sus colaboradores más próximos, la agencia estadounidense AP distribuyó un cable en el que se lee: “Desde su victoria electoral el 1 de julio, el presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, ha sido accesible a la prensa e incluso celebra conferencias de prensa casi a diario. Sin embargo, el martes anunció una centralización de las relaciones con los medios de comunicación, que dejó sin aliento a algunos periodistas, al decir que los departamentos del gobierno ya no tendrán sus propias oficinas de prensa. Todas las relaciones con los medios pasarán por la propia oficina de prensa del presidente una vez que López Obrador asuma el cargo. López Obrador dijo que es una medida para ahorrar costos y evitar la duplicidad. Actualmente, muchos departamentos del gobierno mexicano tienen sus propias oficinas de prensa, e incluso cuentan con considerables presupuestos publicitarios. Además, el gobierno es propietario de varios medios de comunicación.” ¿A qué periodistas habrá dejado sin aliento ese anuncio? Desde el personal punto de vista del escribidor, la mayoría de esas oficinas son un estorbo que impide a los comunicadores acceder a la información. + + + Por cierto, que el periódico que estaría por salir a la circulación y que falsamente se atribuye al senador electo y ex jefe de gobierno de la CDMX es en realidad del millonario perredista Héctor Serrano Cortés. + + + En el lobby del hotel Four Seasons, poco antes de las 9 de la mañana, Aurelio Nuño tomaba una llamada por uno de sus teléfonos celulares, cuando de repente sonó el otro que llevaba en la mano. Contestó. Y acto seguido le dijo a su primer interlocutor que se tenía que ir, rápido, que su jefe —¿EPN?— le pedía que fuera a verlo. Y salió disparado de la hospedería. + + + Todos los mexicanos deberíamos colocar relojes por doquier para contar hasta los segundos que le restan a este sexenio encabezado por Enrique Peña Nieto, al igual que lo hicieron los veracruzanos contando el tiempo que falta para que Miguel Ángel Yunes deje la gubernatura. A EPN, mientras tanto, aún le quedan 100 días en los que puede hacer cualquier otra tontería que atente en contra nuestra.
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