Gracias, pero no, gracias
Freddy Sánchez martes 21, Ago 2018Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Millones de personas confiaron en Andrés Manuel para que tomara decisiones difíciles sobre el futuro de este país. Él hizo lo propio al confiar en su propuesto secretario de Comunicaciones y Transportes, quien a su vez confió en un equipo de colaboradores con el mismo propósito.
Pero, resulta que estos últimos no fueron capaces de escoger entre dos opciones para la construcción del nuevo aeropuerto, por considerar que se trata de una decisión difícil.
Cuando que lo verdaderamente complicado para el próximo gobierno federal será tomar decisiones que le pongan un alto a la sangrienta proliferación del delito a lo largo y ancho del territorio nacional.
Y más que difícil podría ser, naturalmente, el cumplimiento de la promesa de “barrer las escaleras de arriba hacia abajo” para combatir la corrupción y acabar con la impunidad que tanto indigna a la nación, y en eso sí hay un consenso general de “basta ya” de complacencia institucional ante los descarados abusos de la mafia del poder.
Lo del aeropuerto, en cambio, realmente no es tan difícil resolverlo.
Que no “le saquen al bulto”, los que deberían decidir, puesto que sólo hay dos opciones: seguir con la obra en proceso o construir dos nuevas pistas en Santa Lucía.
Por lo mismo, simplemente hay que determinar cuál de ambas acciones a seguir es la mejor y automáticamente se catalogará la opción contraria como la menos conveniente para el interés social.
Lo conducente pues, es garantizar la mayor calidad y durabilidad de la obra, con el gasto público por ejercer más bajo que se pueda y procurando el máximo ingreso futuro para el erario, todo ello, a realizarse en el menor tiempo posible, previendo y evitando que en el mediano o largo plazo los costos resulten más caros que los beneficios del nuevo aeropuerto.
Algo que un grupo de individuos que de querer ser catalogados como expertos en las tareas que realizaron para evaluar los pros y contras de continuar la obra actual o emprender una diferente, no tenían por qué endosar a otros la responsabilidad de correr el riesgo de tomar decisiones por más difíciles que a ellos pudieran parecerles, puesto que caramba hombre, para eso fueron llamados.
Imaginémonos a una arquitecto o ingeniero al que se le pide opinión sobre la viabilidad de un proyecto constructivo (dos o tres si se quiere) para que acorde a su ciencia y experiencia decida por cual optar para la realización de una edificación segura, lo menos costosa y más bella posible y tras un “minucioso” estudio en la materia el consultado saliera con que le es difícil tomar una decisión.
Eso de plano no se vale. Qué clase de profesionistas y supuestos “expertos” rehúyen tomar decisiones por más difíciles que estas sean o por lo menos darse a la tarea de ofrecer una alternativa distinta que supere en beneficios y minimice los riesgos en cualquier obra a realizar, si debe descartarse por inconveniente cualquier proyecto anterior o en proceso de ejecución.
Claro que del fiasco de los “expertos” que estudiaron lo del aeropuerto, no se puede culpar al ingeniero Jiménez Espriú, futuro secretario de Comunicaciones y Transportes y ante la falta de un respaldo técnico confiable en que sustentar su decisión, es natural que Andrés Manuel haya buscado el apoyo social para que la gente decida.
El problema como se ha dicho es que si “los expertos” no fueron capaces de decidir lo que les pareció difícil, tener que hacerse responsables de una decisión como ésta, parece un paquete más que delicado para los ciudadanos, evidentemente, menos capacitados técnicamente para ese propósito.
Así que más vale que el gobierno de Andrés Manuel decida qué hacer o cuando menos ofrezca a los consultados una tercera opción por si no quisieran optar por ninguna de las otras dos (seguir con la obra actual o construir dos pistas en Santa Lucía), pudiendo expresar su rechazo a decidir, prefiriendo decir por ejemplo: gracias, pero no, gracias.