Presidentes prófugos de la realidad… y de la cárcel
Francisco Rodríguez miércoles 15, Ago 2018Índice político
Francisco Rodríguez
Casi todos los presidentes del área latinoamericana han sido pasados a la báscula durante los últimos meses. La operación Lava Jato, una gigantesca investigación sobre los impactos de los chantajes y negocios de Odebrecht se extendieron a todas las naciones, después de que a fines del 2016 la constructora brasileña reconociera haber inodado en sus fraudes y corruptelas a todo dios.
Y eso que nada más se trató de investigar un solo caso, el de Odebrecht, porque sus directivos declararon ante la justicia estadounidense que habían sobornado a los poderes en América Latina. Si se hubiera profundizado en todas las ramificaciones, no quedaría uno solo vivo.
En Perú, Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala se encuentran bajo la lupa de la justicia o a buen recaudo en sus manos. Todos acusados de haber recibido en su campaña y en el ejercicio del poder los sobornos de la empresa carioca.
En Brasil, los cinco ex presidentes vivos tienen acusaciones dentro de Lava Jato. Luz Inácio Lula da Silva, Dilma Rousseff, José Sarney, Fernando Collor de Mello y Fernando Henrique Cardoso, han sido puestos bajo custodia penal por sus implicaciones con la compañía constructora Odebrecht desde hace más de veinte años.
En Argentina, Carlos Menem y Cristina Fernández de Kirchner, con sus bienes “congelados” y sin poder salir del país sin orden judicial. En El Salvador, Antonio Saca, del FMLN y Mauricio Funes tuvieron la desgracia de que sus casos de fraudes coincidieran con las investigaciones en curso de Odebrecht.
Ernesto Samper en Colombia ha caído en desgracia después de estos casos, y obviamente se ha llegado a vincularlo con los financiamientos del Cártel de Cali, así como por haberse hecho pato en investigaciones de financiamientos de la droga en campaña y durante su período presidencial.
En Guatemala, como todos sabemos, fue pasado a la báscula el recién fallecido General Efraín Ríos Montt, acusado de haber perpetrado fraudes significativos y vergonzantes para el tamaño del país vecino. Sufrió una condena ejemplar, después de un proceso llevado a cabo en tribunales locales.
En todo el continente, el presidencialismo ordinario ha sido ejecutado por sentencias nacidas de jueces y magistrados comprometidos con la aplicación de la justicia. En todos ellos se ha demostrado que el pasado puede ser resuelto con la voluntad política, un poco de gracia… y otra cosita.
Comprobando que como México no hay dos, aquí en el rancho grande, nada más no. Aquí la banda presidencial parece que es milagrosa, y supera al cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Es mayor que el Aleluya o que el Sursum Corda.
El único registro con que se cuenta es cuando, por un procedimiento mañoso y alterado desde su origen, quiso encausarse a Luis Echeverría, el asesino del 2 de octubre del ‘68 y del Halconazo del 71 por genocidio, y nadie dejó que la causa se siguiera en los tribunales e instancias internacionales de derechos humanos.
Un enorme revés. Eso de encargarle estos casos a los abogados huizacheros de este ambiente siempre produce pesados bumerangs, que dan al traste con las mejores intenciones. Si algo tiene que cambiar es que perdamos nuestra ingenuidad malinchista y xenófoba con las Cortes extranjeras…… y que empecemos a honrar los convenios internacionales que hemos firmado en estas materias como todo país miembro de la ONU, la OEA y hasta la OCDE que se respete. Y no sólo para dar gusto a las líneas ágatas y a los micrófonos pagados de la prensa escrita y radioeléctrica. Si no lo hacemos, preparémonos a seguir conservando nuestra virginidad jurídica, absolutamente desfasada.
Exactamente dentro de seis años los mexicanos cumpliremos el bicentenario fallido de vivir en el fracasado presidencialismo, una figura copiada de la Constitución de Filadelfia, que allá en ese tiempo tenía para los Estados Unidos una explicación: investir a su presidente de poderes que rivalizaran con el trono británico.
En México sólo sirvió para depositar e un individuo común y corriente la jefatura del Estado y del Gobierno, más todos los poderes existentes cuya aplicación nunca fue correspondida, pues lo primero que hicieron fue entregarse en manos de los intereses externos que afectan la vida colectiva, con raras excepciones.
Es difícil conocer un caso del investido que haya construido una nación independiente, reivindicatoria con los desvalidos. Sólo el ejercicio de odio y miedo, acompañado de algunas ocurrencias y fulgores efímeros.
Existe una real preocupación sobre cómo podrá ser un nuevo estilo, un cambio de rumbo en la República.
Cómo podrá sustituirse el fantasmón publicitario que se ha tejido por los medios bien pagados sobre el aura, la voluntad unipersonal que hace palidecer el poder de las ideas, el vigor de la oposición y el talento de los cerebros nacionales, que nunca pueden llegar a la estatura de los usufructuarios de la banda presidencial.
Lo único que puede revertir esa infame tradición de aura presidencialista es la voluntad acerada de hacer justicia. De dejar que hable la voz del pueblo y fluya hacia todos los rincones de la Nación. Ya es hora de que así suceda. Si no, tendremos que pagarlo con revueltas civiles.
Son muchas las vergüenzas que nos han infligido los próceres de petate, esa caterva de banqueros, administradores de empresas, economistas y abogadillos de tercer talón que han desfilado por la pasarela de Los Pinos. Entre todos, se acumulan varios miles de años de cárcel, impagables y repletos de ruindad supina.
Hombrecitos de medio pelo, incapaces de leer ni de entender el mandato, sujetos a las lisonjas y devaneos del poder omnímodo, que jamás respetaron su palabra ni honraron el voto del pueblo. Entregados a los moche$ y las prebendas, complicitados con lo peor de nosotros mismos, prófugos de la realidad y de las bartolinas.
En México, el caso Odebrecht, archivado por la Procuraduría General de la República, tapadera de todas las acciones y omisiones, es uno entre miles de casos de evidente corrupción, prevaricato, peculado, soborno y chantaje, a cambio de ser favorecidos por la firma principal de Los Pinos.
Existen otros que rebasan la jurisdicción nacional, pues se tipifican como delitos imprescriptibles de lesa humanidad. Cada presidentito cuenta con uno en su haber, como si se tratara de un ombligo. Pero como todos se han tapado con la misma cobija, ya no hay cobija que alcance. Hace falta que aparezca la justicia, pura y dura.
Desde Atenco, Tlatlaya, Ayotzinapa, Tanhuato, Apatzingán, Reynosa, surgen como algas los casos delincuenciales de lesa humanidad que tendrán que ser investigados y revisados por las Cortes internacionales. No hay de otra. Lo contrario sería querer tapar el sol con un dedo.
Y ese dedo, antes intocable, no tiene ahora el influjo, ni el carácter para ser arrasado por los intereses en juego. Esperemos que así sea, por el bien de todos.
Índice Flamígero: El columnista veracruzano, Edgar Hernández, reveló ayer otro presunto acto de corrupción del todavía gobernador panista de la entidad costera. En su columna Línea Caliente, Hernández apunta: “A 15 semanas del cierre del gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares, el SAT pone al descubierto sospechosos movimientos financieros, vía la doble nómina, que podrían superar los mil 200 millones de pesos tan sólo en dos secretarias, la de Salud y la de Educación. El entramado consiste en sumar a la burocracia salarios adicionales hasta por 500 mil pesos anuales que, por supuesto, no reciben en los hechos ya que en sus depósitos quincenales siguen cobrando lo mismo. El Servicio de Administración Tributaria descubrió el irregular manejo de la nómina del gobierno de Miguel Ángel Yunes al no cuadrar las declaraciones anuales del empleado de gobierno con la percepción salarial “timbrada ante el SAT” por el gobierno del estado. Un incidente, aparentemente menor, que pone al descubierto el millonario desvío sucedió en noviembre del año pasado cuando centenares de trabajadores de la Secretaría de Salud aparecieron en la nómina de una ‘Empresa fantasma’.” Con razón allá dicen “¡que regrese El Gordo! ¡Robaba, pero hacía las cosas bien!”
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