Rendición de cuentas de perdedores
¬ Augusto Corro miércoles 15, Ago 2018Punto por punto
Augusto Corro
Los priístas casi desaparecieron del mapa político tras la vapuleada que recibieron en los comicios presidenciales recientes.
Fue estrepitosa la derrota del Partido Revolucionario Institucional y, ahora, no falta quien exija rendición de cuentas a quienes llevaron a esa institución política al fracaso rotundo.
La tragedia del partido tricolor empezó a gestarse casi desde su nacimiento. Engolosinados con el poder, los priistas se sintieron con todo el poder del mundo para gobernar el país con toda clase de abusos e injusticias.
En los últimos sexenios, el PRI más que gobernar se dedicó a desgobernar. Poco le interesó atender a una sociedad urgida de justicia, seguridad y paz. Algún día los mexicanos tenían que votar contra la corrupción e impunidad y así lo hicieron el 1 de julio.
El PRI fue vapuleado como nunca en su historia. En el presente, el Revolucionario Institucional quedó en cenizas. Nadie quiere responsabilizarse de la derrota. Sin embargo, algunos tricolores quieren saber que ocurrió realmente con el partido y quienes provocaron su estrepitosa caída.
Por ejemplo, César Augusto Santiago, ex dirigente del PRI y una de las voces inconformes de siempre, exigió que rindan cuentas las cúpulas del poder priísta que participaron en la lucha electoral que les resultó deplorable.
Como señalamos, la derrota del Revolucionario Institucional obedeció a errores y a malas decisiones de los dirigentes, pero también a la política económica insensible del gobierno federal priista.
Cuando se empezó a aplicar, sin contemplación alguna, el incremento a los precios de la gasolina y las autoridades se negaron a escuchar las quejas de los afectados, el Revolucionario Institucional firmó su sentencia de muerte.
Como si se tratara de una gracia o un chiste, los precios en los combustibles continuaron la escalada. El 1 de julio nadie votó por el PRI como pretexto al incremento a la gasolina, que a su vez repercutió en los precios de los alimentos.
El tema de las gasolinas estuvo presente en la multicitada contienda electoral, pero como uno de los hechos recientes que se sumaron a los conflictos de corrupción registrados en los diferentes niveles de gobierno.
Además, la violencia jugó un papel muy importante en la manera de pensar del electorado que anhela la seguridad y la paz que no pudieron darle los priistas. Basta con revisar los índices de delincuencia para saber que las masacres ocurren a lo largo y ancho del país, con una delincuencia desatada. ¿Y la impunidad? Las autoridades priístas tampoco se empeñaron en brindar una atención adecuada en la procuración e impartición de justicia.
Una revisión en el número de linchamientos y el surgimiento de autodefensas, en diferentes partes del territorio nacional, nos hablan de la ausencia de autoridades. Se grabó en la mente de los mexicanos el peregrinar de las familias en busca de sus seres queridos desaparecidos, en fosas clandestinas por todos lados.
Los gobernadores priístas corruptos jugaron un papel muy importante para abollar la imagen del Revolucionario Institucional. Como si se tratara de una competencia para escoger al más saqueador de los mandatarios estatales, aparecieron los casos de Javier Duarte, de Veracruz; Roberto Borge, de Tabasco; y César Duarte de Chihuahua.
Ya estaba el antecedente de otros gobernadores, como Andrés Granier Melo, de Tabasco, aún en la cárcel. Y otros presuntos delincuentes como Tomás Yarrington, de Tamaulipas, presuntamente relacionado con la delincuencia organizada.
En el antiguo PRI la guerra política interna se controlaba. Los perdedores recibían sus premios de consolación. En los últimos sexenios, la jerarquía priista ensoberbecida de poder se olvidó de sus militantes y estos respondieron de la misma manera.
Los beneficiados de la política siempre fueron los mismos. Ahí estuvieron los dirigentes cetemistas, el líder petrolero Carlos Romero Deschamps, el eterno Emilio Gamboa Patrón, que llevaron a su partido al estado agónico rumbo a su extinción.
Fueron demasiados los errores que cometieron los dirigentes políticos que intervinieron en la contienda electoral. A los señalados arriba hay que agregar una mala elección de su candidato presidencial.
¿A quién se le ocurrió designar a José Antonio Meade Kuribreña como abanderado priista en la búsqueda de la presidencia de la República?
El que lo nombró es uno de los que debe rendir cuentas.
El mencionado Meade Kuribreña, un exfuncionario en los sexenios panistas y priísta, fue el nominado, en un partido donde abundan toda clase de políticos, que no fueron tomados en cuenta.
Los líderes priistas Enrique Ochoa Reza y René Juárez Cisneros no pudieron enderezar la nave. La derrota del PRI se veía venir, pero nadie quiso tomar medidas preventivas. Una señal de alerta fueron las elecciones de años anteriores, cuando el Revolucionario Institucional empezó a perder las gubernaturas.
Ochoa Reza, un político frívolo, ayudó a hundir a su organización política. Juárez Cisneros, dinosaurio de origen, nada pudo hacer para rescatar al barco priista que se hundía.