Penitencia por delante
Freddy Sánchez martes 14, Ago 2018Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Dos Padres Nuestros y tres Aves Marías, no bastan. Ni siquiera el rezo de un centenar de rosarios completitos.
El perdón o amnistía a delincuentes (tratándose lógicamente de los “pollos gordos” de la delincuencia organizada, además de sus cómplices de “cuello blanco” y muy especialmente los de la política), tiene que ser ampliamente retributivo y compensatorio de las faltas cometidas.
Que la “rebanada del pastel” alcance para reparar los daños, a causa de la inseguridad y el consecuente pavor ciudadano, como secuela funesta del crimen sangriento entre bandas delictivas y su confrontación paralela contra los cuerpos de seguridad.
El pago de una indemnización social ante la impunidad delictiva en los últimos años, es más que justo y necesario.
En ese tenor, por qué no pensar realmente, en aplicar la amnistía a los criminales que durante los últimos seis sexenios, convirtieron sus actividades delictivas en una plaga fuera de control y altamente mortífera.
Dios puede perdonar los pecados de cualquier que se arrepienta, con la sola manifestación al cielo de un futuro comportamiento amoroso para el prójimo, pero entre hombres de carne y hueso, la reparación de daños no puede quedar a voluntad de los delincuentes.
Aquellos que hubieran incurrido en delitos, obligados por sus más ingentes necesidades de subsistencia, son otra cosa. Perdonarlos sin sanción alguna, se justifica como lo sería, naturalmente, crear acciones institucionales capaces de ofrecerles nuevas opciones de vida que los hagan desistir del regreso a una u otra actividad fuera de la ley.
No es el caso, lógicamente, de los que se han enriquecido hasta el hartazgo incurriendo en una u otra conducta criminal, desde narcotráfico en sus diversas modalidades, trata de blancas, secuestros, robos mayores, extorsiones, “huachicoleo”, entre otras inclinaciones por el delito que permite la acumulación fácil de grandes fortunas, y por lo mismo en estos casos, es imperativo que el perdón se otorgue bajo ciertas condiciones.
Digamos por ejemplo un cese inmediato de la proliferación delictiva y las matanzas entre criminales, a la par del otorgamiento de una especie de bono compensatorio en favor de las víctimas del delito y la sociedad en general agobiada por la angustia de saberse a merced de manos criminales en cualquier parte del país.
Así que es pertinente cuidar los detalles de una amnistía a los delincuentes, si es que a fin de cuentas, el gobierno de Andrés Manuel llega a la conclusión de que esa es una vía propiciatoria para lograr lo que sus antecesores inmediatos, definitivamente estuvieron lejos de conseguir.
O sea, la recuperación de la seguridad en todo el país con una baja cierta y efectiva en todo género de actividades delictuosas, especialmente, en aquellos rubros que más laceran la sensibilidad social y han creado un clima de horror entre la población en general a grado tal que la mayoría teme ser víctima de una atrocidad criminal en cualquier momento.
De modo que no bastaría que a cambio de un pago por su perdón, a los delincuentes se les deje manos libres para volver a delinquir cuando y cómo les venga en gana.
Tras la amnistía, habrá que tenerlos vigilados y proceder a una sanción ejemplar, como la cadena perpetua e incluso la pena de muerte para los que vuelvan a involucrarse en delitos por los que hubieran sido perdonados.
Ahora que en cuanto a los montos de las penalizaciones económicas, a cambio del perdón o la amnistía para los delincuentes, bien podría darse un plazo perentorio de una máximo de cuatro meses para los que se acojan voluntariamente a la solicitud del perdón, debiendo incrementarse el monto de dicho pago, entre más tarden los delincuentes en decidirse a cambiar de vida y se comprometan con ello a dedicar los bienes que logren conservar única y exclusivamente para actividades productivas.