Consenso de lambiscones
Freddy Sánchez martes 31, Jul 2018Precios y desprecios
Freddy Sánchez
A la pregunta de qué hacer con los feos, lo más probable es que habría toda clase de respuestas, incluida la de esconderlos o maquillarlos y de “pilón” la sugerencia de fajar a los gordos y ponerlos a dieta. Preguntar por preguntar puede redundar en resultados funestos.
Algo comúnmente ajeno al deseo de contribuir a un acuerdo sensato sobre lo que compete a expertos más que a neófitos catalogar de buenas o malas prácticas a seguir en busca de soluciones apropiadas a grandes necesidades sociales.
Inquiérase a los alcohólicos y drogadictos, sobre cuál de tres medidas sería la más eficiente para curar sus vicios y eso equivaldría a “echarse un volado” para ver si de “chiripa” escogen la mejor y no la peor opción posible en torno a las políticas a seguir institucionalmente con miras a tratar con esos males.
Y ese justamente, podría ser el “talón de Aquiles” de una consulta a la gente sobre el futuro del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, puesto que el conocimiento para resolver en ese aspecto, sería mínimo entre los consultados por más que, previamente, se ventile en público la opinión de especialistas sobre el tema.
Las tres opciones a plantear a la comunidad como se ha dicho que sucederá, ameritaría que los consultados conocieran perfectamente de qué se les está hablando, a fin de que su opinión se sustente en un razonamiento capaz de diferenciar con claridad qué opción es realmente mejor para la economía, el progreso y el sano desarrollo urbano.
En ese aspecto pues, lo apropiado sería que los consultados sin lugar a dudas pudieran escoger sin riego de equivocarse y en ese aspecto, apoyar el plan original para la construcción del nuevo aeropuerto, ( sin cambios de ninguna naturaleza), a no ser que se pronunciaran porque se concesione la obra a la iniciativa privada, ( eliminando financiamiento público), o de plano echar abajo todo el proyecto y construir dos nuevas pistas aéreas en Santa Lucia.
Tres cuestiones que por elemental sentido común, evidentemente no sería el ciudadano “de a pie”, sino los expertos en la materia, los más indicados para determinar cuál de ambas conviene o no adoptar para continuar con la construcción de nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, a efecto de garantizar la ejecución de una obra funcional y adecuada en todos los aspectos habidos y por haber para el bien común y no sólo de un grupo de adinerados inversionistas.
Un paquete demasiado grande para la gente del pueblo. Así que más vale que sean lo que saben de estos menesteres los que asuman el compromiso de dejar las cosas como están o adoptar cambios de una u otra forma en el proceso de construcción de la terminal aérea en cuestión.
Y algo que no puede ignorarse en esta gran decisión es que a la sociedad mexicana se le debe una explicación respecto a los motivos que pusieron bajo “la lupa” lo acordado con inversores privados por el gobierno de Enrique Peña Nieto y si hubo concesiones “tramposas” con ánimos de corrupción, que eso se remedie no sólo con las modificaciones necesarias en materia de edificación del nuevo aeropuerto, sino procediendo a poner a disposición de autoridades competentes a los presuntos responsables de cualquier ilícito.
Para ello es menester que el futuro gobierno cumpla sus promesas de poner un alto a la corrupción en México. El propio Andrés Manuel dio la pauta recomendando a sus colaboradores comportarse con absoluta rectitud o atenerse a las consecuencias porque serían los primeros en sentir la mano de la justicia.
Otra cosa que también dijo el tabasqueño y que valdría la pena aplicar en el caso de la revisión de la construcción del aeropuerto es evitar que cuando el presidente pregunte qué hora es, la respuesta invariablemente sea “la que usted diga señor presidente”, lo que naturalmente constituiría un acto de insana lambisconería, y por lo mismo, es preciso que el futuro del nuevo aeropuerto lo determinen expertos que no actúen para quedar bien con nadie en particular y además asuman la responsabilidad de su diagnóstico, evitándose así que la consulta pudiera llegar a ser en buena medida un teatro para privilegiar un consenso de lambiscones.