Crimen sin castigo
Alberto Vieyra G. miércoles 25, Jul 2018De pe a pa
Alberto Vieyra G.
Allá por 1980, en un lugar supersecreto de la Tierra, probablemente a la mitad del océano Atlántico y a la hora en que salen los espantos, dos enigmáticas y ponzoñosas figuras políticas, se reunieron para buscar como dominar al mundo sin ejércitos, armas y sin soltar un solo tiro.
Perpetrarían un crimen aún sin castigo.
Ronald Reagan, un fracasado actor de Hollywood, pero siniestro en el ejercicio del poder presidencial de Estados Unidos y Margaret Thatcher, llamada la dama de hierro, primera ministra británica, acordarían dominar al mundo mediante dos ejes fundamentales:
1° Desregulación del Estado o los Estados.
2° La venta de empresas del Estado a la Iniciativa Privada (IP).
El primer eje consistía en que el “imperio capitalista del mal” sólo invertiría en las naciones que llevarán a cabo ambiciosas “Reformas Estructurales”, es decir, que desmantelaran al Estado y reformaran leyes para controlar al mundo mediante el -comercio de libre mercado-, en el que los grandes oligopolios tuvieran manga ancha para aumentar precios sin ningún control del Estado, ¡La ley de Herodes!
El segundo eje consistía en el “adelgazamiento del Estado”, es decir, que el Estado no debía poseer empresas paraestatales, no debía ser patrón y dejar de ser tutor de pueblos gandules y que el Estado sólo debería ser rector de la economía, pero con un bajo perfil. Sólo les faltó decir, que el Estado debería estar como los chinitos “nomás milando”.
Los gobernantes, lacayos del capitalismo, llamados también tecnofondomonetaristas cayeron en la trampa, haciéndonos creer a los pueblos que la crisis económica que vivía el mundo, sería resuelta con la llamada macroeconomía, esto es, la economía al servicio de las grandes empresas, que deberían pagar pocos impuestos y que el Estado debería rescatarlas con dinero de los pueblos en caso de posibles quiebras, bajo la tiránica mentira de la preservación del empleo.
El “imperio capitalista del mal” utilizaría a los más importantes economistas del mundo para meterles a los falsos profetas en la cholla el llamado consenso de Washington, ideado por el economista norteamericano, John Williamson, que consistía en lo siguiente: 1.- Disciplina fiscal. 2.- Reorientación del gasto público y cancelación de subsidios para los pobres. 3.- Reforma fiscal para ampliar la base tributaria. 4.- Bajas tasas de interés bancarias. 5.- Tipos de cambio competitivos. 6.- Liberalización total del comercio, sin restricción alguna. 7.- Liberalización de las barreras a la inversión extranjera directa 8.- Privatización de las empresas paraestatales. 9.- Desregulación de leyes que impidan el comercio libre y 10.- Seguridad jurídica para los derechos de propiedad.
Ese venenoso decálogo acabaría con los mercados internos de las naciones y acabaría con la pequeña y mediana empresa, la gran generadora del empleo. Y también ese maldito modelo económico neoliberal, fue el que pasado 1 de julio recibió una estrepitosa derrota en las elecciones presidenciales de México. Los vendepatrias gobernantes tecnofondomonetaristas también fueron derrotados.
Y usted se pregunta… ¿Pará qué se construyó el ponzoñoso prianismo en 1988? y ¿Para qué actualmente se construyó el PRImor? ¿Con que fin?
Aquí se lo diré mañana.