Todos somos Alicia
¬ Humberto Matalí Hernández lunes 14, Nov 2011Al son de las fábulas
Humberto Matalí Hernández
y de qué sirve un libro -pensó Alicia- si no
tiene ilustraciones ni diálogos.
—Soy mayor que tú; por lo tanto, tengo razón.
Lewis Carroll. | Alicia en el país de las maravillas.
Charles Lutwidge Dodgson nació en 1832 y falleció en 1898, por lo tanto fue partícipe del imperio británico de la reina Victoria, cuando el expansionismo inglés llegó a su máxima proyección. Como maestro de matemáticas publicó diversas obras y estudios sobre esa materia. Pero bajo el seudónimo de Lewis Carroll logró su permanencia en la literatura universal.
“Alicia en el país de las maravillas” y “Alicia a través del espejo”, el primero escrito en l865 y el otro en 1871 fueron inspirados por tres niñas que eran sus amigas -en la actualidad lo acusarían de paidófilo- a las que fotografió en algunas poses que denotan erotismo, aunque por encima de cualquiera de esas situaciones perversas está lo valioso de su obra literaria, en donde vienen versos y canciones humorísticas y otras de crítica social, excelentes y tan estrambóticas y audazmente absurdas como los personajes de sus obras.
Se dedicó a la docencia de las matemáticas y a una vida retirada en Christ Church, como hijo de un clérigo fue ordenado diácono. Es ahí en donde conoce a la pequeña Alicia Liddell, hija del ministro de ese lugar, en las charlas con ella y sus hermanas, al contarles historias y cuentos, que imaginaba sobre la marcha, se inspiró para escribir “Alicia en el país de las maravillas”, para “complacer a una niña a la que quería”, confiesa Lewis Carroll en su diario, al narrar la manera en como creó la novela, que primero fue narración oral, después una versión manuscrita y finalmente una obra redactada en forma. Fue un proceso que llevó tres años de creación.
Tanto en el país de las maravillas, como a través del espejo, Alicia se enfrenta a un mundo al revés, alterno al racional y formal en extremo, como correspondió a la época Victoriana. Para lograr ese contraste Carroll crea un ambiente “patas arriba”, jocoso, sarcástico en donde la anarquía es el elemento natural, con una Alicia desfasada que se incorpora con las mismas neurosis al ambiente de los personajes que conoce durante las visitas a los terrenos oníricos.
La imaginación del autor convierte a Alicia en la figura excéntrica en un mundo donde lo normal es lo bizarro, empeñada en conservar las imperturbables y perennes reglas de la sociedad de la que viene y es formada, como los representa en los diálogos con diversos personajes, por ejemplo en la merienda con la Liebre de Marzo, el Sombrerero y los demás convidados. En otro capítulo y escena, el Gato de Cheshire, le lanza la sentencia a la pequeña visitante “…aquí estamos todos locos…”.
Condena que llevada siglo y medio adelante se aplica a la sociedad actual, al mundo autodestructivo, que es parodia de los universos literarios creados por Lewis Carroll, en donde “todos estamos locos”. Cuestión de encontrarse reflejados en cada unos de los neuróticos, histéricos y humorísticos personajes. No se necesita mucho esfuerzo mental para encontrar la locura de la Reina de Corazones de los naipes ingleses, que grita con cualquier motivo “¡Qué le corten la cabeza…!”.
Muchos de los actuales gobernantes, disfrazados de demócratas, para ocultar las aberraciones que cometen y dicen con gusto pedirían la misma sentencia, para más de uno de sus opositores y críticos. Cuestión de que se sumerjan en el país de las maravillas de Carroll, cual si fuera el “maravilloso país” de una casta gobernante, que al igual que los personajes literarios, hablan, actúan y ordenan locuras, cada uno por su lado, para mantener el mito de habitar y gobernar un reino de ensueño. Aunque son más respetables y lógicos los sueños de Alicia, que la pesadilla impuesta a los seres reales, al ser gobernados por la estulticia y la soberbia.
En 1890 Lewis Carroll publicó una versión para niños “de cero a cinco años”, a la que títuló “Alicia para los pequeños”, pero con las mismas características de gran literatura, nada superficial y comercial como sucedió con el filme de dibujos animados, hecho por Disney, que se salva por algunas escenas verdaderamente surrealistas, pero que altera con la banalidad típica holywoodense, el fondo neurótico de la obra literaria.
Por su parte, “A través del espejo”, es todo un tratado matemático y una larga partida de ajedrez en donde Carroll impone las reglas y crea los argumentos y personajes con una precisión analítica y cerebral, en contraste con la obra anterior orgánica y emocional. Pero con poemas extraordinarios:
“Niña de frente pura como un cielo sin nubes / y ojos de sueño y dicha, / aunque la ley del tiempo a los dos nos separe / la mitad de una vida, / acoge como ofrendas este mágico cuento / con amable sonrisa”. Dice el verso inicial de la novela, que es y debe ser más comprensible para adolescentes y adultos que para niños.
Menos conocida que la primera novela, sobre todo en traducciones al español, sin ser inferior, con el planteamiento tan maravilloso e ilógico como la primera, con razonamientos analíticos extraordinarios, con sarcasmos más hirientes y estrambóticos, con problemas de ajedrez asombrosos, sobre los que el autor aporta las soluciones después de retar al lector.
En las librerías se encuentran de “Alicia en la país de las maravillas”, las más diversas ediciones, desde las ridículas y torpemente resumidas por los torpes editores que consideran a los niños con poca o nula imaginación, hasta extraordinarias y bien armadas, con traducciones bien hechas y las ilustraciones originales del dibujante John Tenniel, que llevó al carbón, lápiz y grabado los personajes y aventuras de Alicia.
De “A través del espejo” es más difícil encontrar buenas ediciones, pero llegaron varias hechas en España en donde, los traductores olvidaron los localismos y trabajaron muy bien los textos. Es cuestión de búsqueda y paciencia atrapar esos ejemplares.