Campaña electoral fatídica
¬ Augusto Corro miércoles 27, Jun 2018Punto por punto
Augusto Corro
A partir de mañana empezará la veda electoral y los candidatos ya no podrán realizar actos proselitistas ni colocar o distribuir propaganda. Tampoco se permitirá ninguna promoción de encuestas de preferencia del voto.
Concluyen, pues, las campañas electorales de los aspirantes a cargos de elección popular más sangrientos en los últimos años de la historia moderna de México, que nos coloca en un país con pleno retroceso a la barbarie.
Alrededor de 48 candidatos fueron asesinados. La ineptitud de las autoridades dejó en la impunidad la mayoría de los crímenes. No sabremos quiénes son los responsables de esos homicidios.
Aunque por la saña y la brutalidad que se utiliza, bien podría culparse al crimen organizado que decidió participar en la contienda electoral con la fuerza de las balas, con el propósito de eliminar a los candidatos opuestos a sus intereses.
El proceso electoral (septiembre de 2017 y junio de 2018) registró 120 políticos ultimados (102 hombres y 18 mujeres), según la consultora Etellekt. La violencia alcanzó también a decenas de funcionarios que no tenían relación con la competencia electoral.
La clase política vivió un cúmulo de agresiones nunca antes visto. A mediados de junio el número de muertos era de 114. Sin embargo, la respuesta de las autoridades fue nula. Sólo se escucharon algunos discursos que condenaban las acciones criminales.
LA LUCHA POLÍTICA Y LOS “CASCARONES”
Las organizaciones políticas llegan llenas de ilusiones, falsas, al cierre de la campaña. Ya saben quiénes perderán y quién será el ganador en esa competencia electoral, en la que se perdieron las fronteras de la ideología y los principios.
En el seno de los partidos se vivieron cambios extraordinarios incomprensibles al principio. Por ejemplo, el partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) recibió en sus filas a cuanto desertor político se le presentó.
No solamente ex perredistas recibieron refugio en Morena, sino también encumbrados ex priístas y ex panistas que convirtieron a esa institución política en algo parecido a un bote de tamales verdes, rojos y de dulce.
No importó el pasado de los nuevos morenistas. Seguramente algunos, con expedientes que rechinaban de limpios, pero otros con tanta mugre que al rato se convertirán en dolor de cabeza de los dueños de Morena.
Los otros partidos políticos resintieron la fuga de dirigentes y de la propia base de militantes. Uno de ellos, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) se quedó en el puro “cascarón”, luego de las renuncias de sus dirigentes.
Su urgente necesidad de un salvavidas lo llevó a participar en la coalición Por México al Frente (PAN, PRD y MC) que, en una ambición desmedida desapareció las ideologías. Todos se impusieron como meta la recolección de votos y se les olvidó su origen de derecha recalcitrante e izquierda comodina.
Todos parejos en una competencia que tiene a su abanderado, Ricardo Anaya en el segundo lugar de las preferencias electorales y a Acción Nacional al borde de conflictos internos derivados de ambiciones por el poder.
El mencionado Anaya consiguió la candidatura presidencial a base de traiciones en el partido. Además alimentó la lucha de anayistas contra calderonistas, estos últimos encabezados por Felipe Calderón, ex presidente de México. La pugna en el PAN será incontrolable y Anaya sumido en la derrota no tendrá otra opción que rendirse, si quiere que su partido no resulte con daños irreversibles.
LAS TORPEZAS PRIÍSTAS
Según las encuestas, José Antonio Meade Kuribreña, candidato presidencial priísta, se encuentra en el tercer lugar en la lucha por la silla presidencial. No le auguran ninguna posibilidad de triunfo.
El Revolucionario Institucional (PRI) desde la precampaña mostró sus debilidades, que al final lo tienen en condiciones difíciles, a tal grado que se habla de su desaparición. No ocurrirá así. No por el momento, pienso, pues tiene una estructura política que le serviría como salvavidas.
Además, doce años de mantenerse con vida en los sexenios panistas le dieron la experiencia suficiente para sortear adversidades. Aunque en el presente, la situación podría ser diferente.
Aunque el terremoto que sacudirá al PRI se ve como una realidad más que una amenaza. El gran error del tricolor fue no sacudirse la imagen del presidente Enrique Peña Nieto y su pésima administración al frente de los destinos de México.
Nadie hizo el intento de separar esa imagen negativa del partido que ya cargaba volúmenes mayúsculos de corrupción de sus gobernadores y funcionarios públicos, expuestos en los últimos meses ante la opinión pública.
La jerarquía tricolor no quiso entender que la sociedad mexicana se encuentra harta de tanta corrupción, violencia e impunidad. Que es urgente regresar a los caminos de la legalidad y la seguridad.
Ante esa cerrazón, en el PRI optaron por tomarle el pelo al electorado y designaron a un candidato ajeno completamente al partido. Fue una ofensa que nunca perdonarán los priístas radicales, de hueso colorado, que fueron desplazados por las incongruencias de sus líderes.
Ante la irracionalidad de la dirigencia priísta, a partir del 2 de julio las pugnas en el partido se recrudecerán y el partido se encaminará a una reestructuración que, seguramente, ahora sí contará con los verdaderos priístas, aquellos que no tuvieron ni voz ni voto en las decisiones torpes que dañaron su organización política.
¿Y los platos rotos? Alguien los tendrá que pagar. Así de sencillo.