Ante la globalización rapaz, nuestros valores nacionales (*)
Francisco Rodríguez jueves 21, Jun 2018Índice político
Francisco Rodríguez
El origen de la aldea global fue un concepto mediático que trataba de explicar la necesaria uniformidad de los procedimientos informáticos y cibernéticos en la década de los setentas del siglo anterior, en función del desarrollo de los sistemas de la información y del conocimiento que habían llegado a este planeta dizque para quedarse.
Antes de esa década, desde las universidades estadounidenses se empezó a utilizar como garlito, como un cebo con anzuelo, para aplicar la teoría de la globalización a los sistemas económicos, sociales y jurídicos, en aras de la integración supranacional, desde luego con la normativa y la prevalencia del más fuerte en el panorama. Se traicionó así el legado de Marshall McLuhan.
En nuestro continente fue la expresión más acabada para lograr un contrapeso importante que refrenara el éxito que conseguía la Comunidad Económica Europea, a través de la desregulación del comercio extra fronteras que estaba logrando a pasos agigantados beneficios a las naciones asociadas . Sólo así se puede explicar la prisa desmedida para su aplicación.
Sólo que la ambición del Imperio regulaba todos los pasos, los modos y las maneras. El concepto globalización de las economías pronto se emparentó con la privatización de los aparatos y sistemas públicos, con la desregulación monetaria, comercial y financiera y con la imposición de modelos macroeconómicos para dirigir la economía y el aparato neoliberal que la globalización impulsa hasta la fecha.
Sin embargo, la teoría global y neoliberal, más su fiebre privatizadora, nos ha conducido a la rebelión de los pobres, a la casi extinción del Estado benefactor y de los sistemas de bienestar y a los umbrales de guerras impensadas por el control de todo: el agua, la alimentación, la salud, las drogas heroicas, los sistemas de seguridad y la justicia.
En el marco internacional, las naciones menos desarrolladas han sido afectadas de cuajo por estos procesos brutales e inconsultos. Algunas naciones que, al mismo tiempo que las más desarrolladas, aplicaron flujos financieros para suavizar las medidas, como seguros de desempleo, financiamientos colaterales al despido, mejores mecanismos de ahorro y capitalización y la posibilidad de insertar antiguos servidores y profesionales en nuevos modelos laborales pudieron brincar la vara. Los mexicanos no. Seguimos hasta la fecha aplicando ciegamente lo que nos dijeron que hiciéramos.
En el modelo de desarrollo mexicano donde el Estado fue siempre el motor de la inversión y, en muchos aspectos, el impulsor de la constitución de nuestros rasgos nacionales, el traslado de las actividades públicas a manos privadas representó un duro golpe al crecimiento y a la gobernabilidad.
Hoy debemos luchar contra el mito neoliberal y la fiebre globalizadora, antes de que consiga enterrar todo el Estado. No sólo porque ya ha sido abandonado en la mayor parte del planeta, sino porque nosotros debemos ser conscientes…… de que, lo que no logre un proceso de desarrollo basado en el fortalecimiento del mercado interno, menos se obtendrá a base de firmar acuerdos de libre comercio que nunca respetan las condiciones cuando afectan los intereses de los más fuertes, de sus impulsores. Véase lo que está pasando en todo el mundo occidental.
El neoliberalismo global no tiene ya como objetivo detener el socialismo, la revolución cubana, el bloque soviético, los ejes del mal, el fundamentalismo árabe y musulmán, libio o coreano. Su meta hoy es acabar con todo asomo de progreso y libertad en cualquier parte que ose presentarse. Ahora los ejes del mal somos nosotros.
La carne de cañón del neoliberalismo, la globalización, la privatización, la desregulación y los mitos macroeconómicos siguen siendo sólo para nosotros. Nuestros gobiernitos neoliberales son los lacayos absolutos del poder financiero de Nueva York, Londres y Hong Kong impulsores de la globalización. Y como esta globalización fracasó en todos lados han decidido que México sea su zona de influencia exclusiva.
Todos los conceptos estructurales de la viabilidad de un país chocan con el de la globalización que esencialmente es un proceso de desnacionalización de los mercados, de las leyes y de la política. Es la ruptura del conocimiento, porque donde hay una sociedad existe un derecho propio que se redactó conforme a necesidades e idiosincrasias intransferibles, sea por colonización, invasión o imitación extralógica.
Sería hablar de derecho transnacional, en lugar de hablar de derecho internacional. Aceptar lo contrario sería orillar al mundo a destruir el concepto de Estado – Nación. Los juristas no le han dedicado la reflexión que esto implica. Lamentablemente, no debe tener viabilidad.
La experiencia mexicana sobre este peligroso tema ha sido demasiado desafortunada. La globalización se nos aplica cuando abandonamos conceptos fundamentales para seguir instrucciones de dominación. Se imponen las conductas normativas por plegarse al prurito de zonas de influencia, de espacios hegemónicos.
Y el ciberterrorismo apunta hacia allá. Es suficiente con recordar el efecto pernicioso que sufrimos con la imposición de actitudes de intromisión, espionaje y ridículos de todo género con la adopción de los mecanismos violatorios de las Actas Patrióticas de Estados Unidos, a propósito de complicitarse en sus invasiones preventivas recientes en el Oriente musulmán.
En fin, que es y ha sido demasiado traumático. La globalización, acompañada del neoliberalismo, de la mano invisible, de la supuesta honestidad de las fuerzas del mercado y de la privatización, la desregulación y el coloniaje nos ha dejado exhaustos como sociedad nacional. No aguantamos una más.
Ciberterrorismo es el que padecemos en los terrenos monetario, comercial, financiero y de seguridad nacional, sujetados por legislaciones ordenadas desde las oficinas públicas de Washington y por las corredurías neoyorquinas interesadas en llevarse el santo y las limosnas. Nos han dejado sin reservas y sin esperanzas.
Globalización jurídica es la que estamos observando cuando una pandilla de descastados quieren a todo trance utilizar nuestras instituciones nacionales, Congresos y asociaciones empresariales para hacernos similares en los comportamientos legales de sus bufetes transnacionales para facilitarles defensa y triunfo en nuestro patio.
Así sucede con la moralización de los procedimientos jurídicos en los sistemas penales, y los que amenazan ingresar en la legislación mercantil, administrativa, fiscal e incluso constitucional. Se trata de borrar toda memoria de identidad y pertenencia para acomodarnos a la aplicación de reglas forenses que a los únicos que benefician son a sus procónsules, habilitados y representantes en México.
Ciberterrorismo es un concepto demasiado similar a la globalización jurídica, a la mano invisible, al pandillerismo económico de la privatización desregulada y a nuestro fracaso como sociedad civilizada.
No creo que sea diferente en los casos de cualquier sociedad que luche por salir del atraso.
Nuestro voto debe ser por la independencia, por la autonomía y la defensa de los valores nacionales. No debemos permitir que esta globalización avance en ningún rubro, antes de pensar en lo que nos conviene a nosotros mismos. Las estructuras económicas del capitalismo salvaje nos han arruinado y disminuido.
(*) Participación del autor en el Foro Globalización del Derecho, celebrado ayer, y organizado en San Lázaro por los diputados Macedonio Tamez y Delia M. Rocha, así como por Juan Negrete.
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