Desamor al prójimo
Freddy Sánchez martes 19, Jun 2018Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Ahora sí: hay lo que hay y no hay más.
Los aspirantes presidenciales tuvieron todo el tiempo que legalmente se les concedió para convencer al electorado y a lo largo de sus campañas políticas, (incluso antes de estas), se pintaron de pieza cabeza ante la nación.
Dijeron cuanto quisieron decir y toca a los ciudadanos decidir.
En lo que resta de aquí a la elección del primero de julio, los que andan en plena disputa electoral deseosos de plantarse la banda presidencial, difícilmente podrán hacer más para conseguir el voto ciudadano, intentando ganar adeptos de último momento o pretendiendo recuperar a los que perdieron.
Todo indica que las apuestas están hechas, entre los ciudadanos con capacidad de elegir al futuro primer mandatario de la nación, aunque no hay que desconocer un detalle.
Las encuestas sobre preferencias electorales se quedarán atrás para dar espacio a la reflexión individual antes de que cada quien con absoluta libertad y en la secrecía de la urna, emita su voto.
Justo en ese instante, sólo el elector y su conciencia y voluntad tendrán la posibilidad de cruzar la boleta que les inspire confianza.
En ese aspecto, vale la pena hacer un ejercicio que facilite tan importantísima decisión en el momento crucial que está pasando México en la víspera de lo que vendrá para los siguientes seis e incluso porque no pensarlo, diez, veinte o treinta años, en beneficio o perjuicio de la mayoría, según sea la ruta a tomar en este proceso electoral por parte de los electores.
Conviene pues estar conscientes de que los mexicanos, todos, no vamos a asumir cargos electorales, con sueldos de gran cuantía y tampoco podremos gastar en la adquisición de residencias o departamentos de lujo, flamantes automóviles, servicios hospitalarios privados, viajes, comilonas, contratación de empleados de seguridad y asesores y demás ventajas y privilegios que ofrecen los cargos a ocuparse para el próximo ciclo sexenal.
Esa clase de beneficios están reservados para los que asumirán más de ochenta mil cargos de elección popular, (el presidente, diputados, senadores, gobernadores, alcaldes y concejales), familiares y amigos cercanos.
Pase lo que pase en el país, los que detentarán el poder en la nueva era institucional a la que dará paso la elección del primero de julio, aquellos más que vivan al amparo de su protección y los que gocen de una relación amistosa con ellos, aparte de los que traigan entre manos buenos negocios y la idea de hacer ricos a sus benefactores, naturalmente, que poco o nada deberán preocuparse respecto a su bienestar en los próximos años.
Así que la gente común, burócratas, medianos y pequeños empresarios, comerciantes, los sobrevivientes de la clase media, la creciente disparidad de las clases populares y los distintos sectores de pobres, inevitablemente, tendrán que afrontar lo que venga, bueno o malo, sin el generoso cobijo que da la cercanía con el poder en turno.
Eso, además, de similares o peores males como la delincuencia, corrupción, impunidad, servicios públicos deficientes y deficitarios, independientemente, de los otros lastres contra el bienestar colectivo, que lógicamente no desaparecerán de la vida de la población en general por el solo hecho de cruzar una boleta electoral.
Y menos si uno se equivoca y hace llegar al poder una nueva “camada” de voraces aspirantes a ricos, y por lo mismo, mucho menos sensibles y más inescrupulosos traficantes de influencias ávidos de dinero.
Un mal que se observa no solo entre los de derecha sino igualmente los de izquierda y sobre todo en quienes sin rubor transitan de un cargo electoral a otro y de un partido a otro, esperando seguir lucrando y echando mano de las nocivas prácticas de la corrupción con el agravante de alentar en la sociedad como tal parece suceder en el momento presente, el desamor al prójimo.