Nadie sabe
Freddy Sánchez jueves 14, Jun 2018Precios y desprecios
Freddy Sánchez
El tercer debate entre presidenciables dejó más dudas que certezas.
En especial para los que aún no han decidido por quién votar.
Ese importante segmento de electores que podría definir con su voluntad de sufragio la sucesión presidencial, ahora más que antes podría estar confundido.
Qué por qué. Es obvio: Meade se encargó de poner un dedo en la llaga de la corrupción al lanzarse contra Anaya al acusarlo, previamente al debate de ayer, de ser un vulgar ladrón.
De ahí se desató la retahíla de acusaciones de todos contra todos.
Y a estas horas, los indecisos, lógicamente, no sabrán a quién creerle.
Eso de vulgares ladrones podría ser un apelativo que se amolde en torno a la conducta de la mayoría de los políticos mexicanos, ya sea por acción o por omisión.
Nadie se ha atrevido a decirle a José Antonio Meade que es un vulgar ladrón, porque seguramente carece de pruebas fehacientes que lo demuestren, pero en dirección a un alto número de los militantes del partido que lo postuló, el PRI, aparte de las evidencias que demuestran y apoyan esa creencia, entre la sociedad dicha hipótesis casi es una verdad absoluta.
Algo parecido sucede con Andrés Manuel López Obrador, a quien ni siquiera sus más severos críticos, se atreven a acusarlo de ser corrupto, más allá de hacerle meras insinuaciones como las hechas por el propio Meade y Anaya en el tercer debate, lo que sigue sin afectarlo dado que entre la gente es catalogado como hombre honesto, aunque de un sinnúmero de sus viejos y nuevos correligionarios se opine todo lo contrario.
De modo que en tanto a Ricardo Anaya, se le acusa directamente de ser un vulgar ladrón, sin que hasta ahora las autoridades competentes hayan procedido a actuar penalmente en su contra, en el caso de sus oponentes, José Antonio Meade y Andrés López Obrador, podría decirse que no habiendo nadie que los acuse de ser también vulgares ladrones, de eso justamente se acusa a muchos de los que están en los partidos políticos que los apoyan.
En algunos casos, más que de palabra de hecho, con procesos legales en su contra como el que se le sigue al ex gobernador de Veracruz, el señor Duarte, preso actualmente junto con otros priistas de alto rango, precisamente catalogados como vulgares ladrones, exactamente igual como se ha querido hacerlo con la profesora Elba Esther Gordillo, el ex líder minero Napoleón Gómez Urrutia, candidato a senador por Monera y algunas otras figuras relevantes en el equipo del tabasqueño.
Así que los dimes y diretes entre los aspirantes presidenciales y sus representantes dedicados en estos días a tratar de ganar adeptos debatiendo sobre el tercer y último debate entre candidatos a la presidencia, acudiendo a los medios de información que los invitan a estos diálogos, no cabe duda que harán más complicada la tarea de decidir para los que todavía no deciden a quien otorgarle su confianza para en cargo presidencial.
Y a fin de cuentas, más allá de lo cierto o falso que hayan sido las acusaciones en torno a la contienda presidencial, necesariamente, será la credibilidad en los contendientes lo que decida la elección.
O sea que los que no han decidido a quien elegir, lo más probable es que terminen dando su voto hacia donde su sentido común les haga creer que si bien no todo será un ejemplo de rectitud tampoco un desparpajo conductual de vulgares ladrones dedicados a usufructuar la política en su exclusivo beneficio.
La pregunta que puede uno hacerse en estas circunstancias, es si los que siguen pensando en un preferido para la presidencia finalmente acudirán a las urnas con un solo candidato en la mente o de plano después de toda la cantinela de mutuas acusaciones de corrupción difícilmente se puede anticipar la orientación del voto de los indecisos y por lo mismo lo que sucederá el primero de julio. Algo que francamente nadie sabe.