Bola de lunáticos
Freddy Sánchez jueves 7, Jun 2018Precios y desprecios
Freddy Sánchez
“Primero yo, después yo y siempre yo”…
A diferencia de lo aconsejable que pudiera ser la inducción anterior hacia los receptores de una terapia sicológica, a efecto de ayudarlos a “sacudirse” sus problemas emocionales y de ese modo recuperar su vida, en otras circunstancias la misma “consigna” médica puede ser fatal.
Tal es el caso del entorno electoral que estamos viendo actualmente, con la más notoria crispación de los ánimos a favor o en contra de que Andrés Manuel López Obrador sea presidente.
Dicha efervescencia, de plano se ha constituido en un veneno para la armonía y paz social.
Y es que pretender que la voluntad de uno prevalezca “a rajatabla” por encima de lo que piensan y desean los demás, sin intento alguno de conciliación de pareceres, sino por el contrario “aplastando” lo que no vaya de acuerdo con lo que nosotros pensamos y queremos, sólo porque “primero yo, después y siempre yo”, es sin duda una aberración.
Y todavía más grave: motivo de luchas fratricidas.
Algo que deviene de conductas atrabiliarias que en su afán de arrasar con el derecho y pensamiento ajeno, propician “choques” violentos entre hermanos, amigos y conocidos.
Un exhorto pues, a los millones de connacionales que han puesto su alma en la sucesión presidencial en turno: no pierdan la cabeza.
Baste decir que la unión familiar alimentada por el amor de padres a hijos y entre hermanos o parientes, además de la camaradería de los buenos amigos, es el mayor tesoro que debemos defender en nuestras vidas.
En las alegrías y las tristezas, la familia y las amistades no nos fallan.
No confundamos el valor supremo de la sinceridad con la demagogia.
Ningún político, ninguna organización partidista, ningún beneficio, ninguna gratificación y ninguna dádiva del poder (por aparentemente generosa que parezca), es capaz de sustituir la autenticidad del amor en familia y en los círculos íntimos de la amistad y el solidario compañerismo en el trabajo.
Eso sí vale la pena cuidarlo.
Porque nada ni nadie ajeno a nuestros allegados podrá ser más atento a nuestras necesidades y solícito para procurarnos protección y alivio.
Mucho menos esos políticos que seducen a las masas sólo para conseguir su voto y después dedican su tiempo y su interés a satisfacer intereses básicamente personales y de grupo.
Quien realmente podría pensar que un nuevo Mesías está entre nosotros presto a multiplicar los panes para colmar de felicidad al pueblo que lo venere como su Dios todopoderoso.
Tanta belleza quizás ni siquiera sea de este mundo.
Es iluso creer que un hombre de carne y hueso con defectos semejantes e incluso peores que otros hombres dedicados a la política en nuestro país, repentinamente actuara con la pureza de una divinidad dedicada a hacer el bien sin mirar a quién.
Un curandero de las almas que con su sola imagen transforme los sentimientos de la nación para impregnar en nuestro interior una nueva voluntad de ser personas impecables, correctas, respetuosas y honorables.
Eso no lo consiguió el advenimiento de Jesucristo hace más de 2 mil años y tras el decurso de un poco más de doscientas décadas (espero sacar bien las cuentas para que nadie pretenda colocarme orejas de burro), tampoco nadie lo ha conseguido.
Así que, por favor, muy apreciables conciudadanos, no más ofuscación ni ánimos de violencia con motivo del relevo presidencial.
Y si de plano hay que poner la vida por delante para defender una camiseta electoral, que sean los políticos los que pongan la muestra.
A ver si es cierto que están dispuestos a sacrificarse por el país y no solamente quieren que por defender sus causas (apetito y codicia de poder), los integrantes de la sociedad civil se enfrenten unos contra otros, sin mayor garantía de que su lucha les traerá solución real e inmediata a sus más ingentes necesidades.
Porque en ese sentido, lo único que los políticos suelen hacer es prometer “las perlas de la virgen” a los ciudadanos en general, esperando recibir el nombramiento popular que tanto ambicionan, siendo que después, (tomando en cuenta los antecedentes de nuestra historia política), ya aposentados en los grandes cargos que les da el poder, lo que más parece mover sus intenciones y no se les olvida jamás, es velar por sus propios intereses.
Por eso, no es justo que se azuce a las multitudes en defensa de ningún político ni aspiración de poder, pretendiendo que los se “pongan una camiseta” estén más que dispuestos a derramar su sangre en diputas violentas entre coterráneos. Basta de querer convertir a los seguidores de un emblema partidista en una horda de aguerridos depredadores como si se tratara de una bola de lunáticos.