Triste México
Freddy Sánchez jueves 10, May 2018Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Qué más avances en el desarrollo nacional podríamos querer ver en nuestro país, los que tendremos que ir a las urnas el uno de julio para elegir nuevo Presidente de la República y demás encargados institucionales con nombramiento electoral en estados y municipios.
Infraestructura habitacional y de servicios básicos, abunda. En todas las ciudades hay desde lo sencillo hasta lo más sofisticado y exquisito. En cuanto a esparcimiento ni hablar: cines, teatros, estadios, plazas, parques de diversiones, deportivos, zoológicos, una montaña rusa en construcción en la parte alta de una imponente edificación multifuncional con locales comerciales, además de las opulentas torres como las de Santa Fe y Polanco.
Portentosos complejos de desarrollo urbanístico que igual se hallan en los estados cercanos a la metrópoli capitalina, y naturalmente, en el norte y sur del país, en un copioso despliegue de lujosidades inmobiliarias de toda índole, dedicadas a proveer bienes y servicios comunitarios.
Y por ello, magnas obras de infraestructura carretera, puentes elevados, segundos pisos, largos e imponentes túneles, redes de trasporte de superficie en constante multiplicación, no precisamente de la mejor calidad y eficiencia como los trenes elevados o los bala que funcionan en otros países del mundo, pero en constante crecimiento como en el caso del metro, metrobus, trenes, microbuses y peseros, que se ven por todos lados.
Tan es así que la disputa por espacios entre automóviles y vehículos de trasporte colectivo, obligó a crear vías especiales para el tránsito de estos últimos e incluso corredores para las ciclo pistas de moda. En ese sentido hay que decir que en el desarrollo del equipamiento urbano no hay mucho de qué quejarse. Sobran opciones de una u otra envergadura.
En los últimos seis años del Partido Revolucionario en la presidencia y los doce anteriores del panismo, México cobró una nueva imagen más fulgurante en materia de opciones para el acceso a lo más espectacular y deseado que existe actualmente en los países de primer mundo.
Poco tenemos que envidiar, francamente. En lo básico por doquier encontramos algo fastuosamente apetecible. Vivienda, educación, alimentación, vestido, solaz y esparcimiento, cultura y recreación. A donde quiera que uno vea, se encuentra esa magia seductora que deleita la pupila. Cualquiera cae tentado por las maravillas urbanas que a México le sobran.
El problema es que la mayoría de los habitantes de la nación, carecen de la solvencia económica que les permita acceder a los satisfactores que ofrece el mercado nacional. las obras majestuosas sólo fueron hechas para la casta dorada de los ultra millonarios, los súper ricos que les siguen en el escalafón “aristocrático”, sus sirvientes clasificados socialmente como finústicos “gatitos de angora”, los solventes dueños de negocios, poseedores también de gran riqueza, aunque no como otros, pero casi a la par de los burócratas cercanos al más alto nivel, líderes sindicales y los influyentes y grandes cuates en la lista de contratistas institucionales muy acaudalados, ciertamente bastante menos que aquellos delincuentes convertidos en grandes magnates y por supuesto igualmente ricos.
Y hasta ahí del “México próspero”, irónicamente catalogado como la octava economía mundial.
Porque para abajo en la escala social, la mayoría de los clase medieros, (dueños de casas o residencias ), en decadencia por la tendencia a la baja de su capital e impedidos por ello a saciar sus apetitos de bienestar, ( todo el tiempo tratando de mantenerse apenas “por arribita” de las clases populares) en realidad junto a estas últimas y los más pobres entre los pobres se la pasan como “el chinito”, nada más “milando”, y obviamente, echando “mentadas de madre” contra políticos, empresarios y archimillonarios que se dan la “gran vida” mientras todos los demás se lamentan por lo que “ ven sus ojos”: un disparejo y triste México.