El miedo acorrala al poder
¬ Armando Sepúlveda Ibarra miércoles 2, May 2018Deslindes
Armando Sepúlveda Ibarra*
Ahora que la derrota asedia al clan en el poder y amaga en serio con arrancarle de tajo la Presidencia de la Republica, la mayoría de diputados y senadores y de gubernaturas en juego durante las elecciones del primero de julio próximo, para confiárselas al antiguo y sobado “peligro para México”, vuelve el miedo a perturbar las buenas conciencias de las cúpulas, a paralizarles el corazón de ansiedad y terror y a pretender infundírselo a la gente común por todos los medios a su alcance, a la espera ilusionada de que con el remoto contagio de un pánico general contra el ascenso del puntero en las encuestas, Andrés Manuel López Obrador, resuciten sus falsos adalides de la redención para salvar otra vez a la patria del reclamo de la sociedad por un cambio de régimen, o en última instancia hallen un encuadre menos ríspido a perdonarse culpas y acusaciones y trancen encomendarse a una candidatura única para decantarse por Ricardo Anaya, tildado de corrupto por las huestes del nuevo PRI y su candidato en desgracia, José Antonio Meade.
En un arranque de falso pudor los correvediles de los jerarcas del PRI y PAN, con oprobioso aval para negociar, evalúan a escondidas de sus bases las pautas y la encrucijada en que los arrinconó el repudio de la sociedad a 18 años de alternancia fallida y, temerosos del sentimiento de los mexicanos en su contra, acarician también como alternativa que la fortuna pueda abrirles un camino de perdón y olvido a las ofensas comunes entre las jerarquías por el cruce de denuncias de conductas inmorales en la cima de ambos, para unirse todos en hermandad, con alguna penosa declinación de su mejor carta, a la estrategia cebada de despeñar a Andrés Manuel López Obrador con los votos útiles, si alcanzan a sumarlos a favor de Ricardo Anaya, a quien retirarían antes la etiqueta de corrupto, lava dinero y “rey de los moches”, a cambio de desistirse de encarcelar a Peña Nieto, como ofreció, si ganara la elección y, por sobrevivencia, fundirse en un cínico abrazo como en los viejos tiempos del maridaje treintañero entre las derechas neoliberales responsables de la debacle del país.
Por los sinuosos lavaderos de la alta política oficial se manosean en lo oscuro, desde fines de la semana pasada, distintas estrategias que, según los sabios consejeros pretensiosos, alumnos del cardenal Jules Mazarino y de Joseph Fouché, allanarían el destino de su naufragio electoral y aliviarían las penas de quienes andan entristecidos y sollozantes rumiando con el enfebrecido temor al cambio de régimen que viene, ansiosos de que el inconsciente colectivo les bendiga y aconseje irse por el infame camino de que su delfín José Antonio Meade tire la toalla por favorecer al hermano panista en rebeldía, enferme para sustituirlo por un perfil menos insensible o, en la temeridad, se arriesguen a la humillación con el dilema de Peña Nieto de negociar ya con Ricardo Anaya o (¡sálvese quien pueda!) con Andrés Manuel López Obrador, según su bola de cristal les devele, una transición pacífica, en calidad de perdedor, bajo las anheladas leyes de la impunidad.
En la loca campaña o guerra sin tregua o sucia de todos los candidatos, partidos y gobierno y empresarios aliados contra López Obrador por televisión, radio, prensa escrita, redes sociales y de boca en boca, el aspirante de Morena acapara a partir del debate la atención general de los mexicanos con spots y otros recursos rabiosos y de escasa sutileza y consistencia como para manipular cerebros y abatirlo en sus logros y, lejos de afectarle en la intención del voto, crecen sus expectativas y refuerza las simpatías a su persona, porque en definitiva la historia dice que la gente se inclina por quien esté en desventaja en alguna disputa desigual o sufra del ataque en montón de grupos en descrédito y sin calidad moral y, en su inteligencia, elige verlo como la víctima y, para despejarle las dudas a los autores de esas estrategias útiles en otras épocas, han de saber que toda acción debe de adaptarse a las circunstancias del momento para que pueda florecer en sus intenciones y perversidades y golpear al enemigo con consistencia, de manera que los tiempos de descalificar al adversario cuando quienes acusan sufren el repudio del pueblo hoy sirven para encumbrarlo si analizan que la sociedad vive el hartazgo de la clase política en el poder, quiere echarla del gobierno y sabe que aquellas voces atrapadas en el miedo significan el grito de los ladrones cuando descubiertos bajo reflectores incitan a que “¡agarren al ladrón!”
Como a los señores del poder todo les ha salido bastante mal en sus afanes lujuriantes por alcanzar el beneplácito de los electores y desbarrancar a López Obrador e incluso los errores de este autonombrado Peje y su irresponsable desidia a prepararse para el debate, en vez de pegar estampitas, tampoco le han mermado en su proselitismo, ni el protagonismo irreverente e idiota de sus fieles como Paco Ignacio Taibo II que creen trasnochados encarnar al Che Guevara con amenazas absurdas de expropiar a empresarios y otras simplezas o bravuconadas propias del romanticismo revolucionario, no han dado en el clavo ardiente de las esperanzas de las candidaturas oficialista de Meade y oficialista camuflada de Anaya de ganarse a la sociedad más allá de una parte de sus votos duros en desbandada con que vienen pujando cuesta arriba con la carga de portar los estandartes de partidos identificados por la vox populi, a voz en cuello, con la corrupción, la impunidad, la violencia demencial, la violación de los derechos humanos, la devaluación de la moneda, el retroceso en la economía, el desempleo y ser los padrinos que produjeron al mismo tiempo más de 60 millones de pobres y, como paradoja, catapultaron a 17 personajes entre los más ricos del mundo con los recursos de la nación o los favores de los gobernantes en turno en los últimos 30 años.
Con un poco de inteligencia los señores del poder ya hubieran podido enterarse de que, en verdad, López Obrador no es el enemigo a vencer en las urnas con que aspiran a estirar más la liga de la paciencia ciudadana y el lesivo continuismo, si fuera el caso de pretender aferrase más en su ignorancia supina: Tendrían que despertar a la realidad y salir a las calles, a los mercados, al metro, a las reuniones familiares y de amigos y demás confluencia de la gente para que escucharan el clamor por el cambio de régimen y el descontento generalizado de la población contra los gobernantes priístas y panistas.
Es el rechazo a que continúen en el poder y, vale repetirlo, su bandera para derrumbar el vetusto y caduco sistema político mexicano para modernizarlo es el candidato de Morena como en 2000 fue Fox y en 1988 Cárdenas, como pudo serlo cualquiera que cautivara las emociones más fundamentales de los compatriotas.
En estos años de arrogancias y soberbias sin final, de imposiciones y divorcio de la población y sus necesidades, los señores del clan gobernante ignoraron el consejo del grande sabio florentino Nicoló Machiavelli de que el príncipe ha de evitar ser odiado y despreciado y, para quien viene, ha de acogerse a la consigna de que es necesario ser zorro para conocer las trampas y león para amedrentar a los lobos.
* Premio Nacional de Periodismo de 1996.