La chayotiza gubernamental
Alberto Vieyra G. jueves 19, Abr 2018De pe a pa
Alberto Vieyra G.
Benito Juárez es, en más de un sentido, el fundador del Estado mexicano y a él se atribuye la llamada segunda independencia de México, rescatándolo del imperio francés y Maximiliano.
Juárez sería presidente de México entre el 15 de enero de 1858 al 18 de julio de 1872. Los últimos dos años de su régimen, se caracterizarían por dos acontecimientos históricos: el fraude electoral en su última reelección, y la chayotiza a la gran prensa de aquella época. Fue Benito Juárez quien daría inicio con la insana costumbre de controlar a los periódicos de aquella época, maiziándolos, con lo cual cancelaba el derecho a la libertad de expresión que enarboló como filosofía central en su primera década de gobierno.
Sebastián Lerdo de Tejada, otro liberal amante de la libertad de expresión, continuaría con la insana práctica de la chayotiza, iniciada por el prócer, a los periódicos adictos del régimen, mientras que, a los periódicos críticos del gobierno que brotaban como hongos por todas partes de la República, principalmente en los Estados de Puebla, Veracruz, Jalisco, Querétaro y la Ciudad de México, se les marginaba en una nación donde la población letrada era muy poca, pero el gobierno quería ejercer el gran control de la prensa mexicana.
A partir de 1868, el régimen juarista se vería envuelto en furibundos ataques de la prensa libre, y como una auténtica piedra en el zapato del benemérito y, después, del régimen de Lerdo de Tejada, se convertirían los periódicos El Progreso, El Observador Social, EI Diablo Verde, La Sombra de Arteaga y muchos más, esos periódicos serían los grandes francotiradores del régimen lerdista, y pavimentarían el camino para la llegada de la era porfirista. Porfirio Díaz, demasiado buen político para ignorar la eficacia del método, aumentó considerablemente la chayotiza o, para que no se oiga tan feo, los presupuestos gubernamentales destinados a la prensa para que dijeran lo que había que decir del régimen y callara lo que tenía que callar; pero, además, favoreció con empleos a los escritores adictos a la dictadura porfirista. Y, claro está, que castigaba con el látigo de su desprecio a los periódicos que se portaban mal o eran boquiflojos.
¿Por qué hago historia? Porque, desde entonces, la llamada gran prensa nacional, en la cual habrá que incluir preponderantemente a las 2 empresas de la televisión privada de México, 2 o 3 importantes cadenas radiofónicas y, cuando menos, media docena de principales periódicos, entre ellos El Universal, Excelsior, Milenio, Reforma, La Jornada, la cadena de los soles, y tal y tal, reciben anualmente del gobierno, más de 60 mil millones de pesos para cacarear con sus jilgueros lo bonito del gobierno y las venganzas políticas contra sus enemigos. Para muestra sólo un botón: a raíz de la aprobación de la nueva ley de comunicación social, apodada la “Ley chayote”, en el Congreso de la Unión, quedaría al descubierto que, por ejemplo, Televisa, la gran destructora de los valores nacionales, recibió del gobierno peñista, en el 2017, la cantidad de 6 mil millones de pesos; TvAzteca recibió 3 mil millones mientras que Excelsior se embolsó mil millones de pesos.
La ley chayote no cambia nada. Es un traje a la medida del gobierno y sus aliados de la gran prensa nacional. Los medios de comunicación que se porten bien, recibirán una estrellita de oro en la frente, y los que se porten mal, como históricamente ha ocurrido, recibirán el desprecio gubernamental.
La prensa libre y la prensa sometida al régimen jugarán un papel determinante; unos dirán la verdad y otros hablarán de mentiras, para crear un fenómeno llamado confusión de la opinión pública.