Más corrupción
Freddy Sánchez jueves 12, Abr 2018Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Cada que los tres candidatos presidenciales, mejor colocados en las preferencias electorales, asumen un compromiso de honestidad, sucede lo mismo: muchos dudan que hablen con la verdad.
José Antonio Meade, porque se le reconoce ser un buen nombre, en un mal partido, a pesar de su condición de candidato ciudadano, sin militancia en el PRI.
Lo que para los adversarios del Revolucionario Institucional, es “junto con pegado” al considerar que más bien eso demuestra el fácil acomodamiento del aludido con grupos políticos, donde se practica la corrupción, además de que a José Antonio Meade se insiste en achacarle manejos “oscuros” sobre los recursos de la Secretaría de Desarrollo Social.
Aseveraciones sin pruebas fehacientes, naturalmente.
Una andanada de señalamientos sobre presuntas corruptelas, lo que del mismo modo ha sucedido con Ricardo Anaya, batallando día con día para restituir el prestigio perdido, a resultas de la supuesta indagatoria oficial que aún no termina y se ha propuesto descartar a ciencia cierta la participación del panista en actos de corrupción de carácter inmobiliario.
El hecho pues de que no exista ninguna orden de aprehensión en su contra, ayuda a darle crédito a su defensa, pero no impide que sus críticos tengan de qué echar mano para poner bajo sospecha sus declaraciones, de que será un incansable perseguidor de la corrupción e impunidad.
Así que dada la prolongación de las indagatorias judiciales, sin llegar a nada concreto en su contra, es preciso otorgar al señor Anaya, el beneficio de la duda, pero eso no le quitará de encima las vociferaciones de los que se resisten a creerle.
Igual está el puntero en las encuestas sobre preferencias electorales, Manuel López Obrador, en cuyo partido político de reciente creación se han agolpado sorpresivamente viejos personajes políticos, no precisamente con buena fama pública, sino al revés, siendo ampliamente conocidos por ser proclives a las tentaciones de la corrupción.
Y en Morena están también, paradójicamente, rindiendo pleitesía al tabasqueño, no pocos de los que en tiempo pasado lo catalogaron un “peligro para México”, poniendo en duda su buen juicio y honestidad.
Otra de las causas por las que sus críticos, se afanan en cuestionar la “honestidad valiente” de López Obrador, obedece a la suspicacia esparcida con sarcasmo, preguntándose cómo es que durante tres sexenios consecutivos, alguien podría andar continuamente a lo largo y ancho el país, haciendo campaña presidencial, sin recibir un salario fijo y teniendo múltiples erogaciones, supuestamente pagas sólo con las rentas impuestas arbitrariamente a los correligionarios con puestos institucionales para “ayudar al jefe” con sus gastos.
En fin pues, de los tres candidatos presidenciales, entre quienes lo más seguro es que surgirá el futuro Presidente de México, una parte de la población se muestra indispuesta a creer que realmente en su voluntad de gobierno haya una plan de acabar con la corrupción a toda costa.
Qué hacer para demostrarlo, obliga a Meade, López Obrador y Anaya, a por lo menos lo siguiente: inducir a sus familiares directos, colaboradores de sus respectivas campañas electorales, ex funcionarios de alto nivel en cargos políticos e institucionales con los que hayan tenido cercanía en los tres últimos sexenios y, particularmente, a los que pretenden conformar sus equipos de trabajo, a hacer públicas sus declaraciones patrimoniales y las de sus familiares.
Eso ayudaría bastante a desechar la idea colectiva de que como en otros procesos electorales lo que vendrá será simplemente nuevos engaños y complicidades con más corrupción.