Unidad nacional
Alberto Vieyra G. martes 10, Abr 2018De pe a pa
Alberto Vieyra G.
Después del asalto a la norteamericana ciudad de Columbus, a cargo de las huestes de Pancho Villa, el 9 de marzo de 1916, el ejército norteamericano, al mando de John Piercing, invadiría el territorio de Chihuahua en la llamada expedición punitiva que tenía como objetivo buscar al bandolero divino hasta por debajo de las piedras.
La invasión gringa a Chihuahua desencadenaría en una inusitada unidad nacional. El reposicionamiento del nacionalismo después de la Revolución Mexicana encontraría en las nuevas generaciones de mexicanos, su principal aliado.
Se daría el caso de que, en Parral, Chihuahua, la jovencita María Elisa Martiniana Griensen Zambrano, que haría fama nacional como Elisa Griensen, arengaría, con piedras y palos, a sus compañeros de escuela para obligar a los gringos a salir de Parral al grito de: “Fuera gringos… fuera gringos”. Con la cola entre las patas, los militares yanquis abandonarían la llamada “Capital del mundo”.
Cuando la expedición punitiva dio por muerto y enterrado a Pancho Villa para irse a engrosar las filas norteamericanas en la Primera Guerra Mundial, y cuando el general Villa reapareció en Parral, lo primero que hizo fue buscar a Elisa Griensen. Cuando la tuvo enfrente, el Centauro del Norte quedaría semihincado ante ella, toda vez que, su rodilla derecha albergaba todavía una bala perdida que recibió en Ciudad Hidalgo poco después de la invasión a Columbus.
Semihincado, Pancho Villa besaría los pies y las manos de la joven Elisa Griensen por haber protagonizado tan honrosa epopeya de nacionalismo. La expedición punitiva es recordada como la última aventura militar gringa en México.
¿Por qué hago historia?
Poco más de un siglo después, es el llamado Güero loco o la bestia trumpiana Donald Trump, quien ha vuelto a unir, en otro episodio de nacionalismo, a los mexicanos, después de sus permanentes agresiones contra la nación azteca, a la que ha convertido en su puerquito.
Cuando no es su cochino muro, son sus agresiones y balandronadas contra los mexicanos, a los que ha tachado como la basura del mundo y ha amenazado con hacer una frontera del terror militarizándola con la Guardia Nacional, que no será cosa fácil porque le costará, a Estados Unidos, un ojo de la cara, aunque rebuzne diciendo que será para detener el flujo de indocumentados y de estupefacientes para abastecer a una narcotizada sociedad gringa.
Las permanentes agresiones del güero loco contra México, colmarían, la semana pasada, la paciencia del inquilino de Los Pinos Enrique Peña Nieto, quien sin ambages le exigió a Donald Trump, respeto a México advirtiéndole que nada está por encima de la dignidad nacional y que, si sus frustraciones políticas están en Norteamérica, que las resuelva allá, y se deje de estarnos jeringando.
La postura del presidente de México, acrecentaría la unidad nacional en plena campaña presidencial y, quizá sin proponérselo, Peña Nieto, protagonizó un episodio de nacionalismo, aunque no comparado con el de Elisa Griensen, que reposicionará al PRI para refrendar la silla presidencial.
Quizá Donald Trump y Peña Nieto desconocen que el PRI fue el partido aglutinador de las masas nacionales; un PRI que, quiérase o no, sigue siendo parte de la cultura nacional.