Voto contra las reformas
Freddy Sánchez jueves 5, Abr 2018Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Contra viento y marea, las reformas estructurales puestas en marcha durante la presente administración, sencillamente continuarán en ejecución del mismo modo que sucederá con la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.
A no ser, claro, que ni el PRI ni el PAN con sus respectivos aliados partidistas, logren echar abajo en las preferencias electorales a Andrés Manuel López Obrador, que de ganar la presidencia, inequívocamente, escribirá una nueva historia sobre los cambios a realizarse en el país.
Hasta el menos avezado en los asuntos del poder, puede estar absolutamente cierto de que las reformas que aprobaron los priístas y panistas con el aval del perredismo, (incluidos en este último bloque los que dejaron al PRD para irse a Morena), no serán “intocables”, sino más bien todo lo contrario.
No cabe duda que de ser el Partido Revolucionario Institucional con José Antonio Meade o el Partido Acción Nacional con Ricardo Anaya, el que ponga al frente de la residencia oficial de Los Pinos al sucesor de Enrique Peña Nieto, las reformas estructurales tendrán que ser ajustadas con miras a “mejorar” ciertos aspectos de su contenido, pero sin ánimos de llegar a cambios radicales sobre lo acordado y en aplicación, salvo por lo que se refiere a la necesidad de acelerar los cambios que den mayor tranquilidad a la población general.
Cosa que, simple y llanamente, es de imaginarse sería más que diferente en caso de que Morena tome la batuta del gobierno federal y adquiera fuerza un ánimo revisor y correctivo de las reformas para acomodarlas a las expectativas del nuevo gobierno, que en manos de López Obrador, obviamente, sería notoriamente distinto a lo que fueron el panismo y priísmo en el poder presidencial de los últimos diez y ocho años.
Pensar por consiguiente que en materia de educación, el tema laboral, las telecomunicaciones, el rubro petrolero y eléctrico, amén de lo relativo a lo financiero, las reformas subsistirían prácticamente sin cambios, de plano es una ingenuidad.
Fuerte y quedito, los de Morena junto a su ex dirigente nacional y actual contendiente por la primera magistratura de la nación, lo han dicho sin tapujos: que las reformas fueron ideadas y aprobadas para facilitar la corrupción de grupos empresariales y sus socios del gobierno, por lo que naturalmente, acreditar ese dicho obligaría a modificar en su contenido una buena parte de las reformas estructurales.
Y como es de suponerse, a Andrés Manuel López Obrador y su grupo en el poder, de confirmarse su triunfo en la elección presidencial, de ninguna manera le temblaría en pulso para ordenar una inmediata revisión de las reformas, con miras a legislar cuantos cambios se consideren necesarios.
De tal suerte que quienes apoyan las reformas estructurales, tal como fueron aprobadas y operan actualmente, difícilmente podrán evitar que una nueva corriente sexenal se proponga modificar e incluso reponer las reformas por otras nuevas.
Por esa razón, a los electores que se animen a emitir su voto en la elección presidencial debe quedarles más que claro una cosa.
Lo que se decidirá el uno de julio del presente año, el día de la elección presidencial, aparte de la definición del mando presidencial, es el futuro de los cambios sexenales aprobados y operados a partir de este sexenio, puesto que de ganar AMLO la nominación presidencial, la mayoría de los mexicanos que lo hagan posible, al mismo tiempo estarán dando su voto contra las reformas.