Visualiza el PRI su derrota
¬ Armando Sepúlveda Ibarra miércoles 4, Abr 2018Deslindes
Armando Sepúlveda Ibarra*
Con rodeos y cautela el clan en el poder al fin supo o quiso reconocer que su candidato a la Presidencia, José Antonio Meade, desfallece en el desaire de la población a su persona y en el repudio a su gobierno y partido adoptivo y, para delatarse y visualizar augurios a sus anchas, sonó alarmas de inquietud y pánico e incorporó a sus pensamientos la angustia de la pesadilla de imaginarse y sentirse bajo amenaza de juicios sumarios, con sólo pensar y admitir, como si fuera un destino fatal, que Andrés Manuel López Obrador, con ventaja ya de veinticuatro puntos sobre el delfín del oficialismo, llegará a Los Pinos con la espada desenvainada para revisar a fondo los contratos suscritos a modo y sin licitación entre cuates y socios de la reforma energética y el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, gigantescas cloacas que anidan y alimentan la corrupción desenfrenada de los empoderados con sus amigos contratistas mimados con el intercambio de favores y ganancias ilícitas con los enjuagues de recursos de la nación, todo a espaldas de los mexicanos y las normas legales.
Contagiados por el miedo a investir con la banda presidencial a un López Obrador, que se consolida en todas las encuestas como el candidato sin rival por ahora y tener que rendirle cuentas limpias y claras sobre la fiebre y lujuria con que las altas esferas manosearon la obra pública y otras curiosidades típicas de las mafias, que ubican al gobierno de México entre los más corruptos del mundo, los voceros oficiales y el nuevo PRI han dado con sus lamentos y temores, rechazos y protestas a que se investiguen aquellos contratos de dudosa transparencia, un aval del traicionero inconsciente o una manera de resignarse a la idea general de que perderán las elecciones del 1 de julio próximo frente a la oferta de cambio, las banderas del hartazgo y el despertar de las emociones más sensibles de la sociedad que el tabasqueño, veterano en las lides políticas en su tercera campaña presidencial, agita y utiliza con éxito entre el descontento nacional contra un régimen caduco y podrido, sitiado por la condena e inconformidad de 80 por ciento de los mexicanos.
El espíritu de un inclemente fracaso en esta contienda electoral ronda en los entristecidos corazones y las mentes de los señores del nuevo PRI y de la cúpula del gobierno y a cada momento, con las cifras de las distintas encuestadoras incluyendo a las amigas del régimen, se desinflan sus cuentas alegres conque venían regodeándose sin base alguna y, en vez de que suelten en esta oportunidad a sus cancerberos de lujo tipo Ochoas, Lozanos y Nuños y uno que otro periodista lacayo de consigna a su servicio, a lanzarse sobre la yugular del adversario, a vociferar con la habitual diarrea verbal y despotricar contra quien esté en frente de sus intereses, prefieren exhibirse en actitud de inocentes palomitas como víctimas de la incómoda advertencia de López Obrador (amenazas contra la legalidad, sollozan al hombro de los grandes tiburones de la economía) de ir a esculcarles los portafolios, expedientes y bolsillos a propósito de los contratos de amaños sobre la privatización del petróleo y las obras del nuevo aeropuerto, para echárselos abajo y quizá arrimarlos al fuego de la ley. Y con sus palabras lacrimosas consienten de cierta manera que dirán de nuevo adiós a su residencia en Los Pinos con los acordes de Las Golondrinas, un desenlace que adelantan cuando se oponen con un grito en el cielo, por si la divinidad los escucha, a que les desmenucen los esquemas y vericuetos de las licitaciones o asignación directa de contratos que, por mera coincidencia, ganaron los grupos de contratistas favorecidos de siempre por los gobiernos priístas y panistas, entre los cuales figuran los mexicanos selectos de la revista Fortune o los más ricos del mundo, desaseadas empresas extranjeras como la brasileña Odebrecht y la española OHL tildada aquélla de corromper a políticos latinoamericanos de altura, inclusive de México, con sobornos para sus campañas políticas, para hacerse de grandes proyectos, así como otras compañías más pequeñas de reciente creación o inexpertas o de plano fantasmas, donde aparecen altas burocracias entre los beneficiarios.
Aun antes de que este fin de semana el diario español El País concediera a López Obrador junto a la etiqueta de “un favorito claro”, con el promedio de encuestas, un repunte a 41 por ciento de las preferencias electorales y una oportunidad de 79 por ciento de salir victorioso en las elecciones, contra 28 y 16 por ciento de Anaya, respectivamente y sólo 22 y 5 por ciento de Meade, la desilusión por la escasa empatía del candidato oficial entre los votantes y la ausencia de carisma para identificarse con sus propuestas con las masas agobiaba desde tiempo atrás las esperanzas del clan en el poder de volverlo un competidor siquiera por el segundo lugar y, como es natural, angustiaba a otros sectores radicales, como la banca extranjera que controla las instituciones otrora nacionales, la sola idea de verlo triunfante, como también una parte del empresariado nacional, en contraste, analizaba con menos desconfianza que las trasnacionales que un “izquierdista populista” —como definen al aspirante de Morena— ganara la Presidencia de la República y asumía el compromiso de palabra que podían trabajar con cualquiera de los tres, inclusive con el tabasqueño. Por si algo faltara, el barómetro electoral de Bloomberg y su sistema de ponderar las encuestas por su nivel de calidad difundido por la agencia de noticias Reuters, crispó ayer más los nervios de los neopriístas y gobernantes y las esferas más radicales de la derecha criolla y los puso a sufrir tiempos extras, al revelar que el conjunto de sondeos al 28 de marzo subía más peldaños a López Obrador, candidato de Morena, a un envidiable 44 por ciento de las preferencias electorales por 23 por ciento de Anaya, del PAN-PRD-MC, por 20 por ciento de Meade, de PRI-PVEM-Panal y, por vez primera en el ruedo, con 11.70 por ciento a la independiente Margarita Zavala, quien vino a restarle puntos al segundo y al tercero en la liza apenas asomó su perfil que imanta a los seguidores de su marido Felipillo Calderón, comenzando por los seis senadores rebeldes de origen panista, con excepción del desertor Javier Lozano, un tránsfuga profesional que volvió al redil priísta sin inmutarse, con la honrosa calidad de vocero de Meade, por aquello de su fortaleza ideológica sólo equiparables a las del ex canciller Jorge Castañeda, vocero de Anaya, perseverante ajonjolí de todos los moles, o de Rosario Robles, renegada izquierdista y ex líder del PRD que, por sus ambiciones sin freno ni candor, se arrojó a los brazos del nuevo PRI con todo y su pasado.
Entre la andanada de malas noticias a la campaña del candidato oficial, quien durante los cuatro meses de proselitismo desde noviembre pasado a la fecha, tuvo dificultades y sufrió para lograr comunicarse con una ciudadanía despierta y crítica, para hablarle al oído y sensibilizarla respecto a su talento y la consabida promesa priísta de siempre de regalar a los mexicanos un auténtico paraíso en la tierra en lugar del infierno en el que PRI y PAN han postrado al país y vino perdiendo su magra presencia en el ánimo de los votantes, hasta diluirse al tercer lugar y ver acercársele la amenaza de la candidata del rebozo, la tramposa Margarita Zavala, de restarle más votos de la ultraderecha para arrojarlo al olvido del sótano entre las preferencias de los electores.
En el mar de la rala o escasa confianza del oficialismo hacia su candidato Meade y su insignificante penetración y fuerza para arrimarse al triunfo, se prepara a todo vapor, bajo las pestilentes alcantarillas del sistema, una descomunal guerra sucia contra López Obrador y su paso firme rumbo a Los Pinos junto con la socorrida compra masiva de votos y coacción para conseguirlos, aunque lograrlo entre los habitantes de un país enfurecido contra los gobernantes, su mediocridad y su corrupción e impunidad, pareciera una hazaña propia de los milagros.
*Premio Nacional de Periodismo de 1996