¿Seguridad? social
¬ Mauro Benites G. lunes 19, Mar 2018Municiones
Mauro Benites G.
La gente sigue con interés y morbo la ruda lucha entablada entre el presidente Donald Trump y el Congreso de Estados Unidos; tomando esa información como un dato del “primer año de Trump”, pero la verdad es que no comprende, en su inmensa mayoría, lo que ese fenómeno político-económico, o mejor al revés, económico-político, representa. La seguridad social, o si se prefiere la solidaridad social, que, a través de las diferentes administraciones de los países, ha quebrado a éstos. Así de terrible. Y de fácil.
Estamos acostumbrados a pensar, o dar por seguro, la riqueza de Estados Unidos. Cuando oímos de los miles de millones de dólares que se ponen en juego para las diferentes ramas de la administración estadounidense y no solemos buscar la noticia que hay detrás de la noticia, sino conservar la fuerte impresión de tales cifras, multiplicadas por la diferencia de nuestro peso, con el que los especuladores de la bolsa están empezando otra cruel maniobra al alza, que ya se caerá de modo dramático para quienes juegan en todo o que tiene que ver con las inversiones, sin reflexionar en que los que tal sistema emplean son los que alimentan y enriquecen a los especuladores, porque son los que tienen todo el capital y pueden comprar o vender mucho al alza o la baja.
Pero la gente suele tener rencor contra la memoria y la experiencia en lo que tiene qué ver con su situación y cae siempre en el garlito: tomo de nuevo mi tema: la seguridad social, llevada a las leyes por medio de protección a los muy pobres, a los enfermos, a los niños, a los viejos, ha hecho quebrar a gran cantidad de países, pero por si algo faltara, ahí está el drama de Estados Unidos, que no son el país más rico del mundo: Estados Unidos está empeñado en una lucha política que enfrenta a su antipático y soberbio presidente, contra el Legislativo Demócrata.
Estados Unidos tiene que reducir su déficit, que viene creciendo hace años, porque, a pesar del clásico egoísmo de los capitalistas ricos, se va mucho del presupuesto en auxiliar, en regalar vida o dinero, como ustedes quieran, a los menos privilegiados. Hay gente que no tiene trabajo, sobre todo afroamericanos, y que reciben al mes un cheque en su casa, por estar desempleados.
Hay muchas, infinitas, madres solteras, que reciben también su cheque: hay muchos, muchísimos ancianos que reciben su ayuda legal, económica y de salud mensual.
Y millones de niños pobres. es un río de dinero el que se va atendiendo mecánicamente a tanta gente, sobre todo entre los residentes inmigrantes, que por ley deben ser atendidos en el sector salud.
Los republicanos exigen un recorte radical al presupuesto. La seguridad social llevada a la vida nacional llevó a la quiebra primero a Uruguay, después a Suecia, más tarde a Inglaterra, y así sucesivamente, hasta llegar a Norteamérica.
Primero, los legisladores acortaron la edad de la jubilación; después se fijaron en las madres solteras, sucesivamente en los ancianos desamparados, en los niños pobres. El costo de la medicina, sobre todo en Estados Unidos, es muy alto; tal vez, con el de Inglaterra, el más alto del mundo. Uno puede ver en los barrios de Nueva York y de otras ciudades, en esos viejos edificios que tienen una escalera corta ante el zaguán, a miles de hombres, sobre todo afros, sentados en esa escalera con su botella de alcohol cada uno, cambiando chistes y chismes. No trabajan porque reciben su cheque.
Las madres solteras también. Los niños y los ancianos, por lo consiguiente, ya que el Estado moderno es benéfico. Pero, ¿de dónde sale el dinero para cubrir todos esos programas sociales? De los impuestos de los demás habitantes en esos países como Uruguay y Suecia, llegó un momento en que cada trabajador activo mantenía a otro, y a su familia, con sus impuestos. Esto es absurdo y lleva a la quiebra a cualquier país.
En México, los candidatos a la Presidencia de la República harían bien en tomarlo en cuenta, al ofrecer dinero a través de programas “sociales” a cambio del voto. Esto es una suprema irresponsabilidad.