Total control de las divisas que entran al país
Francisco Rodríguez martes 13, Mar 2018Índice político
Francisco Rodríguez
A propósito de la más reciente reunión de banqueros, habrá que recordar aquel uno de septiembre de 1982, cuando al iniciar los trabajos de la LII Legislatura, los diputados priístas se encontraron en pleno Informe de Gobierno con que don José López Portillo había tenido la hombrada de nacionalizar la banca. Desplazar del poder financiero a los testaferros Espinosa Iglesias (Bancomer), Titino Legorreta Chauvet (Banamex) y compañía.
Era una respuesta desesperada a la crisis de flujo monetario que había provocado la exigencia de los financieros neoyorquinos por garantizar la deuda externa del país, hipotecándoles la soberanía petrolera y de toda biodiversidad mineral, vegetal y humana. La única que podía dar el saqueado erario del país, después de seis años del fracaso de administrar la abundancia de los bitúmenes.
De inmediato, los diputados priístas entrantes se dispusieron a encargarle al presidente de una comisión legislativa ordenar, dirigir y orientar los debates de la iniciativa en tribuna, frente a los pares de las otras franquicias políticas.
Manos a la obra. Distinguidos jóvenes miembros de esa Legislatura se enlistaron de inmediato en la batería de oradores. Sin embargo, los que se decían las vacas sagradas de la bancada tricolor se excusaron, argumentando diversas dolencias: José Luis Lamadrid, por boca de su chofer, dijo que la emergencia podía atizarle la diabetes.
Mario Vargas Saldaña, a través de su secretario particular, adujo que subir a la tribuna le causaba tremendos mareos, depresiones y pánico escénico, y que, debido a su prestigio, ya no debía exponerse al monstruo del ludibrio. José Carreño Carlón y su inseparable burbuja de paniaguados salinistas, se escondió quince días para no ser requerido.
Constan en la bitácora de debates de esa Legislatura los denodados esfuerzos del coordinador de oradores para encontrar similares que pudieran hacer frente a ese apremio. Por otro lado, los equipos del Presidente Electo, Miguel de la Madrid, enfilaban sus preferencias.
Manuel Cavazos Lerma, hombre en diputados del equipo de pitufos que se encaminaba a la Secretaría de Programación y Presupuesto con Salinas de Gortari, presionó al líder de la mayoría en la Cámara, Humberto Lugo Gil, para que desde comisiones desapareciera del artículo 25 constitucional el concepto “corresponde al Estado la rectoría del desarrollo nacional”.
Todo esfuerzo fue en vano, pues los protagonistas desecharon esta insensatez, que frenaría el sentido de la nacionalización bancaria que buscaba orientarse precisamente al fomento del desarrollo nacional. Fueron abucheados, como un proemio a lo que pasaría seis años después cuando Salinas resultó candidato derrotado del tricolor.
Del equipo de la generación escolar del colimense, sólo Mariano Piña Olaya, el tenebroso poblano que quería quedar bien con todos, cogió el micrófono en una jornada memorable donde abusó del puro y de los términos sobados de que se hacía en nombre de la Revolución, la Constitución, las instituciones. Lamentable.
En medio del debate, Rolando Cordera, diputado del PSUM, al oír la catarata de conceptos rancios que descargaba sobre el auditorio Piña Olaya, se levantó de su curul, a rogarle: “¡Piedad, clemencia, señor diputado, ya estamos hasta la madre!”. Sonoras carcajadas de propios y ajenos acompañaron la lucidez de Cordera, extasiado por la ocurrencia. El impostor Piña Olaya fue premiado con la gubernatura de Puebla.
Nunca se supo por qué los próceres de esa Cámara se rehusaron a participar en el debate sobre este tema, el histórico de esa Legislatura. Con el tiempo, se llegó a saber que sus padrinos estaban dolidos por haber sido despojados de la banca nacional privada. Les habían ordenado sólo observar pasivamente.
Miguel de la Madrid regaló las direcciones de los bancos estatizados a grillos inexpertos y oficiosos y los mandó a la quiebra. Ante la oportunidad de oro para privatizarla, Carlos Salinas de Gortari la entregó totalmente a los consorcios extranjeros, quitando a la nación el manejo del servicio de crédito y pagos mexicanos.
Los bancos extranjeros, ya propietarios de las franquicias bancarias, interesados sólo en cobrar las comisiones de ventanilla, prestar a solventes, y recuperar de inmediato, encontraron el país de Jauja, el que les permitió la ingeniería financiera necesaria para capitalizar sus bancos establecidos en todas latitudes del mundo.
Jamás pidieron otra cosa. Pero el salinismo oportunista y monopolizador de los ahorros del pueblo, estableció como condición a la banca extranjera que uno de sus pupilos, Pedro Aspe Armella, se quedara con la cámara de compensaciones para impedir que la inversión extranjera llegara directamente a las cuentas concentradoras. Primero, todo flujo del exterior tenía que pasar por sus horcas caudinas, para sacarle el moche, o en su defecto, congelar las emisiones 400 días, los necesarios para la ordeña de intereses multimillonarios.
Desde hace tres décadas, Pedro Aspe es el concesionario de la infamia. De uno de los mayores atracos de nuestra historia moderna. ¡Imagínese usted lo que representa ser el filtro de la inversión extranjera y el recipiendario de sus moches! Un negocio redondo que secó la economía nacional, la creación de empleos y el bienestar de más de cien millones de mexicanos.
Es la más grande afrenta que el llamado poder financiero le ha propinado a la Patria entera. Argumentando ser los caudillos de la inspección de los orígenes del dinero, del lavado de numerario y de las actividades del trasiego, los salinistas rompieron parejo. Dinero de procedencia lícita jamás llegó a su destino: el pueblo.
Cientos de miles de millones de dólares con destino a la inversión en factorías y empleos, se han ido a los bolsillos de los descastados que en mala hora llegaron a gobernar a México.
En nombre y con la bandera de un pudibundismo ñoño, Pedro Aspe fue convertido en el Savonarola del dinero público. Siempre y cuando los flujos del exterior no vinieran comprometidos a los negocios blindados de los Bailleres, Larrea, Arango y demás fauna nociva, ningún dinero tenía entrada libre al país.
Los únicos que tenían pase expedito y gratuito eran y son hasta la fecha los favoritos del monopolio de la fuerza pública, los explotadores del pueblo, llámense financieros, industriales, banqueros, comerciantes, corredores o lavadores de la Bolsa de Valores meshica.
Por eso, sus diputados en la LII Legislatura jamás dijeron esta boca es mía. Por éso, el salinismo – cordobismo – zedillismo – foxismo – calderonismo – peñato, tienen la vara alta en la preferencia de los capitostes. De ahí se deriva su poder elitista y demoníaco. De secar las posibilidades del pueblo y hacernos cada día esclavos más sometidos.
Si no es así, que lo digan los pupilos de Pedro Aspe, Luis Videgaray y José Antonio Meade, cómplices y compinches en esta aventura antipatriótica. Por eso, creen que están blindados. Lo que no saben es que la confianza ante el poder financiero es delgada como un celofán, cuando se rompe, jamás puede restañarse.
Insatisfechos con haber secado las fuentes de financiamiento externo, y haber secado el circulante monetario a base de robos y sustracciones al presupuesto, todavía se resisten a someterse al juicio popular. Pero, eso sí, han dejado pasar el suficiente dinero para las campañas priístas, ese que regala la Secretaría de Economía a los líderes tricolores, previo moche del 40% de comisión, a fondo perdido, sin necesidad de justificar el objetivo del dinero. Los infames están todavía en libertad. ¿Usted los dejará irse tan campantes?
Índice Flamígero: La mariguana es nociva para la salud. Lo muestra Vicente Fox Quesada, quien se lanza en contra de Alfonso Romo, dizque porque el regiomontano es mal empresario. Al capitalino que se dice guanajuatense se le olvida como, junto con uno de sus hermanos, se dedicaba al contrabando, desde Estados Unidos, de semillas para la agricultura, negocio sucio que se les acabó cuando la avioneta en la que transportaban el producto ingresado ilegalmente se cayó. Fue el piloto de la aeronave el que purgó sentencia. Un viejo gringo que acabó sus días en la horrenda cárcel de la capital de la entidad que dizque gobernó Fox. Olvida también que estaba en ceros, quebrado, cuando lanzó su candidatura presidencial, a grado tal que hasta la compra de alimentos le pagaban sus amigos. No fume esa porquería, le está matando las pocas neuronas que le quedaban. + + + En el Tribunal Electoral se exhibe la parcialidad que caracteriza a sus magistrados. “Legislaron” que, en la intercampaña, sí puede haber debates… para favorecer al alicaído candidato priísta Meade Kuribreña. + + + Antes, los partidos opositores al PRI acudían a la OEA y a la ONU denunciando injusticias. Ahora el PRI, en su desesperación, manda a Claudia Ruiz Massieu a la OEA. Mala señal. + + + Don Rubén Mújica Vélez califica a Manuel Espino como un “búfalo del norte”. Y señala el porqué: “ Como el que ignoraba que hablaba en prosa, Manuel Espino, retoño del inolvidable cómico Clavillazo, copió la idea de Francis Fukuyama: ‘las ideologías han muerto’ y es el fin de la historia. Fukuyama dio marcha atrás, pero Espino da macha adelante… en busca de nóminas gordas. Presumiendo que ‘tiene gente hasta por 800 mil seguidores’, llama jodidos a los que denuncian el oportunismo de Espinito. Y como no ha de ser. Se ha ganado a pulso esa categoría politiquera. Declaró hace días que AMLO ya no es peligro para México, y después se retrató con Meade, a quien le endulza el oído, haciéndole creer qué hay mesnada de panistas tras su candidatura blandengue. Pero don Manuelito Espinín persigue ‘a ver quién da más’. Pretende disfrazar su búsqueda de nóminas satisfactorias y de su exhumación del panteón panista, aduciendo que es un ‘promotor de la obsolescencia de las ideas políticas’. Sólo que ignora que, para que se concrete la obsolescencia de una ideología política, es que existe, otra ideología que resulta idónea ante nuevos problemas. Con arranques de ‘filosofo’ decreta el fin de las ideologías. Ignora que, al menos, las ideologías, las ideas, son las que han movido al mundo. Napoleón Bonaparte lapidariamente definió: ‘Finalmente las ideas vencen a la espada’. Espino en estos arranques propios de huérfanos de partidos, incluso del PAN del que fue presidente palúdico, no encuentra puerto, nómina o columpio en que volverse a mecer. No reconoce que es de la mesnada de politiqueros que no saben que están embalsamados, que su hedor trasciende y que los efluvios en su entorno envenenan. Peor: ignoran que nadie los sigue… aunque presuman que 800 mil incautos aún creen sus dislates”.
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