Amenazan la elección presidencial
¬ Armando Sepúlveda Ibarra martes 13, Mar 2018Deslindes
Armando Sepúlveda Ibarra*
La inocente creencia de los empoderados de que a la quimérica caída del candidato Ricardo Anaya con la implacable y dictatorial persecución política del nuevo PRI-Gobierno en su contra, subiría al pedestal su gallo José Antonio Meade, ahora sí con espolones de ganador, ha sido otro sueño de tantos y el peor de los fracasos para sus estrategas de aldea y, por lo visto estos días entre el ánimo ciudadano, sólo ha arrastrado a ambos aspirantes de derecha más lejos del puntero en las preferencias electorales y, como para infundir más temor al oficialismo en retirada, ha abierto a Andrés Manuel López Obrador un sendero más claro y menos inquietante, por el momento, en su largo camino rumbo a Los Pinos, adonde el señor Peña y su clan le han franqueado las puertas con aquella loca estrategia de fe ciega, fascinados con la peregrina idea de que con el acoso inmoral al panista ganarían empatías en las elecciones del uno de julio, un plazo que ya huele a fatalidad para las esperanzas de la tecnocracia neoliberal de eternizarse en el poder espoliando más a la nación.
A la voracidad de los verdugos de Anaya durante esta feroz cacería para anularlo, en favor de la alicaída campaña de Meade y oxigenarla de urgencia con aliento de vida real para revivirla, le faltó la mesura que da la experiencia, la táctica del guerrero forjado en estas lides y la sabiduría de los clásicos, como para saber que conspirar un plan para deshacerse de un adversario con las armas de la ilegalidad y el uso faccioso de las instituciones en provecho y al servicio del poder, desencadena más repudio e indignación, odios y rencores hacia las cúpulas de una sociedad hastiada de la corrupción e impunidad de los gobernantes en turno y dispuesta a echarlos a la calle.
Más atentos a burlarse otra vez del estado de Derecho y a pisotear la ley, a escudarse en monigotes que imparten justicia de cuates a los delincuentes de casa ya sean gobernadores, ex gobernadores prófugos y secretarios del Gabinete tildados de corruptos o de más arriba, o esconden las verdades como las de Ayotzinapa y de la célebre Casa Blanca, o arremeten con saña y sin piedad ni soporte legal contra los críticos del régimen, los señores de la clase política en el poder quisieron en este episodio de su tragicomedia de equivocaciones a la Shakespeare, extasiarse en la acariciada hazaña de encumbrar a un candidato sin carisma ni clase para la política a la mexicana, un personaje asombrado y perplejo con la realidad de su entorno que, en su noviciado, batalla con su ambivalencia, sus limitaciones y camisas de fuerza, como ser el aspirante a la Presidencia del partido más corrupto ni más ni menos, para venderse ante los electores con la falsa y poco creíble etiqueta de abanderado ciudadano u ofrecerse hacia el priato como uno de los suyos, sin medir nunca las consecuencias ni saber interpretar la sentencia de Heródoto, padre de la historia, de que, con el tiempo, los destinos y “las fortunas de los hombres cambian” y caen por los suelos con la cosecha de sus yerros o el cobro de facturas de sus víctimas o enemigos o resentidos políticos, como ha sido este tenebroso cuento sexenal por extinguirse.
A la mitad del camino a las elecciones, entre la inestabilidad política y social del país con un proceso que marca un río revuelto de intereses que intentarían enturbiarlo más en provecho de unos cuantos de las cumbres distintas, ni los cerebros publirrelacionistas del calderonato panista tipo Sotas y Lozanos, ni del salinato priísta estilo Carreños y Granados, ni los importados y enfermizos genios de artimañas empecinados a enconar y dividir más a los mexicanos con ideas perversas que incitan a la violencia para desquitar la paga, casados aún con la sobada frase de cuidarse de “un peligro para México”, todos al servicio del renegado candidato híbrido priísta-panista, ni todo lo demás de la suciedad bajo la mesa han podido iluminarlo con la gracia y simpatía de alguien que busca conquistar a la gente sin más fortalezas que, como se presenta, ser independiente respecto a los partidos, aunque haya servido con pasión y lealtad al PAN de Calderón y al PRI de Peña Nieto, hasta fundirse en sus entrañas como un camaleón Geko, un ser capaz de cambiar de color 12 veces al día, según una antigua leyenda china.
A lo largo de las tres últimas semanas de los encontronazos entre el cazador y la pieza, es decir Peña-Nuevo PRI-PGR contra Anaya-PAN-PRD-MC, sale a flote el desenfreno y el pánico de los empoderados con sólo pensar que su candidato sigue a la baja y que los ataques al panista dañan sólo un poco a su perseverancia e imagen, resbalan en su epidermis y rebotan en la frágil silueta de Meade o contagian su triste panorama, hasta enterarse de que ambos ya descendieron dos puntos y subieron otro tanto al candidato de Morena entre el intercambio de metralla y observan recelosos cómo López Obrador se distancia más de sus deseos de verse a la cabeza de las encuestas. (AMLO anda ya en 36.3 por ciento, Anaya tiene 22.7 por ciento y Meade sólo 15.1 por ciento, de acuerdo con la encuesta reciente de Ipsos).
Por el camino de la prudencia, ahora más útil e indispensable en momentos de crisis, nadie ha sabido deslizar a los soberbios oídos de los señores del poder sexenal, en su angustiante recta final hacia el ostracismo, un consejo sano que los centre y equilibre sus volubles emociones y evite desbocarlas, con sólo recordarles a cada rato, como solían ubicar al emperador Julio César, cuando tomaba decisiones del Imperio Romano, su condición de “acuérdate que ¡eres mortal!” ante el riesgo de entregarse a la vanidad de sentirse dioses y lanzarse, por encima de las leyes, a complacer sus caprichos y arrasar con los adversarios políticos cuando simbolicen un peligro a sus ambiciones para aferrarse a privilegios o usurpar posiciones usando, para lograrlo, la fuerza de las instituciones para servirse, como ha sido el caso de la persecución de Anaya que ya ensombrece y pervierte el proceso electoral, tensa el ambiente y orilla a los ánimos a otro tipo de confrontaciones al calor de las campañas.
En el juego de camarillas, donde blanden sus armas todo tipo de intereses identificados con distintos gobiernos de sexenios priístas y panistas en la disputa por el poder y bastiones y la avalancha de ataques contra los adversarios que han exhibido ser un peligro para el continuismo neoliberal rapaz y entreguista, compiten los infaltables Diegos y Salinas en equipo, los Peñas y Calderones y Foxes y resabios de Echeverrías y Zedillos por quedarse con la tajada del león, con una serie de mentiras para infundir miedos entre los electores, con manipuladas comparaciones con otros lugares del planeta y con amenazas con encarcelar a contrincantes políticos. Unos vociferan con el riesgo de que México se vuelva “otro Venezuela” con graves problemas económicos y hambre, pero esta Venezuela ya la importaron los priístas y panistas a nuestro país: más de 52 millones de mexicanos viven en la pobreza y muchos sin recursos mínimos para comer, gracias a los gobernantes de sus partidos. O alertan con el petate del muerto de que la llegada de un opositor a Los Pinos aplicaría el garrote a los adversarios, “como en Venezuela”, cuando el propio Peña y su PGR andan hoy persiguiendo al candidato presidencial Anaya, para ponerlo tras las rejas y sacarlo de la boleta electoral para que su pupilo Meade suba a competir. Tiemblan ante el posible “retorno al pasado” cuando en este pobre país sigue viviendo todavía en pobreza y pobreza extrema la mayoría de la población, entre la violencia de cientos de miles de asesinatos y más de 50 mil desaparecidos sólo en los últimos dos sexenios, con los primeros lugares a nivel mundial entre los gobiernos más corruptos e impunes, etcétera, etcétera, etcétera…
Viendo cómo evoluciona la realidad de los aspirantes a la Presidencia, se concluye que a los empoderados, en su decadencia, más le conviene olvidarse de los excesos y arrebatos de irracionalidad, vadear el problema y alejarse del pleito contra Anaya y el humor nacional, retirarse si aún hay tiempo, antes que el conflicto escale más, naufrague el proceso electoral y, para su ruina, borre a Meade en definitiva del escenario político. Aquí es válido para la inteligencia de esos señores recordar los consejos milenarios de Sunzi: Hay senderos que no deben ser recorridos, ejércitos que no deben ser atacados, fortificaciones que no deben ser sitiadas, terrenos que no deben ser disputados y órdenes del soberano que no deben ser obedecidas…
*Premio Nacional de Periodismo de 1996