Varguitas Llosa
Alberto Vieyra G. miércoles 7, Mar 2018De pe a pa
Alberto Vieyra G.
“Votar por AMLO, sería un tremendo retroceso en México”. Así, sin ambages, el Premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa, a quien apodaban en la universidad “El Varguitas”, lanzaría un vehemente llamado a los mexicanos para no suicidarse llevando al poder a un populista de siete suelas del tamaño de Hugo Chávez o Nicolás Maduro.
“Mi esperanza es que haya suficiente lucidez como para ver a dónde conduce ese suicidio de votar por el populismo, de votar por la demagogia con recetas que están absolutamente fracasadas en el mundo entero”. Así de directo se la recetó a quien lleva 18 años, o más, como un simulador que lucra con la política en México llamado Peje.
La declaración de Vargas Llosa, realizada en Madrid al presentar su nuevo libro titulado “La llamada de la tribu”, molestó a todo el mundo en el cuartel morenista, a grado tal de que no faltaría la insensatez, como en el caso de la historiadora sonorense Carmen Bojórquez, quien no reparó en calificar al escritor peruano como un “metiche” en asuntos que competen a los mexicanos, e hizo un llamado para que algunos “lorenzos” lleven a cabo la quema de libros de “Varguitas”.
Es la más vil intolerancia el no respetar a quienes no piensan igual que uno, y es también un signo demencial llamar a la violencia con alguien que, históricamente, ha tenido razón en sus diagnósticos políticos sobre México, como aquel que, hace ya más de dos décadas, tachó al PRI de ser la dictadura perfecta.
¿A qué se refería con esto Vargas Llosa? Pues ni más ni menos que, efectivamente, a una dictadura perfecta, en la que los mexicanos votaban masivamente cada seis años por el PRI para que todo cambiara o para que todo siguiera igual.
Este átomo de la comunicación no recuerda que algún priísta o intelectual se haya revelado, entonces, como un fanático de la intolerancia política, y en cambio, la visión de “Varguitas” sirvió para que en México se diese la pluralidad política y la alternancia en el poder.
Esta intolerancia me recuerda a otro premio nobel, José Saramago, quien al presentar su libro “De Caín”, lo hizo de una manera muy singular pues, en todas las librerías españolas y portuguesas, se colocó una montaña de libros de La Biblia, y otra con el libro “De Caín”. El texto de Saramago pareció evaporarse, mientras que La Biblia siguió sin que nadie comprara un ejemplar. La Iglesia montó en cólera y jamás le perdonó esa herejía” al escritor portugués.
En su tónica de simulación política, San Juan diego López Obrador propone un cambio de gobierno.
¿Cambio? ¿Cómo para dónde o para qué o para quiénes? ¿Un cambio que se entienda como “equitate tú pa´ ponerme yo”? Porque el cuento de acabar con la corrupción, al Peje no se lo cree ni su abue.
Es imposible erradicar la corrupción mientras los mexicanos no leamos, mientras seamos irredentos fanáticos de los opios como el futbol, las religiones, la apología del crimen, las telenovelas, y el uso del internet para autodestruirse. Así que El Peje nos seguirá engañando con el cuento de la corrupción, cuando hay temas torales, de los cuales no hablan los candidatos presidenciales.
Fox prometió, también, un cambio y resultó que, la reversa, también es cambio. No, mire usted, Don Mario Vargas Llosa es merecedor de todos mis respetos y aunque le llamen metichón, me parece que tiene razón, porque los únicos capaces de cambiar las cosas en México somos los mexicanos, pero movidos por nuestras convicciones ideológicas y no convertidos en títeres de esos que se dicen líderes que lucran con el poder.