Violencia política
¬ Augusto Corro lunes 5, Mar 2018Punto por punto
Augusto Corro
Las pugnas políticas se libran en diferentes niveles: violento y civilizado. En el primero, los problemas se resuelven a balazos, con la muerte; en el segundo, los pleitos se arreglan en comidas, festejos, reuniones sociales, etc.
Sabemos de sobra que la violencia se práctica entre los militantes de los partidos políticos, en ocasiones por razones ideológicas y en otras por el poder o los negocios. El hecho, es que alrededor de 60 personas, con vínculos partidistas, fueron asesinadas en los últimos meses de efervescencia política.
De acuerdo con las estadísticas, las víctimas pertenecían a diferentes partidos políticos. Entre las listas de los victimados se encuentran alcaldes, aspirantes a cargos públicos, parientes de estos, etc. El viernes pasado fue asesinado Homero Bravo Espino, precandidato a la presidencia municipal del Partido de la Revolución Democrática (PRD), en Guerrero.
En otras entidades también las precampañas electorales fueron alcanzadas por la violencia. Pero entre los políticos guerrerenses, la situación es más complicada porque en algunos casos se mezclan las pugnas políticas con los intereses de la delincuencia organizada.
Claro, a lo anterior debe agregarse que la mezcla de partidos provocó, además, confusión en los militantes de los partidos políticos. Esto provocó que se decidieran las candidaturas a nivel cupular, sin tomar en cuenta los intereses de las bases. Por ejemplo, los perredistas y panistas aliados para apoyar a tal o cual aspirante.
Esa solución violenta a las broncas de los militantes partidistas no ocurre en las altas esferas de la política, donde la guerra sucia se practica con discursos incendiarios, pero nada más. Los jerarcas de la política se insultan con palabras altisonantes y nada más. En un ejemplo de civilidad reciente, se vio al ex senador, ex candidato presidencial panista, Diego Fernández de Cevallos, en una “taquiza” organizada para festejar el cumpleaños del candidato presidencial priísta, José Antonio Meade Kuribreña.
Llamó la atención la presencia del blanquiazul en aquella reunión, pues se suponía que el “Jefe” Diego estaba peleado a muerte, como se dice coloquialmente, con los priístas por el maltrato que le dan a su “pupilo”, el candidato presidencial frentista, Ricardo Anaya, en la Procuraduría General de la República (PGR). Resultó que no. En fin, no es lo mismo pelearse a balazos en las filas partidistas que disfrutar de tacos en fiestas de cumpleaños.
Lo complejo de la violencia política en nuestro país es que continuará, sin límite alguno, porque parece que no hay nadie interesado en erradicarla, en ponerle fin, principalmente en las entidades, donde los gobernadores son ineptos e irresponsables, como Héctor Astudillo Flores, que tiene sumido a Guerrero en una espiral de muerte e impunidad.
¿Cómo convencer a los militantes de los partidos políticos que los pleitos también pueden solucionarse en reuniones, fiestas de cumpleaños, comidas, etc., sin balazos o agresiones físicas, como lo hace el “Jefe” Diego? ¿Usted qué opina amable lector?
VANIDAD
Creo que todos somos vanidosos en poca o mucha medida. Algunos la guardamos, la escondemos, otros, como los políticos, la lucen esplendorosamente. Sólo que se auxilian para lograrlo con recursos económicos que no son suyos, son dineros de los contribuyentes.
Los políticos cuando llegan a los altos públicos se inclinan por dejar testimonio de su paso por las dependencias a su cargo. Aprovechan la oportunidad que tienen de dejar sus retratos en las faustuosas oficinas de la Presidencia de la República, secretarías federales, partidos políticos, universidades, etc. Esa acción para satisfacer la vanidad de los funcionarios públicos le costó a los mexicanos alrededor de 5 millones de pesos en los últimos diez años. Entre las dependencias que más gastó en retratos de sus funcionarios fue la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
También, la Presidencia de la República pagó casi un millón de pesos por un medallón al óleo de Felipe Calderón Hinojosa.
En la Secretaría de Educación Pública se encuentran, entre otros cuadros los de ex secretarios Josefina Vázquez Mota, José Ángel Córdova Villalobos y de Emilio Chuayffet Chemor. Salieron baratos, cada uno costó 9 mil pesos.
En este renglón no se siente el dinero invertido, sino el lugar privilegiado que ocupan ex funcionarios que no sólo ayudarán a resolver el problema de la educación en México, sino que obstaculizaron su progreso.
En general, esa práctica malsana de coleccionar los retratos de los ex funcionarios de las diferentes dependencias no es mala idea, pero sería mejor que los vanidosos funcionarios pagaran con sus recursos propios sus pinturas, dibujos o fotografías y no con el dinero de los contribuyentes a quienes defraudaron con su paso gris, oscuro, en las dependencias bajo su responsabilidad.