Orígenes del divisionismo
¬ Augusto Corro martes 20, Feb 2018Punto por punto
Augusto Corro
(Parte II)
Lo que se suponía el fortalecimiento de la democracia, terminó en divisionismo en el interior de los partidos políticos. Esas pugnas y el mal manejo de sus dirigencias fueron determinantes para marcar nuevos rumbos en sus acciones.
Sus debilidades como organismos políticos los debilitaron y optaron por el establecimiento de coaliciones o alianzas llenas para fortalecerse, aunque sólo sea en las temporadas electorales. Los mismos partidos se encargaron de encaminarse hacia su destrucción. Uno de éstos, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) es el ejemplo más claro de lo que hablamos.
En 1988 el partido del sol azteca estaba en su esplendor. Participó en las elecciones presidenciales y más de uno aseguró que era el ganador. Si eso ocurrió, el candidato amarillo, Cuauhtémoc Cárdenas, no tuvo los suficientes arrestos para pelear su triunfo.
El impresentable Carlos Salinas de Gortari, uno de los tecnócratas preferidos de Miguel de la Madrid, entonces presidente de México, se llevó la victoria. Luego, se iniciaron las concertacesiones que le dieron otro sentido a la política.
Los priístas y los panistas, encabezados por su personaje controvertido, Diego Fernández de Cevallos, “El Jefe Diego”, contrarrestaron la fuerza perredista y Salinas de Gortari gobernó (es un decir) México sin sobresaltos, aunque al final de su sexenio enfrentó la rebelión de los zapatistas, encabezados por el “subcomandante Marcos”.
En el 2000, el PRD mantenía su fortaleza, aunque no pudo vencer al candidato híbrido, Vicente Fox. En una manifestación de hartazgo con los gobiernos priístas, el electorado decidió apoyar al guanajuatense.
Conocemos los resultados de esa elección. El guanajuatense Fox malgastó su capital político, el gobierno panista defraudó al electorado.
Para el 2006 el PRD empezó a mostrar los efectos negativos de sus pugnas internas. El deseo de participar en la candidatura presidencial distanció a Cárdenas y a Andrés Manuel López Obrador, quien, como jefe del gobierno capitalino, acumuló méritos suficientes para buscar la silla presidencial.
Otra vez, en una elección cerrada, cuya legitimidad sigue en duda, el panista Felipe Calderón Hinojosa derrotó a López Obrador. El PRI otra vez vencido, supo convivir con el gobierno panista, a pesar de los errores del entonces presidente, quien declaró la guerra a la delincuencia organizada.
En el PRD, la tribu de “Los Chuchos” aprovechó los errores de sus adversarios políticos y se adueñaron del partido. Se acentuaron las pugnas entre las tribus.
A pesar de las inconformidades de los grupos, para la contienda electoral del 2012, López Obrador fue candidato presidencial perredista. La historia se repitió. El tabasqueño volvió a perder.
El PRD inició su desmantelamiento. Sus fundadores, como Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, el propio López Obrador renunciaron a su condición de perredistas. El primero anda por ahí con proyectos políticos que a nadie interesan. Muñoz Ledo quizás logre una curul en San Lázaro.
López Obrador instaló su partido Movimiento de Regeneración Nacional Morena, que según las encuestas encabeza las preferenciales electorales, encabeza la lista de preferencias electorales. Es una organización política que participa por primera vez en elecciones presidenciales.
El PRD empezó a perder clientela cuando de manera descarada optó por participar en el Pacto por México, una especie de alianza de partidos que beneficiarían directamente al gobierno federal. Los perredistas se engolosinaron con el poder que ostentaban como autoridad y se olvidaron de ideología y principios. Se alejaron de la gente. Uno de sus errores graves fue apoyar candidaturas de delincuentes en los gobiernos estatales y municipales.
En Guerrero evidenciaron sus debilidades. El ex alcalde de Iguala, José Luis Abarca, de extracción perredista, y su esposa María de los Ángeles Pineda Villa, se encuentran en la cárcel por el caso de los normalistas desaparecidos de Ayotzinapa.
El ex gobernador de esa entidad, Ángel Aguirre, también perredista, renunció al cargo para ponerse a disposición de las autoridades que investigaban el secuestro masivo de estudiantes en Iguala.
En la Ciudad de México, el perredismo perdió clientela. En las últimas elecciones capitalinas, el PRD no fue el ganador absoluto, como sucedía en años anteriores. Los candidatos de Morena empezaron a quitarle el gobierno de las delegaciones.
Para el 2018, el PRD llega a la justa electoral como un partido con el puro cascarón, es decir sin candidato presidencial amarillo, lejos de su imagen de esplendor y poder de años anteriores. Obligado por la sobrevivencia política decidió aliarse con el PAN y con el Movimiento Ciudadano (MC) en condiciones desventajosas.
Como la organización más fuerte de la coalición Por México al Frente, los panistas designaron a Ricardo Anaya como el candidato presidencial. Miguel Ángel Mancera no tuvo la menor oportunidad de ser ungido como aspirante presidencial.
Inclusive, su ya aprobada candidatura de plurinominal panista aún se discute porque grupos internos azules no ven con buenos ojos, como se dice, que Mancera llegue “empanizado” al Senado de la República, porque esa acción partidista viola el reglamento de su partido.
Los panistas no se encuentran en las mejores condiciones de la unidad partidista. El hueco que dejó Margarita Zavala, aspirante presidencial independiente, podría tener repercusiones en la generación de votos. El 1 de julio se conocerá cuál fue la influencia de la esposa de Felipe Calderón en el electorado, una vez que aparezca su nombre en la boleta.
El divisionismo en Acción Nacional empezó con las políticas autoritarias de Calderón, quien como presidente de México, pensó que podía adueñarse del PAN que lo llevó al poder. Los panistas no aceptaron que su “delfín” Ernesto Cordero fuera el candidato presidencial en las elecciones de 2012.
Los blanquiazules decidieron que fuera Josefina Vázquez Mota, quien, dicho sea de paso, fue boicoteada por el propio Calderón y por el club de amigos de éste, que le negaron el apoyo.
La lucha interna se agudizó, un grupo de senadores panistas se rebeló contra su dirigente Ricardo Anaya y se definió la lucha entre “calderonistas” y “anayistas”. Estos son los ganadores. El PAN ante la inseguridad mayoritaria de los votos también decidió aliarse con el partido que fuera para hacer un frente político más firme y fuerte.