Malo por conocido
Freddy Sánchez martes 20, Feb 2018Precios y desprecios
Freddy Sánchez
“Es el orgullo de mi nepotismo”, llegó a decir el ex presidente José López Portillo de su hijo José Ramón, quien fungiera como alto funcionario de su gobierno.
Algo que fue obligado recordar al saber que el licenciado Manuel López Obrador, presionado por las críticas hacia el quehacer de sus hijos en actividades electorales, bajo la encomienda del tabasqueño, prácticamente hizo lo mismo.
Defendió a sus vástagos al señalar que lo están ayudando y añadir que tiene presente que en la Revolución familias enteras se unían en defensa de la causa. Empero, el candidato presidencial de Morena, hizo una aclaración al mencionar que su partido va a triunfar en la contienda por la primera magistratura de la nación y sus hijos no van a poder estar en el gobierno, porque no habrá ni amiguismo, ni influyentismo ni nepotismo ni ninguna de esas lacras del pasado.
Bien pues, por el tres veces aspirante presidencial. Con toda claridad enfatizó que nada de echar mano del poder cobijando a la familia con puestos y beneficios burocráticos por sólo ser “los hijos de papi”.
Así que ni sueñen los consanguíneos de López Obrador que él actuará como lo hizo López Portillo, nombrando o pidiendo a uno de sus subalternos que nombrara a su hijo José Ramón a cargo de una subsecretaria de Estado para después defenderlo a “capa y espada” sin escuchar críticas por el nepotismo, sino por el contrario, ufanándose de hacer un uso orondo de su práctica.
Cosa que, obviamente, no va con Andrés Manuel López Obrador.
Con tiempo y precisión afirmó que sus hijos no estarán en el gobierno si llega a ganar la silla presidencial en la contienda de este año.
Y quizás no pocos piensen que el poder público, el quehacer político o los menesteres legislativos se perderán el talento y buena disposición para el servicio público de los hijos del tabasqueño. Cierto o falso, no cabe duda que en eso de repudiar e incluso sancionar legalmente el nepotismo en el ejercicio de la política del poder, mucho falta por decir y hacer.
Un radicalismo opositor puede tener un sustento que lo justifica a plenitud, pero igual la idea de que no es justo privar a los descendientes de un político de la oportunidad de seguir los pasos de su padre o de su madre.
Algo que de hecho, es práctica común en los menesteres no sólo de la política, sino en los deportes, los espectáculos, las empresas y el ejercicio de las profesiones y los oficios, siendo el caso de que un buen número de amparados por lazos de sangre para secundar las actividades de sus progenitores, quiérase o no hacerlo notar, se han distinguido en buena medida por ser mejores que sus antecesores.
Por qué entonces debería uno aprobar a pie juntillas la decisión arbitraria de impedir a toda costa la participación de los hijos de los políticos en cuestiones políticas, aun tratándose de personas, (hombres o mujeres), con un alto grado de preparación académica, sensibilidad social, honestidad y disposición para el servicio público, como seguramente lo son una cantidad importante de quienes podrían ejercer alguna tarea institucional, cercanos a sus progenitores, por la sencilla razón de estar perfectamente habilitados para tener un buen desempeño público.
Además de que, quién mejor que la familia para cuidar la imagen del que confiando en su lealtad les confiere una desempeño oficial esperando que por ser quienes son y en particular sus hijos, se esmeren más que nadie en ser ejemplo de honorabilidad.
Porque a un hijo e incluso a un pariente cercano al que se le apoya para ocupar una tarea institucional, se le puede perdonar que falle en su cometido por carecer del talento necesario, pero jamás por ser deshonesto y mucho menos si con su con su propio desprestigio demerita la imagen del que le dio un cargo en que ocuparse como servidor público.
De ahí que no sea motivo de vergüenza y menos una especie de sacrilegio contra la fe institucional pretender que legalmente se permita emplear a cualquier persona en un puesto oficial, sin importar sus relaciones de familia con el que está en la posibilidad de contratarlo, siempre y cuando el aspirante a ese empleo demuestre con exámenes de aptitud y otros de carácter sicológico e inclusive toxicológicos, que es un sujeto de confianza que se merece la oportunidad de trabajar a lado o cerca de su padre.
Con las adecuadas políticas para la selección y contratación de personal en el sector público, la relación de parentesco no debería alentar criterios restrictivos, siendo que lo verdaderamente importante es sanear las instituciones públicas de zánganos y malandrines, sean o no los hijos, nietos o bisnietos de quienes los nombran en altos cargos, valiéndose de patrañas legaloides como la de aceptar a la parentela del compadre o el amigo en la dependencia donde alguien está al frente, a cambio de que se reciba a los parientes propios en aquellos cargos en los que la ley no lo impida ni pueda sancionarlo.
Y obviamente muchos de los que “se cuelan” a la administración pública bajo ese esquema tramposo no son precisamente de lo mejor.
Más bien el indeseable desempeño de infinidad de parientes y entenados de los políticos, hace recordar aquello de que todo cambia en el gobierno para seguir igualo o lo que es lo mismo: amolados estamos porque entre novatos y viejos practicantes de la política lo que predomina como dice un dicho no es “lo bueno por conocer, sino lo malo por conocido”.