Corporativismo sindical
Alberto Vieyra G. jueves 15, Feb 2018De pe a pa
Alberto Vieyra G.
Durante más de siete décadas, el gran músculo del PRI que le permitió perpetuarse en el poder, estaba fincado en los caciques, sus tres sectores: Obrero, campesino y popular, y sin faltar en el corporativismo sindical que le aportaba carretadas de votos.
Durante la campaña presidencial de Carlos Salinas, el entonces jerarca nacional del PRI, Jorge de la Vega Domínguez, durante un desayuno en la sede nacional de la burocracia en Sadi Carnot, le ofreció a Salinas llevarlo a la Presidencia de la República con 20 millones de votos.
El 6 de julio del 88, Carlos Salinas, a duras penas lograba poco menos de 10 millones de sufragios, lo que motivó a las grandes élites del poder a obligarlo a pactar con empresarios, la iglesia y el PAN con el fin de legitimarlo en el poder.
Salinas quedó muy resentido contra los gremios sindicales, y prometió acabar con líderes que ya no le servían al PRI.
A su resentimiento se agregaría un ingrediente adicional: La orden tajante del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial para desmantelar al PRI, comenzando por el corporativismo sindical.
Este átomo de la comunicación sería testigo de cuando en Ciudad Madero, Tamaulipas, y a bordo del autobús de campaña de Carlos Salinas, el candidato presidencial del PRI encaró al todopoderoso líder sindical petrolero, Joaquín Hernández Galicia, alias “La Quina”.
Ambos intercambiaron rudísimas palabras, pero Salinas advirtió al líder petrolero que se las pagaría y muy pronto.
Y es que, la Quina, entre otros pecados, arrastraba su apoyo al entonces candidato presidencial del FDN —papá del PRD- Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, y el haber patrocinado un libro negro que advertía del peligro de un asesino en la Presidencia de la República, escrito por José Luis González Mesa que narraba el fusilamiento de la pequeña Manuela, una niña oaxaqueña de tan sólo 12 años de edad, fusilada por Raúl Salinas, su hermano Carlos y un amigo de éstos de apellido Zapata, cuando eran unos “mocosos”.
Ya en la presidencia, Salinas cumpliría su amenaza contra la Quina, y comenzaría a hacer la tarea ordenada por los organismos financieros internacionales.
El 10 de enero del 89, un impresionante dispositivo militar y policiaco formado por aproximadamente doscientos efectivos armados con bazukas, ocupó la residencia de La Quina en Ciudad Madero, Tamaulipas, para aprehenderlo y encarcelarlo por los delitos de posesión ilegal de armas, contrabando y defraudación fiscal, además de un muertito que le sembraron en la puerta de su casa, que fue derruida por maquinaria pesada.
Dos meses después correría la misma suerte que La Quina el líder magisterial, Carlos Jonguitud Barrios, quien fue incapaz de encarar al poder supremo del ponzoñoso presidencialismo.
El 23 de abril, el entonces titular de la SEP, comunicó a Jonguitud en su propia casa, que su reinado había terminado. Con ello, Salinas pondría, en el sindicato magisterial a Elba Esther Gordillo Morales, una maestra rural mexiquense que pronto alcanzaría triste fama y un inusitado poder, riqueza y, con ello, el SNTE se convertiría en uno de los gremios más corruptos de México, utilizados para sacar el PRI de Los Pinos.
El botín magisterial es, desde entonces, codiciadísimo por cualquiera que busque convertirse en Presidente de México. Pero de ese ente corrupto le hablaré en nuestro próximo capítulo.