Inseguridad y realidad
¬ Augusto Corro viernes 9, Feb 2018Punto por punto
Augusto Corro
No será por decreto como desaparezca la inseguridad en el país. Cada día son más los hechos violentos que tienen sumida a la sociedad en el temor y terror constante.
La descomposición social creció incontrolable y multiplicó en miles el número de delincuentes que ya no son castigados por sus fechorías.
Las mismas leyes se volvieron más laxas. Un infractor de la ley tiene más posibilidades de obtener la libertad ahora, con menos obstáculos, que en épocas anteriores.
La violencia ya no se percibe, se vive. Ahí están los miles de extorsiones, asaltos, secuestros, gente desplazada, ajustes de cuentas, asesinatos, etc. Nos referimos a los índices que registran las olas de víctimas.
Los criminales actúan con la certeza que no serán castigados. Saben que la impunidad se encuentra de su lado. Las funciones de los representantes del Ministerio Público parece que quedaron en el pasado.
El poco cuidado que tienen para armar un expediente deja mucho qué desear y repercute en los criterios de los jueces, que no lo piensan dos veces para dejar en libertad al detenido.
NADIE LOS PERSIGUE
Claro, eso ocurre cuando la policía corre con la suerte de su lado para aprehender al criminal. Todo mundo sabe que en la mayoría de los casos, los asaltantes, secuestradores y sicarios no son perseguidos.
El mundo de los criminales casi no se toca. Los gobernantes ni siquiera hacen el intento de intervenir para que la sociedad viva con seguridad.
Las acciones de la delincuencia organizada suceden en diferentes entidades. Ya no tienen la exclusividad del crimen entidades como Tamaulipas, Guerrero, Michoacán, Sinaloa, etc. De acuerdo con las estadísticas, México, en 2017, vivió su año más negro con 25 mil 339 homicidios. Colima resultó ser uno de los estados más peligrosos.
Entre los municipios más violentos se encuentran Colima, la capital de la entidad del mismo nombre; Manzanillo, Tecomán y Apatzingán. En Guerrero están Chilapa de Álvarez, Acapulco, Chilpancingo. En el norte del país tenemos a Tijuana, Playas de Rosarito y Los Cabos.
En términos generales hay un seguimiento de los hechos sangrientos en México que de nada nos sirve. La impunidad se encuentra por encima de la ley. Somos, pues, una sociedad a merced de los hampones.
SIN CONFIANZA EN AUTORIDADES
Las autoridades hace varios años que dejaron de ofrecer confianza a la ciudadanía. Acudir a una oficina del Ministerio Público a denunciar algún delito es la forma más fácil de perder el tiempo.
¿Y la fuerza pública? Pasa por sus peores momentos. No representan ninguna autoridad. Los delincuentes no los respetan. Los uniformados, con sus sueldos de hambre, prefieren servir a los cárteles de la droga como “halcones”, espías, etc.
Fueron necesarias la participación del Ejército y la Marina para hacer frente a los grupos de narcodelincuentes que no conocen el valor de una vida humana. Así lo demuestran en las ejecuciones de sus enemigos, que cada vez son más espeluznantes.
Ahí está, pues, el tema de la inseguridad que nos flagela estará vigente durante muchos años. Las autoridades irresponsables la dejaron crecer. Sin deberla ni temerla la sociedad tiene que pagar los platos rotos.
¿La solución? No se encuentra a simple vista. El fenómeno social se extendió a todos los sectores sociales. Por supuesto, unos resultan más afectados que otros.
En ocasiones no alcanzamos a entender qué fue lo que pasó en México. La delincuencia común ya es un problema mayor, no se diga de la existencia de los cárteles de la droga y sus mensajeros de la muerte, con su diversificación de delitos.
Las fosas clandestinas se encuentran por todas partes. Las caravanas de deudos en busca de sus familiares desaparecidos recorren el país, en la mayoría de los casos, sin resultado alguno.
Se tiene la impresión de que las bandas de delincuentes participan en un concurso para obtener los primeros lugares en materia de homicidios, incluidas la crueldad, bestialidad y brutalidad.
Los mexicanos nos encontramos en un callejón sin salida en relación con la inseguridad y la violencia. Tenemos la idea que ambas cuestiones no se solucionarán de la noche a la mañana. Alguien tendrá que hacerlo.
Será una tarea compleja, muy difícil, que necesita una atención a fondo, como si se tratara de un cáncer. La problemática social que enfrentamos así lo exige.
Feliz fin de semana.