Reconciliación nacional
Alberto Vieyra G. viernes 9, Feb 2018De pe a pa
Alberto Vieyra G.
Durante las campañas presidenciales del 2006, se incubó, en toda la sociedad mexicana, un virus llamado “odio”, que ha derivado en un peligroso divisionismo entre los mexicanos, comenzando por la venenosa partidocracia.
“López Obrador es un peligro para México”, rezaba el ponzoñoso slogan creado por el perverso publicista español, Antonio Solá, contratado por Felipe Calderón y el PAN, para evitar, al precio que fuera, que San Juan Diego López Obrador se convirtiera en presidente de México.
Ese mismo siniestro personaje, nos viene a decir, a los mexicanos, dos sexenios después, que hoy, López Obrador está muy cerca de conseguir la silla presidencial, y que aquella perversa estrategia utilizada por él y el PAN para frenarlo en el 2006, “no está vigente en este momento”. Un cínico que sigue dividiendo a los mexicanos. ¿De qué lado estará ahora? Pa´ mí que este gallo quiere maíz, como decía don Porfirio.
Lo cierto es que, Antonio Solá y el PAN, sembraron el odio hace 12 años, y ese veneno se acrecenta cada día, al grado tal, que, en este momento, se hace imposible una reconciliación nacional. ¿Quién será capaz de lograr esa odisea de reconciliar a los mexicanos? Francamente no se ve que alguno de los candidatos presidenciales pueda tener esa inteligencia y virtud para lograr desactivar todo el virus del odio que se incubó en el alma de los mexicanos desde hace dos sexenios, y quizá más atrás.
El próximo domingo 11 de febrero, concluyen las precampañas en un proceso electoral de lo más incierto, confuso y peligroso para los mexicanos. Durante mes y medio, los aspirantes a la silla presidencial, mostraron el músculo o la debilidad para lograr ese propósito, pero, lo único que quedó evidenciado es su flaqueza y el exacerbado odio que existe entre la clase política para conquistar el gran poder político de México.
Vimos a un José Antonio Meade desdibujado, sin identidad política, y del cual se hacen mofas sarcásticas por su problema de vitíligo; el sello de la corrupción y la falta de transparencia de Ricardo Anaya, envuelto en sonoros escándalos de inmoralidad política y a un San Juan Diego Peje con una monumental intolerancia y un acendrado analfabetismo intelectual.
Viene, ahora, un receso de más de mes y medio para que el 30 de marzo inicien formalmente las campañas presidenciales. Serán días de reflexión para todos los mexicanos y para que la clase política que busca el poder mediante nuestros votos, afinen estrategias capaces de convencer a un electorado cada vez más escéptico y harto de una ponzoñosa partidocracia que lo único que ha hecho es profundizar en el divisionismo de los mexicanos.
Se trata de una perversa máxima que tiene como finalidad dividir para vencer. ¿Quién o quienes vencerán en medio del odio y la confusión?
No faltan los estudiosos que afirman que, en este momento, Andrés Manuelovich Peje, ya no es un peligro para México, pues el verdadero peligro está en el divisionismo y el odio que corroe a los mexicanos.
¿Es posible, en este escenario, lograr una reconciliación nacional?