Por quién no votar
Freddy Sánchez jueves 8, Feb 2018Precios y desprecios
Freddy Sánchez
¿Sueño que se repite suele hacerse realidad o lo que se sueña no siempre será verdad?
Partidarios y contrarios de Andrés Manuel López Obrador deben estar dedicando buena parte del tiempo a conjeturar sobre ambas cuestiones, que lógicamente hacen que la mente vuele, rebasando las alturas que alcanzaría un cohete enviado a una misión espacial.
Y no es para menos, otra vez el tabasqueño va en punta de las preferencias electorales en todas las encuestas sobre pronósticos para la sucesión presidencial, en pos de hacer realidad un sueño largamente acariciado.
Ahora, como abanderado, líder supremo, mentor y gran ideólogo de su propia causa electoral, convertido en dirigente de un partido político de su creación, que despegó con gran éxito y voló alto en su primer viaje electoral de hace tres años, López Obrador, dos veces antes candidato presidencial del PRD, es sin duda en el actual momento político nacional, el candidato a vencer en la contienda presidencial que está por celebrarse en México.
Mucho más fuerte electoralmente que en la pasada elección, en la que Enrique Peña del Revolucionario Institucional, lo venció con buena ventaja, y con iguales o mayores posibilidades de llegar a Los Pinos, que cuando su adversario panista Felipe Calderón le ganó la presidencia apenas “por una nariz” (según los números oficiales de aquella contienda), pinta la imagen del dirigente nacional de Morena en torno a la disputa por el cargo a la primera magistratura de la nación.
Dos factores podrían sumarse en favor de la candidatura presidencial del tabasqueño: la creciente desaprobación social hacia el PRI, (por todo lo que se sabe y se piensa que ha hecho este partido en contra del interés colectivo y naturalmente lo que ha dejado de hacer en su beneficio), y la aparente tendencia juvenil (en particular de una parte significativa de los nuevos votantes que suman 14 millones), y que según se percibe en redes sociales, podrían ser los menos interesados en apoyar al priísmo, aunque las percepciones de cada momento electoral, como se ha corroborado en el pasado, suelen tener repentinos e inesperados giros.
Por lo demás, no hay que demeritar las habilidades y destrezas (llámeseles si se quiere tretas y truculencias), de los recalcitrantes opositores, a que finalmente se consume el arribo de una fracción de supuesta izquierda radical a la casa presidencial, con intenciones de borrar y cambiar muchas de las cosas que en los terrenos de la economía y las finanzas, representan un atractivo para una vasta gama de hombres de negocios, influyentes y con dinero a manos llenas, para intentar influir en la tendencia de toda sucesión presidencial.
Otra cuestión que sería imposible soslayar en la actual contienda por el máximo mandato de la república, está ligado a un par de asuntos que inequívocamente jugarán un papel preponderante en el ánimo electoral de aquellos que decidan ser actores y no mudos testigos de lo que sucederá el día del nombramiento de primer mandatario de la nación.
Se trata por supuesto de las estrategias proselitistas de las que cada partido político echará mano para desvirtuar e inclusive satanizar a sus adversarios durante las campañas políticas en proceso, y lo que cada aspirante presidencial logre hacer por sí mismo, en los tres debates planeados para la contienda presidencial.
Basta decir al respecto que una elección se puede ganar o perder en cualquier momento e inclusive por algún detalle que anime o desanime el voto en las urnas.
Y por lo mismo, miles de electores potenciales ni siquiera optan por presentarse a votar o si lo hacen es posible que cambien su intención electoral decidiendo justo a última hora a quien dar su voto y definitivamente por quién no votar.