Juan Diego y el abogado del diablo
Alberto Vieyra G. jueves 8, Feb 2018De pe a pa
Alberto Vieyra G.
En 1587, el Papa Sixto V creó, en el derecho canónico, la controvertida figura de “El abogado del diablo”. ¿Y qué hacía el abogado del diablo en la Iglesia católica?
Ahí le va: El abogado del diablo (en latín advocatus diaboli) o “promotor de la fe”, es el apelativo popular con el que se alude al procurador fiscal en los antiguos juicios o procesos de canonización de la Iglesia católica. El oficio de este abogado, generalmente clérigo doctorado en derecho canónico, era objetar, exigir pruebas y descubrir errores en toda la documentación aportada para demostrar los méritos del presunto candidato a los altares como beato o santo.
El abogado del diablo era, en otras palabras, el contreras que negaba los méritos del prospecto que sería llevado a los altares.
Esta figura tan discutida durante más de 4 siglos, sería suprimida por el Papa Juan Pablo II en 1983, de tal modo que el abogado del diablo, ya no aparece en escena durante la beatificación, en 1990 del indio Juan Diego, y menos durante su canonización como santo en el 2002, por el propio Juan Pablo II.
De haber existido el abogado del diablo, seguramente que habría objetado que Juan Diego fue puro cuento en el milagro de las apariciones de la Virgen de Guadalupe entre 1530 y 1531.
Por esa sencilla razón, Juan Diego se convertiría en el primer indígena de América y del mundo elevado a los altares. ¿Por qué hago historia? Porque de haber existido el abogado del diablo, en este momento nos estaría diciendo, hasta el cansancio, que Juan Diego López Obrador jamás de los jamases se convertiría en santo.
¿Por qué? El abogado del diablo habría exhibido, como pruebas irrefutables, 2 homicidios que figuran en el historial del ahora, por tres veces, candidato presidencial del partido Morena, de su propiedad, Juan Diego López Obrador.
¿Y cuáles son esos dos homicidios cometidos por el Peje Juan Diego?
En 1988 surgiría un libro negro escrito por José Luis González Meza que, bajo el título de “Un asesino en la presidencia”, narraba el fusilamiento de la pequeña Manuela, de 12 años de edad, a cargo de Carlos Salinas de Gortari, quien ese año se convertiría en presidente de México.
Hoy, 28 años después, sería muy saludable editar otro libro de ese calibre, recordando que Juan Diego Peje, cometió dos asesinatos: El primero, cuando tenía 9 años de edad, el 14 de mayo de 1962. Mató de un balazo en el corazón a su hermano José Ramón, con una pistola calibre 22 que Andrés Manuel le había robado a su padre. Los hermanos habían tenido un pleito de chiquillos minutos antes del crimen, y aunque El Peje aseguró años después que la muerte de su hermano, “había sido un accidente”, la verdad es que El Peje era y sigue siendo de “mecha corta”. Un año después del crimen de su hermano, se enfrascaría en otro pleito con su amigo José Ángel León, con quien jugaba beisbol. Tras el cruce de insultos, su amigo decidió marcharse a su casa y al momento en que se daba la media vuelta, El Peje, le propinaría certero pelotazo en la nuca causándole una conmoción cerebral inmediata y muriendo tiempo después.
Por esa razón, Juan Diego López Obrador huiría de Nacajuca y se alistaría en las filas políticas del PRI en Tabasco, y de ese episodio, el abogado del diablo esgrimiría como prueba a Carlos Manuel Rovirosa Ramírez, a quien El Peje hizo diputado cuando fue el jerarca priísta en el edén tabasqueño.
Así que, de existir el abogado del diablo, Juan Diego Peje, jamás sería un santo, y menos, estaría en busca de la Presidencia de la República.