El negocio de la agüita amarilla
¬ Salvador Estrada martes 6, Feb 2018Folclor urbano
Salvador Estrada
Las necesidades de los seres humanos cuando llega el momento tienen que llevarse a cabo y nadie se puede resistir, ya sea del “uno o del dos”.
El desalojo de los humores líquidos o sólidos se han vuelto un negocio en los sitios de servicio, como la terminal de autobuses o las gasolinerías.
La mujer y el hombre no pueden aguantarse aunque se muevan como gusanos para detener la orina o el excremento y pagan de inmediato para satisfacer sus necesidades.
Los precios en la terminal de autobuses en todo el país, es de seis pesos y en las gasolinerías sólo un peso menos y esto si le sumas al final del día es un buen ingreso para los concesionarios de las “agüitas amarillas”.
Los mexicanos tenemos diversas formas de expresarnos para señalar la necesidad de ir al baño. Los hombres dicen “voy a saludar a mi mejor amigo”, “voy a firmar o echar una firma”, “voy al uno y regreso”, “orinita vengo”, “voy a mi arbolito”, “voy a cambiarle el agua al pajarito”, “voy a hacer una parada técnica” y otros muy francos “me voy a echar una meada”. Y las mujeres por su parte “voy al tocador”, “voy a pipintarme la nariz”, “voy al baño” y las más expresivas dicen “voy a la pipí”.
Por otra parte, se considera que en todos los países tienen su modo de expresar este deseo. Los ingleses, por ejemplo, dicen que van a gastar un penique (“I’m going to spend a penny”), en Colombia, las mujeres “voy a hacer chichi” y los hombres “voy a hacer pipí” y en España son directos: “voy a mear”.
Cuando no van al uno y hacen del dos, lo dicen claramente, “voy a hacer del dos”. Otros dicen “voy al trono”. Y existe una expresión antigua “voy a hacer del cuerpo” y los que saben aritmética, suman y hacen “del tres”. Las mujeres siempre dicen “voy al tocador”. Y a los niños se les enseña a decir “quiero hacer pipí o quiero hacer popó”.
Independientemente del lenguaje que se usa para señalar la necesidad fisiológica es menester que este servicio sea gratuito para los usuarios de los autobuses y de quienes cargan gasolina. En el Metro hay algunas estaciones que también tienen sanitarios y que se paga por su uso, pero ahora están cerrados. En los supermercados y el aeropuerto adonde acude mucha gente los baños son gratuitos y limpios. También en la línea seis del Metrobús, en algunas paradas, hay sanitarios. Este ejemplo debe de seguirse en todos los lugares donde hay gran movimiento de ciudadanos.
En México existen 9 millones de diabéticos, cuya enfermedad los obliga a orinar constantemente y resulta angustiante para ellos tener el deseo y no poder “tirar su miedo” por carecer de sanitarios públicos y gratuitos. También, los hombres que pasan de los cincuenta tienen el problema de la próstata y es doloroso para ellos no poder orinar en forma normal, por que les ocasiona dolor la micción y además tampoco encuentran baños a la mano. Además, de estos galanes meones, las mujeres pueden sufrir la incontinencia y “…Dios ayúdame porque ya me anda”.
El poeta inglés John Harington se inspiró en uno de esos momentos de retortijón, que le indicaba “hacer del cuerpo” en crear un “bacín grandote” con agua, para no sufrir la estrechez de ese recipiente redondo y pequeño y evitar los humores de los excrementos acumulados. Así ideó el water closet en 1597, que sería conocido después como inodoro, retrete, escusado, tocador o “guáter”.
Qué buena inspiración de este poeta que le dio al mundo el escusado y generó que todos los meones se inspiraran y expulsando el tibio líquido del riñón exclamaran en su desahogo “orina feliz, orina contento, pero méate adentro”. Y el corrido…arriba del cerro mataron a un hombre, de ésos que en la noche se salen a mear…quien iba pensar, quien iba pensar que por una meada lo iban a matar!..