Un mexicano ejemplar
Francisco Rodríguez jueves 2, Dic 2010Índice político
Francisco Rodríguez
JAVIER JIMÉNEZ ESPRIÚ es un mexicano fuera de serie. Posee una trayectoria profesional en la ingeniería, en la academia y en la función pública, tareas a las que siempre se ha entregado con envidiable patriotismo. Su su biografía -invariablemente “ligada a la historia”, cual sugería Charles Wright Mills- fue reconocida y homenajeada por la Asociación de Ingenieros y Arquitectos de México, AC, al entregarle el Premio Nacional de Ingeniería. Universitario de cepa, don Javier recibió el galardón de manos del rector de la UNAM, José Narro.
Ocupo de lo anterior para comentar aquí con usted algunas de las bien hilvanadas palabras que con tal motivo pronunció el ingeniero Jiménez Espriú, acordes con otras de su autoría que han sido publicadas con anterioridad en este espacio.
Advirtió ahora el premiado sobre la pobreza en la que han caído desempeños profesionales como el de la ingeniería, fundamental para nuestro desarrollo. Y atribuyó tal a medidas que, desde hace ya varios sexenios se han puesto en boga, hipotecando así el futuro del país: “recortes presupuestales a las universidades, con magros y disminuidos presupuestos para el desarrollo de la ciencia y la tecnología y con simulaciones de reformas a la educación que atienden a negocios personales y a intereses políticos y no a la verdadera búsqueda de la calidad y la superación de los mexicanos.
“Como no es distinto tampoco, el entregar ‘llave en mano’ a los dueños del dinero, que en general suelen ser extranjeros, los contratos de los escasos grandes proyectos que emprendemos”.
Jiménez Espriú no es xenófobo en absoluto, pero sí crítico de funcionarios públicos que, como “La Malinche”, sustituyen “lo que tenemos, aunque sea mejor, por lo que hay allende nuestras fronteras aunque no sea superior a lo nuestro”.
Modesto, don Javier se autorreconvino por lo que él considera “poco efectivo” de su esfuerzo -lo que sus pares no comparten, pues le han distinguido con tan enorme presea- ante la situación que vivimos hoy los mexicanos.
“Cómo no sentirme apesadumbrado y comprometido en un país con pobreza creciente y sin un plan sólido para contenerla; con el fantasma del desempleo o el subempleo estrangulando a millones de familias y amenazando a millones más; con una industria de la construcción y una industria petroquímica desmanteladas; con una industria de bienes de capital deshecha, con una industria de manufactura a la baja y sin una política industrial; con una educación da escasa calidad y sin una política educativa racional; con nuestra fuente de recursos de hidrocarburos en declive, con yacimientos sobreexplotados irracionalmente y una empresa nacional manejada sin criterios nacionales y sin una política energética; en suma, cómo no angustiarse en un enorme país lleno de necesidades, aunque también pleno de recursos, pero en el que no existe proyecto de nación y en el que la reacción, la improvisación, el corto plazo, la ignorancia, la corrupción y la incertidumbre delinean el horizonte de nuestro futuro.
“Cómo ignorar la fragilidad de nuestro porvenir, cuando, por las razones que sean: falta de planeación, de sensibilidad política, de conocimiento, de compromiso, de ética -a cuyo desapego debemos la mayor parte de nuestros fracasos, de nuestras carencias y de nuestros problemas-, vemos que se gasta en lo superfluo y se desatiende lo necesario; que por mezquinos intereses particulares se obstaculiza el acceso de las mayorías a los beneficios del desarrollo tecnológico; que se suspenden grandes proyectos fundamentales, que se realizan algunos que no debieron iniciarse nunca y se ignoran otros que urge emprender.
“¿No son indicadores de una problemática desatendida o mal atendida nuestros enormes rezagos en todos los ordenes sustantivos: salud, alimentación, educación, ciencia, tecnología, infraestructura, crecimiento económico, empleo, estado de Derecho?; ¿no lo son también el incremento de la drogadicción juvenil, de la inseguridad y la violencia que asolan a nuestra sociedad, así como su desesperanza y desencanto?
“’Todos somos culpables de todo, ante todos’”, decía Dostoyevsky, y en mayor grado, quienes hemos tenido el privilegio de asistir a la universidad. Acabemos con el flagelo de esa sentencia que Gabriela Mistral señalaba como una indicadora: ‘todo el desorden del mundo viene de los oficios y las profesiones mal o mediocremente servidos’, ‘político mediocre, educador mediocre, médico mediocre, sacerdote mediocre, artesano mediocre, esas son -nos decía- nuestras calamidades verdaderas’, porque estas calamidades, expresadas así hace ya muchas décadas, siguen siendo, con las excepciones que nos dan esperanza, crónica también de nuestras realidades.”
Y en las fiestas del Bicentenario y del Centenario de las gestas heroicas de 1810 y 1910, Jiménez Espriú llamó a levantarnos otra vez en armas… “las armas del talento, de la inteligencia y de la razón; con las armas del conocimiento, de la ética y de la democracia; con el arsenal con que nos ha dotado la Universidad Pública…
“Rechacemos el papel que nos proponen quienes piensan que nuestro ‘destino manifiesto’ es el ser los peones de los contratistas extranjeros y seamos los arquitectos de nuestro propio destino. Hagámoslo, en este momento particular en el que ‘México está desgarrado en su piel externa’ y ‘el pueblo está quebrado a la mitad por la pobreza, la memoria y la esperanza’ -en palabras de Carlos Fuentes-, subrayando la importancia de una cruzada por nuestros valores, por nuestros principios y por nuestros haberes, que debe ser más valiente, más ardua, más evidente y sobre todo más efectiva”.
Fragmentos del discurso ejemplar, de un mexicano ejemplar.