Criminalización
Freddy Sánchez jueves 1, Feb 2018Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Qué de malo tienen los políticos y por qué mucha gente los odia tanto.
Hipócritas, codiciosos y demagogos, evidentemente no todos lo son. Odiados por todo el mundo, tampoco. Pero, la habitual repulsa social hacia los practicantes de la política es real y se acrecenta en distintos momentos.
Más allá de su fingida o escasa sensibilidad para identificar los problemas más lacerantes de la comunidad, actuando con indiferencia y omisión o recurriendo a retóricas y acciones ajenas a su responsabilidad de esmerarse sin regateos en la procuración del bien común, (en vez de dedicarse a cobijar intereses personales o de grupo), algo aparte naturalmente, no se les perdona, (si no a todos) a la mayoría de los políticos.
Se trata por supuesto de su forma de vida, comúnmente propensa a la acumulación de posesiones materiales, (opulentas residencias, edificios, extravagantes fincas veraniegas, autos de lujo, yates, joyas entre otras ostentaciones de riqueza), además de hacerse rodear de un gran séquito de sirvientes y en no pocos casos tener hasta doble y triple casa chica con grandes comodidades y excesos, en tanto el grueso de la población apenas vive al día, sufre carencias o de plano se muere de hambre.
Cómo no entonces, aborrecer a quienes igual que una plaga de parásitos se dan la gran vida, sin ocuparse de promover un cambio en las políticas públicas que logre reducir la distancia entre los más y menos pobres y la sobreviviente clase media en continuas crisis económicas, frente esa otra casta dorada de unos cuantos cientos (quizás miles) de auténticos magnates y adinerados como lo son aquellos que jamás tienen problemas para pagarse lo que les plazca hasta los que pecan de egocéntricos exhibicionistas de su gran poderío económico y los que inclusive todavía no se hartan de acumular cada día más y más riqueza, en yuxtaposición con una mayoría que sobrevive con dificultades.
Y esto último, inequívocamente, a causa de los políticos. Al menos de quienes (la mayoría), comúnmente están pensando en no tocar “ni con el pétalo de una rosa” los intereses de amigos y socios en grandes negocios hechos a la sombra del poder y por el contubernio con particulares bribones.
Así que, por esa sencilla razón, infinidad de políticos con influencias en toda clase de cargos oficiales, se las ingenian para que las leyes se modifiquen solo un poquito y jamás de modo suficiente para acabar de raíz con las corruptelas y complicidades en el ejercicio del poder.
Tal cuestión es tan cierta, como que nadie puede negar que en México, efectivamente, el brazo de la ley suele alcanzar a ciertos “pollos gordos” de la política por más poderosos que se crean y de repente “caen en desgracia” como ha sido el caso de grandes criminales y mafiosos.
Aunque, por otra parte, un hecho igualmente innegable es que la corrupción como fenómeno social sigue en pleno apogeo como lo están las actividades fuera de la ley de las organizaciones delictivas.
Más tardan en ser atrapados algunos cuantos políticos ladrones o dirigentes operativos del crimen organizado, en que otros sigan sus pasos con la misma impunidad.
Y ni modo de no culpar por ello a los políticos que pudiendo cambiar las cosas en el país con las acciones que lo hagan posible a como dé lugar, más bien se hacen de la “vista gorda”, dedicados como están a enriquecerse vorazmente sin ocuparse de hacer lo que deben, aunque mucha gente los califique de haraganes, trepadores, arribistas, corruptos, desvergonzados, lacras, rufianes, buenos para nada y cosas peores o una sola: malditos políticos.