¿Es seriedad o comicidad la de Ochoa Reza?
Ramón Zurita Sahagún martes 30, Ene 2018De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
Con ese rostro adusto y la cara de palo que presenta en sus constantes entrevistas, el presidente nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza, parece una persona seria.
Su falta de expresión contrasta notoriamente con sus rasgos que producen cierto parecido con un cómico de la década de los 50 y 60, que cobró fama en el cine nacional.
Ochoa Reza es un político con verborrea que lanza expresiones, puyas y ataques en contra de los adversarios de su partido y descalifica las propuestas de los contendientes que no traen sus siglas.
Hasta ahí, todo es permisible dentro de la suciedad de la política nacional, en la que la guerra de lodo es lo cotidiano entre la mayor parte de los aspirantes a los cargos de elección popular.
Ochoa Reza no desperdicia los espacios en que es convocado, aunque la retórica usada comienza desatar hilaridad entre quienes lo escuchan.
No se sabe si el presidente del PRI busca darle un tono de comicidad a lo que dice o simplemente no sabe de lo que habla.
Su discurso nuevo conlleva la venta de un producto que no existe y que tampoco se advierte cómo podrá posicionarlo de la manera que expone.
El priísta establece que su candidato presidencial (José Antonio Meade Kuribreña) ganará los comicios del primero de julio con una votación superior al 40 por ciento de los sufragios emitidos.
Meade Kuribreña ha mostrado, hasta el momento, ser un candidato difícil de posicionar, al que la mayoría de la ciudadanía no conocía y que no impacta con su presencia en ninguno de los foros en que es expuesto.
Nadie le quita los méritos con que cuenta y hasta, tal vez, sea el candidato con mayor conocimiento de las entrañas del gobierno.
José Antonio tiene fama de ser un servidor público confiable que ha pasado por cuatro secretarias (en una repitió en sexenios distintos) y en cada una de ellas mostró perfil discreto, lo que produce una de las razones por lo que no impacta a los electores.
Dista de ser un personaje mediático como lo fue Enrique Peña Nieto, el actual Presidente de México y quien llevaba un sexenio trabajando su candidatura presidencial, a la que llegó sin grandes contratiempos.
Peña Nieto era el candidato que diversos sectores de la población veían con agrado. Joven, simpático y haciendo pareja con una estrella de la televisión, generaron gran impacto entre los electores.
La venta del producto Peña Nieto fue fácil, su posicionamiento se había dado durante seis años que duró su gestión como gobernador del estado de México, por lo que con el bombardeo de medios y redes sociales, consiguió la victoria, aunque no fue tan fácil como parecía.
El actual Presidente de México ganó en las urnas, aunque con toda la popularidad y posicionamiento no alcanzó el 40 por ciento de los sufragios emitidos.
Peña Nieto se quedó en el 38. 20 por ciento, contra 31.7 del segundo lugar alcanzado por Andrés Manuel López Obrador. Josefina Vázquez Mota fue enviada hasta el tercer lugar y Gabriel Quadri, simplemente no pintó en la elección.
Siendo Peña Nieto un candidato que podría calificarse de carismático, sus números quedaron por debajo de las quimeras que pretende vender el dirigente nacional priista con su actual candidato presidencial. Pero los priístas también se revientan otro pronóstico con su carismático candidato, alcanzar la cifra de 20 millones de votos, algo que. Hasta el momento, nadie ha conseguido.
Regresando al mismo Peña Nieto, con todo y su popularidad se quedó con poco más de 19 millones de votos, por lo que resulta difícil creer que una elección tan cerrada y con tantos aspirantes como la actual, pueda producir un ganador con 20 millones de votos y el 40 por ciento del total de sufragios.
Las cifras que manejan tanto Enrique Ochoa Reza como Aurelio Nuño Mayer, suenan inalcanzables y más para un candidato que según las distintas encuestas se encuentra apenas un poco por encima del 15 por ciento de las simpatías de los posibles votantes.
Si actualmente se tiene poco más de 87 millones de electores, de los que se considera que irán cerca de 50 millones de ellos a sufragar, resulta sumamente arriesgado pronosticar los 20 millones de votos para quien surja ganador.
Claro que las campañas reales no han iniciado y que faltan cinco meses para la elección y que en ese tiempo, todo puede pasar, hasta que el candidato mejor posicionado reaccione y logre empatar con los electores.
Sin embargo, como van las cosas, resultará difícil que uno de estos candidatos (tres actualmente) y los que resulten por la vía independiente puedan treparse a esos números fantásticos que difunde el partido tricolor.
Hace 30 años, en ocasión de los comicios presidenciales de 1988 en que competían Carlos Salinas de Gortari (ganador), Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y Manuel de Jesús Clouthier, entre otros, el entonces presidente nacional del PRI, Jorge de la Vega Domínguez, se comprometió a que su partido ganaría con 20 millones de votos favorables para su candidato, lo que no ocurrió.
Salinas no llegó siquiera a los 10 millones de votos y su elección fue considerada fraudulenta por sus opositores.
Claro que los pronósticos del dirigente nacional del PRI pueden ser catalogados como simple palabrería y hasta bravuconería, pero desde ahora le quitan seriedad a la contienda y de no darse esas cifras, ni acercarse a ellas su candidato, el estigma de los 20 millones de votos se repetirá, treinta años después.