Volaris: ¿ejemplo de lavandería tipo ITAM?
Francisco Rodríguez lunes 22, Ene 2018Índice político
Francisco Rodríguez
Así como Carlos Hank es la imagen emblemática de los políticos rancheros que llegaron del Estado de México, educados en la ambición del dinero ajeno, así la pandilla del ITAM rinde culto existencial a sus tres próceres: Raúl Bailleres, Francisco Gil Díaz y Pedro Aspe. Son sus íconos imprescindibles, sus santos de cabecera.
Los tres ídolos itamitas han sido elevados a los rankings de multimillonarios en dólares por el salinismo, el zedillismo, el foxismo, el calderonismo y el peñanietismo. Todos les han quemado el incienso en sus plantas. No sólo eso: en este mal llamado sexenio, Peña logró transformarlos de mercachifles y ladrones del presupuesto a prósperos empresarios petroleros, desde luego a nuestras costillas.
Por el ITAM pasó también Gustavo Petricioli, viejo fumador de cigarrillos sin filtro, conocedor puntual y bailaor del tango, a buen nivel. El enseñaba a sus alumnos las máximas del mayor beneficio con el menor esfuerzo. Pero los llamados financieros de huarache le añadieron una condición: con el mayor robo al presupuesto.
Y como con ganado y sombrero, cualquier pendejo es ganadero, reza el refrán popular, no hay nada más fácil en este mundo que ser financiero desde la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, una institucioncita que se dedica a repartir nuestro dinero a quien le place, y sacar de él su mejor tajada.
El tiempo ha demostrado que cualquiera puede ser secretario de Hacienda. Es fácil: de los 5 billones del presupuesto, siempre le restan 50 mil millones de pesos para atender las necesidades de 120 millones de mexicanos. No se puede. Lo dedican a sus caprichos y baratijas, no da para más. Es una caja chica ridícula para el tamaño del país.
Todo lo demás está comprometido por sus antecesores, que han sido ellos mismos o sus validos durante las últimas décadas. Al dejar el cargo, salen con un poder económico inaudito, con relaciones y compromisos de todos aquéllos a quienes les pagaron puntualmente los intereses de la deuda externa o les perdonaron sus impuestos millonarios en dólares. Así cualquiera, ¿no cree usted?
El tamaño de la economía del sector público es de carcajada, frente al tamaño de la economía informal, libre de impuestos, que se maneja lejos de nuestras narices, en todos los circuitos financieros. Se calcula en varios billones de dólares de los que jamás conoceremos su origen y destino. Forma parte de secretos iniciáticos guardados a piedra y lodo por los periodistas bien pagados de la fuente.
Tan sólo en días pasados, Volaris, la empresa que siempre presidió Pedro Aspe, anunció una inversión de 9 mil 600 millones de dólares, o sea, cuatro veces más que el presupuesto público disponible actualmente, para ser gastados por esa empresa voladora, con aviones de última generación, durante el presente año.
Nunca se ha conocido un empresario extranjero de carne y hueso que, como los de antes, esté dispuesto a invertir una cantidad de ese tamaño por confianza en el crecimiento de la economía mexicana. Ese es un rollo infumable. No le cuadra a ningún análisis serio. No estuviéramos como estamos.
Antes, a los empresarios de ese calado se les condecoraba con la presea más alta que tiene el gobierno, su famosa Águila Azteca. Hoy, se les concede el permiso para transitar libremente con sus flujos mal habidos por nuestro territorio, sin pisar el SAT, rumbo a paraísos fiscales que ordenen por computadora a sus mercenarios financieros locales, llámese Gil Díaz o Pedro Aspe.
O que sea limpiado en la Bolsa de Valores, por el salinista Córdoba Montoya y toda su recua de ayudantes digitales que explotan la secrecía de ese tugurio de mala muerte.
Porque Volaris nunca ha tenido ni tiene la capacidad para dedicar ese tamaño de inversión a comprar aviones o a abrir nuevas rutas. Jamás, primero muerta. Pero sí aparenta un gran espejo para refractar los fondos de supuesta inversión que le lleguen, remitirlo a otros lares y sanseacabó.
La famosa inversión extranjera directa, calculada actualmente por el propio Banco de México, el alcahuete de la SHCP, es de alrededor de 160 mil millones de dólares, una cantidad que jamás hemos visto reflejada en nuevas factorías, ni en empleos bien pagados para los mexicanos. Son sólo las cuentas del gran capitán.
Ese dinero nunca se queda aquí. Sólo está de paso, recibido por una pandilla de financieros relacionados con el capital externo, que sirven de puente para mandarlo hacia mercados o territorios más seguros. ¡Ya parece que cualquier tiburón extranjero con dos dedos de frente va a invertir en México su dinero limpio, para ser esquilmado y bolseado por la delincuencia organizada, complicitada con los mexiquitas!
No puede ser. Y lo que no puede ser, no puede ser, es imposible, decía Cagancho, el mozo de estoques legendario que recomendaba con sensatez al mataor El Gallo, a pesar de que en el tendido, los fanáticos taurinos le gritaran que se acercara peligrosamente al burel enfurecido.
Eso es así, desde que el mundo es mundo, decía la abuela. Los íconos itamitas pertenecen a esa casta, responden a esos intereses. Desde que la economía y el sistema político mexicano se volvieron un gran lavadero de los capitales inexplicables, Baillères le encargó a Francisco Gil Díaz enseñarlo hasta con sangre en ese lupanar académico.
De ahí surgieron Videgaray, Meade, Messmacher, Galindo, y todos los que usted recuerde, educados en el Misal de la Corrupción Desenfrenada, vuelta libros de texto por Pedro Aspe, y todos los seguidores de la escuela liberalista de Chicago, a cargo de su mentor Milton Freedman. Una escuela de gangsters.
La noticia del lavadero de Volaris, empresa donde hace poco hicieron la treta de destituir a Aspe como el histórico presidente de su Consejo de Administración, sólo para aparentar el cambio, dio la vuelta al mundo. Aquí en el rancho grande, la prensa vendida del sector financiero se dio vuelo difundiéndola, tratando a los mercenarios de huarache como unos héroes nacionales, a la altura del arte.
Nunca se explicó, ni se explicará adónde va ese dinero. Sólo sabemos que si se quedara aquí desquiciaría todo el sistema bancario y financiero de petate del sector público. Así las cosas.
Seleccionar y designar como candidato del PRI a Meade Kuribreña, un simple ayudante de estos tenebrosos, entre los que sobresalen Miguel Alemán, el fracasado empresario televisivo Emilio Azcárraga, y otros subseres de la peor ralea, no ha tomado por sorpresa a nadie.
Efectivamente, como lo ha presumido Peña, engañó a los priístas y a la opinión pública con la verdad. Se decantó por el itamita ejemplar. Meade es la mayor seguridad de que la ideología del Fobaproa, del IPAB, de la entrega de las reservas petroleras y de la entronización por los siglos de los siglos del lavado de dinero seguirá viento en popa.
Además de que a nadie le queda la menor duda que Meade El Breve, es la mejor garantía para continuar escrupulosamente el pago de los intereses de una deuda externa de once y medio billones de dólares, causa fundamental de que a todos los mexicanos sólo nos queden cada año 50 mil millones de huachinangos estropeados para solventar la pobreza, el hambre y todas las necesidades urgentes y apremiantes.
Toda una cadena de corrupción que no tiene para cuándo acabar.
A menos que usted, estimado lector y elector, exija otro camino, popular, nacionalista en la mejor expresión y digno. Sólo se requiere su voto, ningún esfuerzo mayor. Esta sí es una ganga. ¿No cree usted?
Índice Flamígero: Excelente, por descriptivo, el neologismo que mi compañero y amigo Héctor Moctezuma de León ha acuñado en estas páginas: priitamitas. Refiere cómo el ITAM se ha impuesto al PRI. Y lo ejemplifica bien a bien la incorporación de la ex subsecretaria Vanessa Rubio a la alicaída campaña de Meade. ¿Qué carajos sabrá ella de mítines, pasacalles y escenografías donde imperen los coros de ¡vivas, vivas!, tortas y boings? + + + Escribe don Miguel Ramírez, desde Torreón, Coahuila: “¿Estaremos preparados los mexicanos para tener unas elecciones diferentes a como las tenemos? Tal parece que no. Sería bueno que quien aspire a un cargo de elección lo único que debiera hacer fuera entregar a la sociedad su currículum y ésta, después de realizar algunas entrevistas, valorar lo anterior y tomar su decisión. De acuerdo con nuestra realidad, esta posibilidad, más que parecer un sueño guajiro, podría considerarse la consecuencia de la inhalación de algún producto prohibido. En México, se presentan comicios en donde se reparten toneladas de basura, de detritus, de mentiras, promesas que no se cumplen y calumnias burdas y estúpidas. Quien más recibe éstas es, obviamente, López Obrador. Se le ha ligado con Chávez, Maduro, Corea del Norte y, recientemente, con los rusos y Putin. Creo que no está lejano el día en que se le asocie con el EI y, en el colmo del absurdo, se trate de anular su candidatura, acusándolo de realizar actos de campaña anticipados, argumentando que con la complicidad de algunos laboratorios consiguió que se comercializara el medicamento Amlodipino, que hasta en las farmacias del Dr. Simi se consigue.” + + + Y desde Oaxaca, don Rubén Mújica Vélez titula a su comentario “Lozanito, el bongosero siniestro”, en el que apunta: “De raza le viene al galgo. Ignoraba que Lozano Alarcón es nieto del viejo Alarcón Chargoy, que con el celebérrimo Jenkins, Carlos Trouyet (benefactor de la Iberoamericana) y con Alberto Bailleres fundaron El Heraldo de México en tiempos del oaxaqueño Díaz Ordaz. Sucede que el viejo Alarcón se vio inodado en el crimen de Humberto Mascarúa, líder sindical cinematográfico que estorbaba al dueño del Heraldo. La saga delictiva familiar es imborrable.”
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