Exabrupto flatulento
Freddy Sánchez jueves 18, Ene 2018Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Cuatro podrían ser las únicas opciones viables para rescatar a México de los “tentáculos” de la delincuencia organizada y su violencia asesina, que incluso mata despiadadamente a menores indefensos e inocentes.
El dilema es atinarle sobre cuál de las cuatro sería mejor, o en su caso, la que verdaderamente surta un efecto positivo en favor de la sociedad y no de políticos, empresarios y demás figuras de autoridad con las “manos sucias”, por su corrupción y complicidad con maleantes.
La amnistía para los narcos, propuesta por López Obrador, como una de las acciones posibles, sigue siendo pulverizada por toda clase de críticas, a tal grado que el tabasqueño parece haber enmudecido respecto a lo que propuso.
Lo que el Partido Acción Nacional con Fox y Calderón hizo en dos sexenios y el PRI con Peña Nieto no ha dejado de hacer, al combatir a “sangre y fuego” a las mafias del narcotráfico, es otra opción que se puede seguir intentando, pero que sin cambios de fondo en esta estrategia, está visto que sus resultados no serán del todo buenos, si consideramos que las actividades delictivas parecen seguir gozando de cabal salud.
Algo similar a lo que sucedería si se hiciera un pacto con criminales, a fin de controlar y regular sus fechorías, consintiendo algunas y frenando radicalmente otras, como la brutalidad de su violencia y la comisión de delitos ajenos al tráfico de drogas.
Tal como podría ser el secuestro, la extorsión, tráfico de órganos y trata de blancas, que vinieron a derivarse y generalizarse desde que en apariencia los acuerdos con mafiosos se rompieron y en vez de unos cuantos con los que supuestamente se podía pactar, actualmente se antoja más que difícil hacerlo por tantos, como son los dirigentes de nuevos y viejos grupos delincuenciales.
De ahí que esta tercera opción, si bien no hay que descartarla, dado que con un máximo de discreción y sin aprobación oficial puede ponerse en práctica, es obvio que nadie que tema ser criticado se atreverá públicamente a sugerirla, siquiera como premisa viable en la lucha contra la delincuencia organizada.
En ese tenor, hay que señalar que lo planteado por el abanderado priísta, José Antonio Meade, se perfila como la opción más apropiada, puesto que ciertamente retirar el dinero y las armas a los mafiosos, como lo propone equivaldría a inhabilitar el enorme poderío de la delincuencia organizada.
Desarmados y empobrecidos, los delincuentes por más que quisieran resistirse a los embates de la autoridad, evidentemente, no podrían ni siquiera reorganizarse, procurando más que otra cosa ponerse a salvo de una detención inminente.
A sabiendas pues de lo que inequívocamente significaría darle en el “talón de Aquiles” a los grandes, medianos y pequeños corporativos criminales (dejándolos sin dinero y sin arnas, como afirmó el aspirante del PRI a la Presidencia), lo que falta por decir es cómo lograr que realmente cristalice ese propósito largamente acariciado y casi siempre traducido en uno de tantos fiascos en la lucha contra el delito.
Y es que cualquier nueva propuesta en materia de seguridad demanda una visión objetiva y razonada de lo imperioso e indispensable por hacer para combatir eficazmente a la delincuencia.
En ese sentido, José Antonio Meade y López Obrador tienen mucho qué abonar sobre lo que han propuesto en contra del crimen organizado, para que lo que plantean no se rebaje a la ínfima categoría de un mero exabrupto flatulento.