Meta de la Ley de Seguridad Interior
Francisco Rodríguez lunes 15, Ene 2018Índice político
Francisco Rodríguez
Este año, la conciencia crítica de la nación recuerda el primer medio siglo de los hechos del movimiento de resistencia estudiantil popular de 1968, una masacre militar ideada por la CIA, ordenada por Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverria, ejecutada con odio y saña en los separos de Lecumberri, en los campos de Sotelo y en todos los sitios adonde alguna voz se levantara contra la opresión y la injusticia del gorilato.
Hace 50 años resonaron las voces que anunciaban la transformación política y social del país. “Para la libertad sangro, lucho, pervivo. Para la libertad mis ojos y mis manos, como un árbol carnal, generoso y cautivo, doy a los cirujanos”, había profetizado el enorme español Miguel Hernández, poeta de los subyugados.
Desde la intromisión de las fuerzas armadas que destrozaron a bazucazos la puerta principal de la Escuela Preparatoria Nacional —que causó la indignación general— comandada por el jefe del Estado Mayor diazordacista, Gutiérrez Oropeza, se formó una turbulencia universitaria que fue incontenible.
El famoso Batallón Olimpia, tristemente célebre por todas las matanzas y atropellos civiles, preparado por el cuico entorchado y alentado por la ambición enfermiza de quien era el secretario de Gobernación, provocó la mayor revuelta de los últimos tiempos, parteaguas de una nación, cuyos bordes fueron dinamitados.
Un presidente desbocado, afectado en sus capacidades mentales por el maltrato infantil sufrido en la casa grande de la familia Bolaños Cacho en Oaxaca, donde sirvió de criado, un hombre menor, absolutamente acomplejado por su apariencia física, tenía que reventar en las horas aciagas de México, y todo se le fue de las manos.
Alcanzó a ofrecer, en un discurso hipócrita desde Guadalajara, su mano ensangrentada para conciliar, y atizó la hoguera de una inconformidad justificada por la cerrazón política y una represión inusitada que se fermentaba al interior de las castas conservadoras del régimen. En ese ambiente emergió la disputa por la candidatura presidencial priísta para la elección de 1970.
Díaz Ordaz, un tinterillo formado por el desprecio al ser humano en las cavernas de Maximino Ávila Camacho, desarrolló una ferocidad mayúscula, producto del maltrato y la intolerancia, así como una sed de venganza incubada por la frustración y la obediencia ciega a sus verdugos de la adolescencia, que sólo conocían el chiquero de la fajina y la sumisión de las tropas.
Desde que ordenó la comparecencia televisiva del 28 de julio en el noticiero nocturno de Telesistema Mexicano —lo que hoy es Televisa—, al que acudieron Echeverria, Corona del Rosal y Martínez Manautou, todo el mundo se dio cuenta de que los dados estaban cargados. No habría para dónde hacerse: la represión la dirigiría Echeverría, y los demás serían obedientes al elegido.
Divididos en sus preferencias, los altos mandos castrenses se plegaron a las instrucciones diazordacistas. Algunos intuían que el médico personal de los Díaz Borja, Martínez Manautou, que curaba las heridas psicológicas de la primera dama, Guadalupe, sería el preferido. Algunos otros, que Corona del Rosal, viejo militar del régimen era el indicado. Los más astutos, y finalmente sanguinarios, se empinaron ante el esquizoide Echeverria.
Y atinaron. Las órdenes salidas de Gobernación fueron precisas: acallar por todos los medios una protesta civil que podría trastocar sus aspiraciones presidenciales. Usar la bayoneta calada en todo momento, como pasó la noche del 27 de agosto en el Zócalo capitalino, donde tanques y soldados aplastaron a los manifestantes a la sombra de la medianoche.
De ahí en adelante cayó la noche sobre los campamentos de la resistencia estudiantil. No dejaron ni el pasto. Invadieron Ciudad Universitaria los camiones militares para levantar a todos, maestros y estudiantes que hacían guardia forzada para impedir el avasallamiento. Nadie olvidará la brava resistencia de los politécnicos en el casco de Santo Tomás para impedir el paso de los genízaros del régimen, a fuerza de balas y valor.
La razzia militar en Tlatelolco, unos días después, manchó para siempre la vesania del sistema. Levantados, masacrados y ejecutados, testimoniaron la famosa foto periodística en la que aparece en la madrugada la Plaza de las Tres Culturas, regada de zapatos sin dueño y de sangre inocente, cuyo único delito era pedir la libertad de los presos políticos y el cese a la infame represión militar y policíaca.
“Di por qué, dime Gustavo, di por qué eres cobarde, di por qué no tienes madre… dime Gustavo por qué”, coreaban cientos de miles en las ordenadas manifestaciones en las calles, hiriendo irremediablemente el orgullo paranoico del mandatario, aplaudidos por la incipiente clase media desde banquetas y ventanas familiares.
Mientras, cientos de compañeros de clase eran torturados, despedazados y ejecutados en las bartolinas del régimen. Ríos de sangre que abonaron el nacimiento de la conciencia y el repudio general a un sistema erigido y solventado únicamente con la fuerza de los fusiles.
Los centuriones entorchados ejecutaron con precisión la matanza y las cacerías por todo el país de aquéllos que hubieran tenido el arrojo de enfrentarse al salvajismo y la humillación del binomio Díaz Ordaz- Echeverria, agentes Litempo de la CIA, furibundos anticomunistas que veían sus fantasmas hasta en la sopa. Burócratas habilitados como gerifaltes por un priísmo obsecuente y agachado.
Muchas de las órdenes obedecían a los dictados emitidos desde la embajada gabacha en Paseo de la Reforma. Eran inconfundibles. Y ellos estaban al servicio del Imperio si querían permanecer en el poder. Fulton Freeman, el mensajero, había ofrecido el golpe de Estado y el mando al fiel Marcelino García Barragán, quien no quiso o no pudo ejecutar esas órdenes, sólo el tiempo lo revelará.
Desde 1968 el sistema está inoculado de genocidio. Desde entonces, en todos sus estertores y momentos de agonía, ante la amenaza del clamor y de la resistencia popular, recurre a la puerta falsa del militarismo para calmar sus angustias y los obstáculos a sus bajas ambiciones. Está metido en las entrañas de su ADN, forma parte de su salvaje concepto de estabilidad y de sus remedios contra la miseria.
Es irrebatible. Los nuevos Díaz Ordaz y Echeverria, reencarnados en Peña Nieto, Videgaray y Meade, decidieron plegarse al apoyo anexionista del Imperio. No hay manera de que razonen y actúen diferente. La prueba irrecusable de ello es la aprobación de una Ley de Seguridad Interior confeccionada en el Comando Norte, en el Pentágono y el Departamento de Estado gabacho para eternizar la represión, la continuidad y la injusticia, pésele a quien sea.
Los que vivimos el México en blanco y negro de 1968 y las posteriores represiones, alentadas por las manos negras de los poderosos y por las complicidades evidentes y comprobadas con los carteles del narcotráfico, ya vimos esa película, en todos sus tonos. No queremos que se repitan las historias más sangrientas y encarnecidas de la Patria.
México ya no aguanta seguir siendo traicionado y humillado por una claque cuyos cálculos políticos equivocados se basan en las aritméticas de la rapiña y el abuso a los presupuestos públicos de la Nación, de una manera grotesca e inmune, asentada sobre la bayoneta calada.
Tampoco debemos permitir que los grupúsculos de gente menor en el mando se eternicen a golpe de desapariciones, ejecuciones y asesinatos a sangre fría de periodistas, adversarios y defensores de sus bienes patrimoniales. Es necesario y urgente detener el cataclismo anunciado por una ley cavernaria de supuesta seguridad, al servicio de los que mandan ilegítimamente, a contrapelo de un país de cien millones de hambrientos.
Es la hora de la previsión, y de la resistencia civil. Y ésta no espera. En última instancia tendremos que responder en las urnas, si no se tiene el valor de protestar en las calles. El ejemplo del movimiento de resistencia estudiantil popular de 1968, desde hace 50 años pasa lista de presente en la conciencia nacional de los mexicanos bien nacidos.
El país lo demanda, las nuevas generaciones lo exigen, nuestros hijos y nietos no lo merecen.
¡Alto al gorilato! Ya ha sido demasiado con sufrir los embates de los desgraciados entronizados por márgenes ridículos de votación electoral. ¿No cree usted?
Índice Flamígero: La Suprema Corte de Justicia admitió el viernes a trámite el recurso constitucional presentado por el presidente municipal de San Pedro de Cholula, José Juan Espinosa Torres, contra la controvertida Ley de Seguridad Interior, que amplía el papel de las fuerzas armadas y permite su despliegue para la realización de tareas de seguridad ciudadana. Espinosa ha confirmado que el Ayuntamiento ha interpuesto una controversia constitucional contra los artículos 2, 6 y 11 de la normativa por atentar contra la autonomía de los municipios, que queda recogida en el artículo 115 de la Carta Magna mexicana. Asimismo, ha descartado que el recurso legal tenga fines electorales y ha asegurado que sólo trata de evitar que la policía municipal sea sustituida por efectivos del Ejército. El presidente de la SCJN, Luis María Aguilar Morales, ha ordenado que se forme y registre el expediente sobre el recurso interpuesto por el municipio de San Pedro de Cholula contra el decreto por el que podría entrar en vigor la citada ley. + + + Mal augurio que el equipo de José Antonio Meade haya amenazado al portal Animal Político y a un reportero de este medio porque, según los priístas, se ha difamado al precandidato del tricolor al publicar un reportaje con datos obtenidos de los informes de la Auditoría Superior de la Federación. + + + El programa Exatlón de Azteca 7 se ha colocado como el favorito del público televidente y, otra vez, arrasa en el gusto del público mexicano. En su emisión del 11 de enero, Exatlón llegó a 12.4 millones de personas, con lo que todas sus transmisiones desde el 2 de enero han superado los 10 millones de personas. El 11 de enero, además, Exatlón superó todas sus mediciones y llegó a un nivel histórico de rating, al obtener 10.9 puntos (Fuente: Nielsen-Ibope). Adicionalmente, durante más de la mitad de la transmisión de Exatlón del 11 de enero, Azteca 7 se ubicó por encima de los programas de Canal 2, al superarlo por 71 minutos, de acuerdo a la misma fuente.
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