Se impone la sombra del caudillo
¬ Humberto Matalí Hernández lunes 29, Nov 2010Al son de las fábulas
Humberto Matalí Hernández
Aunque, hablando en plata, el honor,
entre políticos, maldito lo que garantiza.
Martín Luis Guzmán. | La sombra del caudillo
“Porque Aguirre, que sabía darse a desear para que su prestigio creciera, hizo que sus admiradores y partidarios lo aguardasen esa vez más de una hora. Y entonces ellos -medio único de conservar íntegro el alto concepto que a sí mismos se merecían: eran diputados o ediles, senadores o generales, gobernadores, altos funcionarios públicos- extremaron las manifestaciones del entusiasmo al ver que al fin se presentaba el joven ministro de la Guerra”.
Esa descripción, cínica por lo veraz y certera, se debe a la prodigiosa pluma uno de los mejores prosistas de las letras mexicanas: Martín Luis Guzmán (1887-1974) y la plasma en la excelsa novela “La sombra del caudillo”, obra donde denuncia la violencia de los procesos electorales en los tiempos de los obregonistas, callistas, los restos de los carrancistas y una amplia gama de hombres seguidores de los generales y caudillos, empeñados en sumarse al banquete de los despojos de la Revolución. El surgimiento de la casta y clase políticas que devino en la institucionalidad del movimiento revolucionario.
Martín Luis Guzmán, olvidado en el Centenario de la Revolución usa como tema para su novela, un proceso preelectoral real, como fue el asesinato del general Francisco Serrano y un grupo de sus seguidores, asesinados a mansalva por tropas del Ejército mexicano, bajo esa barbarie, resucitada por los panistas, de la “ley fuga”. Cobarde forma de ejecutar por la espalda a los oponentes políticos. Incluso, a los delincuentes. El general y presidente Álvaro Obregón, para garantizar la sucesión y su reelección, quien ordena la masacre de los opositores y su jefe Serrano. Con el sarcasmo de la política mexicana, Obregón ya candidato electo por segunda ocasión, es asesinado poco después, por José de León Toral, que le dispara por detrás, en la cabeza. El rostro de “El caudillo” se sumergió en el plato con mole que comía.
Periodista y revolucionario, brigadista internacional en la Guerra Civil Española, Martín Luis Guzmán fue un hombre de contrastes, transformado por su quehacer político, fue diputado y senador del partido oficial. Maestro de periodistas y guía de escritores, fundó la revista “Tiempo”, es uno de los mejores escritores mexicanos del siglo XX. Su prosa se equiparada con la de Alfonso Reyes. Más impactante, directa y expresiva en la condición humana. Los personajes tienen la carnosidad, la capacidad de amar y traicionar, de matar a sangre fría y dolerse ante la pena de sus semejantes con gran realismo y lógica literaria.
Entre sus obras destacan varias novelas históricas “Javier Mina, héroe de España y de México”, “La querella de México”, “El águila y la serpiente” y las asombrosas “Memorias de Pancho Villa” (fue secretario del general Villa), donde hace el mejor relato de la personalidad, lucha y estrategia militar de Villa y su estado mayor.
“La sombra del caudillo” es una lectura recomendada para estos tiempos, donde surgen libros de superación personal, y oportunistas de política, a extremos casi escatológicos. Innecesarias ofensas a la inteligencia de los electores, cuando basta con conocer la historia y ver las acciones de los gobernantes de la modernidad, comparadas con el pasado. Para mal de México, se repiten brutal y burdamente.
Los juegos de traiciones, de engaños, ambiciones de poder y dinero son los mismos para apoyar al sistema político mexicano del siglo XX y aún en el XXI, así lo muestra Martín Luis Guzmán, en “La sombra del caudillo”. La traición, el oportunista, cinismo y corrupción de los políticos mexicanos -ahora se llaman pragmatismo y modernidad-, es descrita en una escena en donde un general, con águila completa en el kepí y en las charreteras, se presenta a uno de los candidatos para ofrecerle su lealtad. En el párrafo siguiente hace lo mismo con el otro aspirante a la presidencia. O cuando llama al realismo nacional en una confrontación entre los dos posibles candidatos. Ahí se desnuda la suciedad, de porqueriza, de las ambiciones de Hilario Jiménez o la lealtad hacia sus amigos de Ignacio Aguirre, actitud que le costará la vida junto con los amigos a los que protege.
Al narrar el asesinato, con el pretexto de la “ley fuga”, de Ignacio Aguirre y sus seguidores, Martín Luis Guzmán logra una recreación que no debe ser muy diferente de la ejecución de Francisco Serrano. Es más que un relato de crónica periodística, es cinematográfica. Describe los detalles con exactitud fotográfica. Por cierto en los años sesenta se filma “La sombra del caudillo”, para convertirse en la película mexicana que más tiempo estuvo congelada, prohibida y vetada su exhibición. Durante más de 20 años la Secretaría de Gobernación la mantuvo enlatada. Su exhibición aún es limitada y no se consigue en DVD, ni siquiera en el amplio mercado pirata. Lo cual es difícil de creer.
Acercarse a las palabras huecas de democracia, la decisión del pueblo, el voto de los electores o la sabia experiencia de los mexicanos por medio de “La sombra del caudillo” se entiende perfectamente, aplicándolas a la actual campaña electoral, la tenacidad del sistema político de imponer hombres y situaciones de corrupción, por encima de cualquier afán de sacrificio o simple trabajo por el pueblo. Por ejemplo, los fraudes electorales recientes se pueden superar. Es simple tiempo de espera y paciencia para ver como se cierra el otro círculo de la política mexicana.