El PRD, al abismo
¬ Augusto Corro viernes 15, Dic 2017Punto por punto
Augusto Corro
Pablo Gómez renunció al Partido de la Revolución Democrática (PRD). ¿Quién es este político? Un izquierdista formado en la lucha desde aquel movimiento estudiantil del 68, que sacudió la conciencia de los mexicanos. Por su activismo, estuvo preso en Lecumberri. Después, se convirtió en uno de los líderes más importantes del perredismo.
Bueno, pues ese personaje de las filas del sol azteca, que inclusive dirigió, dijo adiós a los amarillos. Sus argumentos para tomar esa decisión son demoledores. Dijo que su salida obedece a que el partido se convirtió en “una central de negocios políticos”, donde ha prevalecido el “oportunismo y la corrupción”.
También calificó como “traidores” y “espurios”, a quienes actualmente encabezan al PRD “por entregarlo a Ricardo Anaya”, el panista aspirante a la Presidencia de la República. Añadió que “se le impone al PRD abrazar a un candidato enemigo de la izquierda y al programa neoliberal de la derecha contra el cual había luchado desde su fundación.
La renuncia de Pablo Gómez estaba anunciada desde hace meses, cuando ocurrió la primera oleada de perredistas que abandonaron esa organización política por su política errática y por su alejamiento de la sociedad. En una carta dirigida a militantes y simpatizantes amarillos, el ex líder declaró que “hoy ya nada está vigente en el partido”. “Sus principios, su programa y su estatuto están abrogados en la práctica”.
Sin embargo, el PRD empezó a agonizar como partido político tras la tragedia de Iguala, con la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Las autoridades locales, de extracción perredista, aliadas con la delincuencia organizada, participaron en ese crimen múltiple. En la cárcel se encuentra el alcalde igualense, José Luis Abarca, como presunto responsable del secuestro colectivo.
Fue tal el remordimiento de conciencia por las pésimas acciones de los funcionarios perredistas, incluido el entonces gobernador, Ángel Aguirre, que a los pocos días de esos hechos, el entonces líder del PRD, Carlos Navarrete y su plana mayor fueron a Guerrero a pedirle perdón a la sociedad. En las marchas o manifestaciones de los padres de los estudiantes desaparecidos nunca estuvieron los perredistas.
Otro de los errores de la cúpula perredista fue su acercamiento descarado al gobierno federal. Los líderes amarillos no tuvieron ningún empacho en firmar lo que aprobara el Pacto por México. Los dirigentes no tomaron en cuenta a la militancia amarilla, que era la que tenía que afirmar o negar la participación del PRD en esa alianza política.
El divisionismo propio de la izquierda siempre estuvo permanente en el PRD. Las llamadas tribus, siempre inconformes, ahora guardan un extraño silencio. Tal vez ya se dieron cuenta que su partido se encuentra al borde del precipicio y que lo mejor es no agitar las aguas. Sabe la cúpula del poder perredista que los movimientos en falso pueden ser la puntilla para la desaparición del PRD, que poco le falta.
De acuerdo con Pablo Gómez, los dirigentes le imponen a los militantes a abrazar a un precandidato enemigo de la izquierda. Es decir, que los amarillos tienen que votar por el candidato panista, Ricardo Anaya, en las próximas elecciones presidenciales, como parte de una coalición integrada por PAN, PRD y Movimiento Ciudadano (MC). Tres organizaciones políticas que solamente unidas podrían tener alguna significación en los comicios del próximo año. Cada una por su lado nada vale. Así lo entendieron los perredistas que en estas elecciones presidenciales no participan con candidato presidencial propio; tienen que cobijarse en el aspirante panista de derecha, Ricardo Anaya.
El horizonte para los amarillos se ve negro. Su única esperanza es mantener el poder en la Ciudad de México (CDMX), donde tenían su principal bastión político; donde, en las últimas competencias electorales, ya no fueron los triunfadores.
Claro, también los dirigentes de las tribus saben que la competencia electoral frente a otros partidos políticos, como Morena o el PRI será difícil y que lo más importante para ellos será conseguir, por lo menos, un lugar en el Poder Legislativo, como asambleísta, diputado o senador. Las delegaciones o municipios ya no serán perredistas.
Aún falta que más militantes del sol azteca abandonen el barco perredista. Hablamos de aquellos simpatizantes del PRD, que son izquierdistas de hueso colorado, como se dice coloquialmente, que nunca votarían por un candidato conservador como el panista Ricardo Anaya. ¿O sí? ¿Qué opina usted amable lector sobre el futuro del PRD?
Feliz fin de semana.