Peña Nieto: “…vos sos un caso perdido”
Francisco Rodríguez martes 28, Nov 2017Índice político
Francisco Rodríguez
Desparpajado, mondo y lirondo, como si trajera todas las canicas del barrio en el bolsillo, Enrique Peña Nieto pierde de repente el miedo a las cámaras, a las preguntas de los reporteros e, incluso, al chacaleo de banqueta, y se enfrasca, sorpresivamente ¡sin teleprompter!, a sus fantasmas sobre el tapado priísta. Cree que trae la vaca de la cola.
Si lo hubiera visto Carlos Gardel seguramente le inspiraría una segunda parte de aquella estrofa de Fontaina y Collazo: “Garufa, pucha que sos divertido, Garufa, vos sos un caso perdido”. Nadie mejor que el de Atlacomulco para sentirse manipulador cuando es un simple manipulado. Malas noticias: se le adelantaron, no sólo a la decisión, también al dedo.
Y es que, desafortunadamente para él, el poder no es lo suyo. No sabe con qué se come. Siempre lo ha delegado. Desde que lo sentaron en el mesabanco del Estado de México para que ensayara sus poses lopezmateístas, hasta que lo sentaron en Los Pinos para servirle al real patrón de sus desvaríos y atolondramientos: el virrey Videgaray, procónsul por excelencia.
Es tal el desgajamiento que Peña Nieto hizo del poder presidencial, depositado en su persona, que de la banda sólo conoce el trapo y, de la Presidencia, las decenas de veces que oye el Himno Nacional a marcha martillo. ¡Qué horror! Un suplicio que rebasa al de Tántalo, por mucho más de lo que nos imaginamos.
Un presidente de cartón, personaje de opereta, patiño de los descastados, pasto de todas las fieras, presa de todas las angustias. Cuando le señalan que diga la palabra “destapado”, el sólo oye “…tado”. Y con ese cuajo se enfrenta a los reporteros “de la fuente”, que sólo le preguntan por güeva, para salir del paso.
Pero él cree que pontifica, que decide, que orienta, que fustiga, que fulmina, cuando sólo es parte secundaria de un guión melifluo. La batuta la perdió desde que no sabe cuándo se la quitó Videgaray y ya ni se acuerda qué forma tiene. Es un guiñapo en manos del titiritero. El empetatado de las tarimas. Maestro de ceremonias de sí mismo.
El Tancredo ideal del Imperio. El Tartufo imaginario del priísmo. Peña Nieto recuerda la corte de Carlos IV en manos del valido Godoy, haciendo estropicio y medio con sus bienes, sus decretos, sus familias, sus honras y el destino de España al garete, frente a las tropas napoleónicas, sirviéndose a placer cualquier platillo.
¿Los militantes priístas, los cuadros distinguidos, los héroes tricolores de mil batallas? Ellos bien, gracias. Ya están acostumbrados a ser los perritos de Pavlov en el ensayo. Saben que sólo deben reaccionar ante la voz del amo, la que sea y de parte de quien sea. Hace décadas que su voluntad anda de vacaciones inmerecidas.
Fueron los mismos obsequiosos que permitieron, con silencio y abulia, que se posesionara del poder un grupito de ignorantes sin programa de gobierno, sin idea de Estado, que hicieron del Pacto por México, un caballo de Troya, el ariete para despedazar los principios constitucionales del pueblo mexicano.
Fueron esos cuadros distinguidos y los militantes al gusto que le permitieron al procónsul y Videgaray hacerse del santo y las limosnas. Ocupar, desde antes del principio fatuo, las mayores prebendas, los puestos más importantes y estratégicos del gobierno para sentar en ellos a sus favoritos, hoy parte de un elenco bufo de pretensos.
Ocupar, el manejo de las maletas del PRI y de las franquicias opositoras obedientes al dinero, las repartachas del Congreso, las agarraderas de la voluntad de los parlamentarios de cartón, los recursos destinados a las fuerzas armadas y de seguridad local y nacional…… los fastos y derroches dedicados a la política entreguista de la diplomacia, los dineros etiquetados y mochados para los gobiernos estatales, la estrategia de complicidad con la delincuencia organizada y el narcotráfico, las canonjías para los concesionarios…… los remates de la soberanía nacional y de sus estultas rondas de hidrocarburos, una subasta de nuestra geografía, los parámetros de todas las lealtades, los orígenes de toda obediencia, el derrotero del país, que hoy es la derrota manifiesta, el logrado intento de lo macabro, la maquinación de toda la rendición.
Sin duda, Enrique Peña Nieto pasará a los anales de la crónica bufa del poder como un mequetrefe adocenado, temeroso ante lo importante, urgente y necesario. Un puente para la traición, un estorbo real para cualquier ejercicio serio del mando.
Un personaje, el procónsul y Videgaray, que no conoce límites a sus maniobras, porque tiene el Estado a su servicio. Ha hecho de él lo que ha querido. Es el poder tras el trono más destapado que ha habido en el pandero desde que se tenga memoria.
Limantour, Bonillas, Salinas de Gortari, Córdoba Montoya, Liébano Sáenz, Rafael Muñoz, Mouriño y García Luna —más los que guste usted añadir de la lista de manipuladores— frente a él, son niños de teta. Parecen personajes de relleno, cómodos asistentes al desenmascaro de un truhán sin ataduras, sin portillos, sin consecuencias, dueño de toda voluntad, tripulante de cualquier antojo.
Luis Videgaray es el real embajador de Trump en México
Ni Dwight W. Morrow, el proconsul histórico, embajador gabacho durante la Guerra Cristera, dueño de toda decisión, ni Josephus Daniels, embajador gringo durante la expropiación petrolera, siempre detrás de manifiestos y discursos, ni El Narciso Negro Ezequiel Padilla, el que presumía ser el candidato del Departamento de Estado, pueden siquiera pensar en rivalizar con él. Porque Videgaray no sólo escucha y obedece a sus patrones en Washington, sino ejecuta todo, frente a todos, a costa de todo. Con inmunidad absoluta.
Porque, aparte de ser alto funcionario de la Federación, pagado con nuestros impuestos, ha sido Videgaray el real embajador de los Estados Unidos en México. El dueño del pandero y del oso. Del mecate y del perro. Del estropicio provocado y su remedio. Una vergüenza suprema. Un baldón histórico para siempre, mientras nos reste vida y recuerdo.
Lo patético del caso es que Enrique Peña Nieto cree que es el que manda. Pasea su palmito frente a cualquier micrófono y audiencia, con soltura de grande, con aires de grandeza, sin saber que es la maceta del ornato, el mueble descascarado que en cualquier momento cambiarán de sitio, para depositarlo en sólo dos lugares: el basurero o la bartolina.
Quizá esto último sea lo mejor. Puede servir siquiera para ser el ejemplo de lo que no se debe hacer con el poder conferido. El inútil que siempre nos recuerde que no se debe traicionar al pueblo desde la rapiña y la inconsciencia.
¿De qué se ríe mientras defenestra la dignidad aplastada de los militantes de su partido? ¿De qué se ríe cuando cree que trae los ases en la manga? ¿De qué se ríe cuando cree que es el máximo destapador del seguro candidato fracasado?
Definitivamente, el de Atlacomulco no sabe en la que se metió, ni lo que le espera. ¿No cree usted?
Índice Flamígero: Ya se vio otra vez en la ceremonia de relevo de José Antonio Meade, ayer en Los Pinos. Cuando Peña Nieto no tiene un teleprompter enfrente, cascabelea. No sólo se equivoca, también “se le lengua la traba”, confunde cargos y tiempos. “Mira que sos divertido…”, también le cantaría Gardel. + + + Escribe don Rafael Segura Millán: “Pues sí, don Francisco, llegó el momento crítico para México. Es hora de echar fuera a toda esa caterva de norteamericanos nacidos en el país, esos que se fueron a ‘estudiar’ a Harvard, Princeton, MIT, etc. o a las escuelas patito confesionales o ‘empresariales’ que les dieron todas las herramientas para robar ‘legalmente’ al llegar al poder que obtuvieron en cambio ilegalmente. Ya no hay tiempo, es hora que ayudemos los que tenemos todavía amor por nuestro atribulado país para que nuestro pueblo despierte y no venda sus votos por una miserable torta o una tarjeta que ni fondos tiene. Cada uno desde su limitada o amplia trinchera debemos actuar YA para frenar esta catástrofe…” Está en nuestras manos, definitivamente, don Rafael.
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