Despistados
Ramón Zurita Sahagún martes 28, Nov 2017De frente y de perfil
Ramón Zurita Sahagún
¿Quién era el despistado? Cuando el presidente Enrique Peña Nieto señaló a Luis Videgaray Caso, en una especie de regaño público, como despistado por presumir las cualidades de José Antonio Meade Kuribreña y quitarle la capucha de lo que nunca fue, un tapado, muchos compraron el mensaje.
El Presidente vendió el despiste, por lo que los despistados lo siguieron y surgieron dudas sobre quién sería el candidato presidencial del PRI.
Se redoblaron las filtraciones y los mensajes velados sobre el verdadero candidato. Surgieron versiones y se multiplicaron acerca del abanderado del PRI.
Fueron revividos políticamente el propio Luis Videgaray Caso, Miguel Ángel Osorio Chong, Aurelio Nuño Mayer y hasta José Ramón Narro Robles expresó que tenía interés en la candidatura presidencial del PRI.
Nada de eso sucedió. En el PRI no había tapado, todos sabían que el candidato presidencial había sido destapado desde agosto pasado cuando el tricolor rompió candados y dejó de exigir militancia partidista a sus futuros candidatos.
Desde entonces y un poco antes se venía trabajando la postulación de Meade Kuribreña, por lo que algunos priístas con pasado dudoso salieron a enfrentar esa decisión de abrir las candidaturas a externos.
Surgieron voces de inconformidad, y una de ellas, la ex gobernadora de Yucatán, Ivonne Ortega Pacheco, inició una campaña para impedir la apertura de los candados y fracasó. Anunció que se registraría como aspirante presidencial dentro del PRI contra quien fuese y ya pactó con el presidente Peña Nieto su siguiente paso. Ivonne fue ubicada como una rebelde dentro del PRI y cuyo siguiente paso sería migrar hacia otro organismo político, pero la tempestad ya pasó y ahora le dejan abierto el camino para servir de comparsa al que ya fue señalado como candidato presidencial priísta.
Claro que las palabras presidenciales resuenan en todos los oídos y se recuerda que el mismo Ejecutivo federal advirtió que el candidato presidencial de su partido no sería elegido por aplausos o halagos.
Ahora que José Antonio Meade ya renunció a la Secretaría de Hacienda y se reunió con los sectores de un partido en que no milita, se anuncia su registro para el 3 de diciembre (el domingo próximo).
Para ello, ya tienen preparados dentro del PRI a los que serán sus Manuel Bartlett, Humberto Roque Villanueva o Everardo Moreno Cruz, que los acompañen dentro de una pretendida farsa democrática que permita mostrar la apertura dentro de un anquilosado partido tricolor.
En el caso de la precandidatura de José Antonio Meade Kuribreña se recuerda lo sucedido con Miguel de la Madrid Hurtado, cuando el entonces presidente José López Portillo ponderaba a su secretario de Programación y Presupuesto y dejaba en claro que él sería el candidato presidencial.
Todos desestimaban esa posibilidad y confiaban en que sería el secretario del Trabajo, Pedro Ojeda Paullada, el dirigente nacional del PRI, Javier García Paniagua o hasta el secretario de Comercio, Jorge de la Vega Domínguez era mencionado, hasta que se anunció el nombre de Miguel de la Madrid Hurtado y un diario tituló: “nos engañó con la verdad”.
Así se podría titular este intento de novelón en que Emilio Gamboa Patrón reveló lo que todos sabían que eran cuatro los aspirantes presidenciales del PRI: Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación; José Antonio Meade Kuribreña, de Hacienda; Aurelio Nuño Mayer, de Educación Pública y José Ramón Narro Robles, de Salud.
Esa versión de Gamboa Patrón pronto fue reducida por Enrique Ochoa Reza, quien descartó a Nuño Mayer y Narro Robles, a los que situó con la posibilidad de competir por la nominación al gobierno de la CDMX.
Falta saber si la eventual candidatura de Meade Kuribreña causa molestia dentro del partido o entre algunos de los protagonistas y reaccionan de alguna manera virulenta, como lo hicieron Javier García Paniagua en 1981, quien no aceptó ser el secretario del Trabajo y cuando fue obligado a aceptar el cargo, solamente lo hizo para presentarse y renunciar de inmediato e irse a su casa, hasta que una decena de años después fue situado como jefe de la policía capitalina y director de Lotería Nacional. Otro virulento fue Manuel Bartlett Díaz, aunque rumiaba su coraje y maniobró de manera tan eficaz que se volvió indispensable en el proceso electoral de 1988 y consiguió continuar con su carrera política en primeros planos, primero como secretario de Educación Pública, después como gobernador de Puebla, hasta llegar a convertirse en patiño de Francisco Labastida Ochoa y alcanzar una candidatura al Senado de la República, donde ahora continúa, pero ya como parte de la oposición priísta.
El tercero que reaccionó de manera violenta ante la decisión que no le correspondió fue Manuel Camacho Solís, cuando Luis Donaldo Colosio Murrieta fue destapado como el abanderado priísta a la Presidencia de la República. Camacho Solís no aceptó la candidatura de su adversario y renunció al gobierno del Distrito Federal, por lo que fue designado secretario de Relaciones Exteriores y como siguió empecinado en obstaculizar la naciente campaña del candidato priísta, fue enviado a Chiapas como comisionado para la Paz. La muerte de Colosio Murrieta significó la muerte política de Camacho Solís, quien formó su propio partido y se erigió como candidato presidencial en 2000, perdiendo de inmediato el registro por el poco apoyo.
¿Habrá otro escenario similar?
Por lo pronto, habrá que aclarar si el despistado, en este caso, era el presidente Enrique Peña Nieto y si fue Luis Videgaray Caso, el que lo condujo por la ruta adecuada?